Aceptemos que la gripe de Rubalcaba es una excusa para retrasar la renovación-interrupta del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Una gripe muy de lunes, de llamada de la parienta a la oficina diciendo que Pérez está indispuesto, que el fiebrón le impide coordinar y esto y lo otro. Para enrocarse en el cónclave socialista del domingo Pérez estaba como una manzana, pero cuando le tocaba pactar para la renovación judicial, le subió el mercurio y se quedó en cama, como un escolar de la antigua EGB.
Pero si se aceptan esos repentinos novillos, el mensaje que la politiquería envía al ciudadano es que la Justicia puede esperar, que la renovación de los miembros del CGPJ está supeditada a las anginas de un preboste del primer partido de la oposición. Lo mismo que las presiones para nombrar vocales antes del día 21, en que el Rey se opera de la cadera, demuestran que el calendario de la Justicia depende de la prótesis de un Jefe del Estado. Con gripe o sin ella, con cadera o sin ella, la Justicia es una tuerca más de la maquinaria del poder, que se aprieta o se afloja en función del Ejecutivo y del Legislativo. La izquierda se cepilló hábilmente a Montesquieu cuando el felipismo y de la división de los tres poderes nunca más se supo.
El cambio de cromos de PP y PSOE para trapichear con sus candidatos al CGPJ daría para una astracanada de Jardiel Poncela, con puertas que se abren y se cierran, si no fuera porque tales escenas son francamente obscenas. Es de vergüenza ajena, ver como las huestes de Rajoy y las de Rubalcaba porfían por colocar a sus alfiles entre los vocales del CGPJ, sobre todo si tenemos en cuenta que esos vocales son los que designarán a más de una treintena de nuevos miembros de la Sala Segunda del Supremo, en los próximos años, y a los presidentes de los Tribunales Superiores de Justicia. No es que les devore el celo por nombrar jueces probos, no. Lo que quizá les quita el sueño es que a la Sala Segunda, por ejemplo, le llegarán casos como los ERE de Andalucía o la Gürtel y los nuevos magistrados tendrán que pronunciarse sobre los aforados. La Sala Segunda, la Penal, ya saben, trajes a rayas, rejas, y locutorios.
En la calle Génova, por ejemplo, no les convendría lo más mínimo que el juez Ruz fuera sustituido en el Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional por un radical como Miguel Carmona, que volvería a esa instancia después de salir del CGPJ. El caso Bárcenas, ya saben. Imagínense que el “rojo” Carmona se queda con lo de la contabilidad B.Por eso los populares tratan de retrasar la renovación del Poder Judicial para ganar tiempo. Y es que los políticos olfatean el peligro cada vez que hay relevo de jueces y se nubla el horizonte penal de quienes están salpicados por la corrupción, igual que los chuchos cuando sienten bajo sus patas una movida de la escala Richter.