«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Solo la espada de Occidente acabará con la barbarie yihadista

2 de septiembre de 2015

Los flujos migratorios que la devastadora barbarie del Estado Islámico está provocando en el Medio y Próximo Oriente han convertido en papel mojado todos los planes, la logística y las previsiones de la UE para ordenar la inmigración, asentarla en el seno de sus sociedades y vertebrarla en el andamiaje de sus naciones-estado.

Todos esos códigos, leyes y reglamentos han mostrado la utopía de sus principios al evidenciar la ineficacia de su operatividad sobre el terreno. Entran por la Europa más pobre con la intención de llegar a la Europa más rica mientras ésta protesta, desde la cómoda lejanía de la presión en sus fronteras, por el trato que les dispensa la Europa menos próspera. Todo es un clamor políticamente correcto contra ella. Hungría es el paradigma. Pero ninguno de los Estados europeos, tan humanistas como protetones, está dispuesto a allegar los recursos militares indispensables para acabar con el origen del drama y de tanto sufrimiento. O sea, con el Estado Islámico

La imagen en los telediarios de un  niño acunado por la fatiga y mecido por la deshidratación frente a una alambrada en brazos de una mujer fragilizada por el pánico conmueve las conciencias. Cierto. Tan cierto como que la imagen de los verdugos del Estado Islámico decapitando cristianos provoca una fugaz indignación que no va más allá del tiempo pautado del telediario y de la efímera charla de sobremesa.

Aliviar las consecuencias de la barbarie yihadista con botiquines de urgencias, raciones de campaña, agua mineral y abriendo nuestras fronteras no va a solucionar el problema. Un aforismo clásico asegura que «la espada no es la solución a todos los problemas, pero hay problemas que sólo se solucionan con la espada». Mientras Europa no desenvaine la espada para amputar el brazo que empuña la gumía con la que los bárbaros degüellan la Civilización Cristiana en la orilla sur del Mare Nostrum, el Viejo Continente no tendrá más misión que la de cocinar el rancho de los refugiados en las alambradas de sus fronteras.    

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