«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

Estrambóticas tribus españolas

11 de agosto de 2022

Se dicen en plural porque son variopintas, por criterios geográficos, culturales o de posición. Tan erráticas pueden ser que algunas tribus, definidas de modo territorial, no se consideran españolas; se quedan en tribus sin más.

No creo que opere un carácter, temperamento, talante o “alma” (como se decía hace un siglo) de los habitantes de España, comunes a todos los tiempos. Bastante es que se registren algunas constantes en la época contemporánea. No se dan totalmente de manera espontánea, sino que algunas se cultivan con deleite colectivo.

Un estereotipo admitido sobre el modo de ser que caracteriza a las tribus hispánicas es el traído y llevado individualismo. No lo veo yo por ninguna parte. Más bien, lo recurrente es el espíritu gregario, que es, casi, lo opuesto. “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. En política, ese seguidismo se traduce como servilismo o clientelismo respecto a los que mandan. Ejemplo: los sindicatos durante las dos últimas generaciones de vida española. Da igual que hayan sido “verticales” o “de clase”.

En ningún otro lugar, como en la Plaza Real de Barcelona, he visto tal acumulación de gente ociosa

Existe un mayor acuerdo en que los hábitos que cultivan las tribus españolas son retóricos, cómicos, declamadores, gesticuladores, simuladores, mendaces. Me asaltan sentimientos encontrados para calificar a los españoles contemporáneos de indolentes, vagos, ociosos. Puede que el juicio se reserve, solo, para ciertos ambientes del censo urbano. El vecindario que yo he tratado ha sido más bien laborioso; no digamos en el ambiente de la parentela, los amigos, los colaboradores. Puede que no sea una muestra representativa, pero, mi impresión es la que digo. Otra cosa es un cierto ramalazo de dispersión, pues a mis compatriotas les cuesta concentrarse en una sola tarea. Respondo por mí mismo de tal desquiciamiento.

En contra de la inveterada leyenda, mi limitada experiencia me dice que me he encontrado con gentes más atareadas en Madrid que en Barcelona. Los catalanoparlantes tienen un verbo maravilloso para suspender el horario de trabajo con el natural contento: plegar. Resulta intraducible al castellano. En ningún otro lugar, como en la Plaza Real de Barcelona, he visto tal acumulación de gente ociosa, gozosa de no hacer nada más que platicar con sentimiento, como dirían los mexicanos.

Lo que sí parece más general es el alarde que suelen hacer muchos españoles de que no vale la pena esforzarse mucho en el trabajo. Empero, eso no es holganza, sino arte dramatúrgico, representar un papel en el teatro de la vida. Es una reacción más típica de la tribu de los funcionarios.

La aspiración suprema del español corriente es hacerse rico de una sentada y trabajando lo menos posible. Para eso, están las loterías, los juegos de azar, la fortuna de llegar a ser una estrella de la tauromaquia, la canción, el deporte, la política. No se debe descartar un matrimonio de conveniencia. En el pasado, funcionó la leyenda de encontrar un tesoro escondido durante siglos. Recordemos el empeño de Sancho Panza por llegar a ser “gobernador de una ínsula” y casar bien a su hija. Fue un sueño vano; no le acompañó la fortuna. En castellano, no hace falta desear “buena suerte” como manifestación de cortesía o de halago; basta con decir “suerte”.

¿Por qué esa obsesión de hacerse uno rico de golpe? Muy sencillo: para dar envidia, uno de los placeres más refinados para un español de regular fortuna. Cuando esa meta se consigue, a través del poder político, nos situamos en la llamada “corrupción política”, un término costumbrista más que jurídico. Es un mal que ha acompañado a todos los Gobiernos (el nacional y sobre todo los “autonómicos”) durante la transición democrática. Naturalmente hay precedentes en los regímenes políticos anteriores.

Lo que le place al consumidor español, es “echar la casa por la ventana”, que, ya, es despilfarro

Otra leyenda cristalizada es que los españoles son impetuosos, apasionados. La verdad, yo veo a mis paisanos más bien pragmáticos, contenidos y hasta un tanto cínicos. El estereotipo del apasionamiento procede de la literatura española y de ciertos elementos folklóricos (el baile flamenco, los sanfermines, etc). Sin embargo, esa parcela de la vida bien poca cosa representa, si queremos generalizar.

Más enconado es el lugar común de que los españoles son sobrios, austeros, como don Quijote. Desde luego, los de las últimas generaciones no lo parecen. Antes bien, lo característico es el gusto por disfrutar (ese es el verbo que lo llena todo) de la vida. La industria nacional más boyante es la de la restauración y el entretenimiento y no solo por la demanda de los turistas extranjeros. Lo que le place al consumidor español es “echar la casa por la ventana”, que ya es despilfarro. Hace falta, además, que los otros lo vean y lo envidien.

Es cierto que, a los españoles, especialmente, a los de la tribu de los instruidos, les cuesta mucho generalizar, abstraer, comparar. Menospreciada tan cualidad, se comprenderá lo lejana que se considera la esencia de las dedicaciones profesionales. Baste decir que España exporta científicos a los países mejor dotados. Esa sí que es una tribu marginal a pesar de contar con cerca de un centenar de Universidades.  

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