SegĆŗn el Informe mensual de āla Caixaā de enero de 2015, asistimos a un vertiginoso envejecimiento de la población en EspaƱa, donde el nĆŗmero de pensionistas āha pasado de 7,7 millones en 2008 a 8,4 en el tercer trimestre de 2014″. En los Ćŗltimos 25 aƱos la maternidad se ha retrasado 3,6 aƱos de media: si hacia 1990 las mujeres tenĆan su primer hijo a los 26,8 aƱos de media, en 2014 esa media habĆa crecido hasta los 30,4 aƱos. El estudio concluye recordando que el Gobierno en 2014 retiró 14.000 millones de euros del Fondo de Reserva de la Seguridad Social Ā«para hacer frente al pago de las pensiones, y prevĆ© en los Presupuestos de la Seguridad Social utilizar 8.500 mĆ”s en 2015Ā». El actual sistema pĆŗblico de pensiones resulta manifiestamente insostenible.
En la Revista āRazón EspaƱolaā, el profesor Contreras PelĆ”ez, catedrĆ”tico de FilosofĆa del Derecho en la Universidad de Sevilla, no vacila en calificar la actual situación de ānegro horizonte demogrĆ”ficoā, conducente a una EspaƱa extinta. Sólo en los aƱos 1918 y 1939, por cuestiones de āgripe espaƱolaā y las bajas de nuestra contienda civil, EspaƱa perdĆa población. Algo que ha vuelto a suceder en los aƱos 2012 y 2013, perdiĆ©ndose 2,6 millones de habitantes, no ya por cuestiones sobrevenidas o coyunturales como entonces, sino como algo estructural y permanente que podrĆa acabar con el paĆs. El estudio de El suicidio demogrĆ”fico de EspaƱa, de Alejandro Macarrón, concluye que una fertilidad de 1,26 hijos por mujer en el aƱo 2013 nos sitĆŗa en un 40% por debajo del āĆndice de reposiciónā, del nĆŗmero de nacimientos necesarios para garantizar el reemplazo generacional de 2,1 hijos por mujer. Existe una fuerte retroalimentación entre crisis económica y crisis demogrĆ”fica: cuanto peor vaya la economĆa, menos estĆmulos para la maternidad, y cuanto mĆ”s eclipsada se encuentre la maternidad, peor irĆ” la economĆa. No hay crecimiento económico sin crecimiento demogrĆ”fico, pero ĀæquiĆ©n se atreve a tener hijos en un paĆs con el 23,70% de parados?
No sorprenden, sin embargo, las causas por las que se silencia semejante invierno demogrĆ”fico: la ignorancia, la falta de información, la inmersión voluntaria de la gente en el mundo de la chabacanerĆa, la excesiva dedicación de la sociedad a las cuestiones nacionalistas, asĆ como la nefasta influencia de la cultura del cuerpo, la cultura de la muerte o la ideologĆa ecologista, con su evidente vocación totalitaria. Ni siquiera desconcierta ya el perverso silencio del gobierno del Partido Popular, incapaz de recibir a los lĆderes de las asociaciones provida, que han convocado una nueva manifestación para el 14 de marzo con el fin de solicitar el cumplimiento del compromiso electoral del gobierno en derogar la ley del aborto y de impedir el arrumbamiento actual de las polĆticas de protección a la maternidad. El gobierno parece haber decretado la inexistencia ontológica del mal, mĆ”s allĆ” de la crisis económica, con la consiguiente repulsa por todos aquellos movimientos o estructuras que incomoden su libertad de indiferencia hacia quienes no comulgan con su cinismo y su visión pragmĆ”tica de la sociedad. Ya lo escribĆa Ortega: āSe ha apoderado de la dirección social un tipo de hombre al que no interesan los principios de la civilizaciónā. La inmensa mayorĆa de los polĆticos y legisladores, de los intelectuales de turno y de los grupos de presión que actĆŗan en el mundo de la cultura y de los medios de comunicación, no sólo desprecian la familia y la sacralidad de la vida, sino que continĆŗan instalados en laĀ perspectiva del canciller democristiano Konrad Adenauer en 1957, para quien la cuestión de la procreación o la reproducción se da sin mĆ”s por supuesta.
Pero la gĆ©nesis de la verdadera rĆ©mora para una polĆtica de autĆ©ntica revitalización demogrĆ”fica es el dogma relativista de que ācada uno tiene derecho a hacer con su vida lo que quieraā en la medida en que no se vulnere el Código Penal, el relativismo segĆŗn el cual el Bien es un valor y no un presupuesto, y la vida no posee el sentido necesario como para ser transmitida. El invierno demogrĆ”fico obedece al imperativo del laxismo, propulsor de una voracidad egocĆ©ntrica fijada en la exaltación de los derechos individuales y la libertad absoluta, en el narcisismo de la promoción personal, la satisfacción de los propios intereses y el excesivo amor a uno mismo, al que todo debe quedar subordinado. Comprometida la persona con la bĆŗsqueda de valores materiales y entregada a un deseo caótico de gratificación y de neurótica inmediatez que sólo responde a lo Ćŗtil y provechoso, se ven deterioradas las relaciones humanas, y la aparición de los hijos sólo podrĆa asemejarse a enojosas responsabilidades cuando el fin Ćŗltimo consiste en la oquedad de vivir cómodamente.
La crisis demogrĆ”fica viene coincidiendo con el auge de una cultura que aspira a una felicidad de pequeƱo formato, sin compromisos ni vĆnculos definitivos, propensa a la diversión epidĆ©rmica, y castradora de una finalidad y un sentido trascendente de la vida. La crisis demogrĆ”fica no sólo se cifra en el terreno jurĆdico y económico cuanto en el terreno de los valores y de las ideas, convirtiĆ©ndose asĆ en una verdadera crisis cultural de ausencia de reconocimiento, prestigio y gratitud hacia el matrimonio y la familia, y donde cualquier propuesta de polĆticas natalistas, auspiciadoras de la maternidad y de los derechos de los padres, se contempla como reaccionaria y ultraconservadora.
En semejante escenario, tan meritoria es la vida fiel en el matrimonio como la promiscuidad amorosa, la consideración del valor incondicional del ser humano como la tendencia proterva a equiparar las personas con magnĆficos objets dāart. ĀæQuiĆ©n se atreverĆ” a decir a nadie cómo debe vivir? āĀæQuiĆ©n soy yo para juzgar?ā ĀæO es que no contribuyen todas las formas de vida por igual en la sostenibilidad de la sociedad? Era Ratzinger quien mejor denunciaba el relativismo, diciendo de Ć©l que ācuanto mĆ”s llega a ser la forma de pensamiento generalmente aceptada, mĆ”s tiende a la intolerancia y a convertirse en un nuevo dogmatismoā. El relativismo no puede ser la condición de la democracia; el escepticismo y el relativismo -sostenĆa George Weigel– sólo son un fundamento demasiado lĆ”biles para fundar sobre ellos una democracia plural.
No es sostenible un Estado que nos provea de todo lo esencial; menos aĆŗn en una sociedad con la pirĆ”mide de población invertida. La crisis demogrĆ”fica determinarĆ” que las pensiones pĆŗblicas se precipiten a niveles miserables. Pero los espaƱoles se niegan a asumir que el Estado del Bienestar se encuentra en fase terminal y que es imposible mantenerse por mĆ”s tiempo en la era de la esterilidad. ĀæNo serĆ” plausible volver a la idea bĆblica de los hijos como ācayado de la vejezā? ĀæAcaso no estĆ” en juego nuestra supervivencia como sociedad?