«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Gallega en Madrid. Periodista apasionada por la información, defensora de la libertad y de España. Redactora Jefe en El Toro TV y al frente de 'Dando Caña'.
Gallega en Madrid. Periodista apasionada por la información, defensora de la libertad y de España. Redactora Jefe en El Toro TV y al frente de 'Dando Caña'.

España, verano de 2025

4 de julio de 2025

Esta semana hemos aprendido muchas cosas, sobre todo en las 48 horas en las que las infraestructuras españolas se vieron abocadas al caos y la incertidumbre. Que el argumento de «un fallo puntual» es el comodín perfecto y universal para cualquier mal gestor. Que la culpa es de los otros, del ámbito privado si puede ser. Y que cuando los servicios públicos se colapsan, lo mejor es salir rápido a repartir culpas pero no ponerse a trabajar para evitar que vuelva a suceder. 

En el aeropuerto de Madrid-Barajas, los viajeros han sufrido colas kilométricas, vuelos perdidos y escenas de auténtico caos. ¿Y qué hace AENA? Recomendar a los pasajeros que lleguen antes. Es decir: si usted pierde su vuelo, es su culpa por no haber intuido que el Estado español no puede garantizar la presencia de suficientes policías en su principal aeropuerto en pleno julio. ¡En un país que vive del turismo! El Ministerio del Interior y el de Transportes se pasan la responsabilidad como si esto fuera un simple malentendido entre colegas. Interior señala a Transportes. Transportes mira hacia AENA. AENA dice que hay policías, pero no suficientes. Los sindicatos replican que no hay personal. Todos tienen razón y nadie la tiene. Y mientras tanto, el pasajero atónito. Como si Barajas fuera un aeropuerto de un país sin país, sin ley. Aunque eso quizá sea lo más honesto de las reflexiones del momento: no disimular lo que ya somos. Que se lo digan a los ilegales. 

Pero sólo unas horas antes, más de 300 personas quedaron atrapadas durante 14 horas en un tren de alta velocidad, en mitad del campo, sin aire acondicionado y sin agua. El convoy permaneció inmóvil, entre Toledo y Madrid, en plena ola de calor de un mes de julio. La versión del Gobierno: un sabotaje. Lo verbalizaba María Jesús Montero, que ejerce como sustituta de todo y ministra de nada. Parecía señalar directamente a Ouigo, por no retirar sus trenes cuando se averían. Esa es tarea de ADIF, empresa pública que cobra precisamente por eso. Al final, se descubre que el tren averiado ni siquiera era de Ouigo. Era de RENFE. Bingo. Pero el daño ya estaba hecho. El titular estaba colocado. Y la culpa, convenientemente privatizada.

En 48 horas, tres de las principales puertas de entrada y salida de España, paralizadas. Descoordinación, improvisación y falta de rendición de cuentas. Mientras tanto, el ministro de Transportes está desaparecido en combate. Es normal, está de baja por paternidad. Sin embargo, no le exige silencio administrativo para celebrar datos turísticos o arrear a la oposición. 

No olvidemos que los ciudadanos pagan más impuestos que nunca. El pago a Hacienda, ése no falla por un problema puntual. La administración recauda cifras récord. Y uno se pregunta… ¿para qué? Porque si la gestión de las infraestructuras públicas va a ser así, si los servicios básicos colapsan a las primeras de cambio, ¿a dónde va ese dinero? Quizás a pagar los 1.000 euros de las mujeres de José Luis Ábalos colocadas en empresas públicas responsables de estas infraestructuras. El Gobierno, como siempre, entre la ideología y la chapuza. Y a veces una mezcla de ambas. Parece una forma crónica de gestionar mal lo público. Falla la gestión y los gestores, el modelo de poder y gobierno que confunde el Estado con una red clientelar. España no sufre un colapso puntual. España sufre una descomposición estructural.

Pero no se preocupen. Cuando vuelva a fallar todo, nos lo contarán otra vez con tono grave y mirada seria: ha sido un fallo puntual. Estaremos puntualmente estafados, de nuevo. Seguiremos pagando impuestos nórdicos por unos servicios públicos tercermundistas y unas excusas chavistas.

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