«Esos 200 presos tienen que salir de la cárcel. Si para eso hay que votar los Presupuestos, los votaremos. Así de alto y claro os lo decimos», tales fueron las palabras pronunciadas por el coordinador general de EH Bildu ante un grupo de militantes concentrados en Eibar hace ahora un mes.
Hace algo más de un año, durante una sesión celebrada en el Senado, Pedro Sánchez se dirigió al partido de Otegui, ante el que lamentó «profundamente» el suicidio del etarra Igor González Sola en la prisión de Martutene. Las conexiones de EH Bildu con la banda terrorista, hoy desactivada por ser contraproducente para la causa secesionista vascongada, son tan palmarias que las manifestaciones de la sociedad Sánchez & Otegui lindan con el pleonasmo. Que existe una estrategia mediática dispuesta a hacer olvidar a la población española, mucha de la cual está dispuesta a inducir su propia amnesia, la criminal existencia de la banda terrorista ETA, es una evidencia. Las excusas, para quien quiera administrárselas, se agolpan. Para los ardorosos antifranquistas de hogaño, casi medio siglo después de la muerte de Franco, ETA no sería sino una organización que luchaba contra una dictadura que, según las tesis de la Ley de Memoria Democrática, prolongó sus efectos hasta la llegada del PSOE al poder en 1982, años antes de que el partido de González y Guerra tratara de cortar la cabeza de la serpiente con el hacha de su logotipo y algunas dosis de cal viva.
La expresión «llevar hierro a Bilbao» comienza a ser una reliquia incomprensible para muchos de los avecindados tras las bardas del Concierto Económico Vasco
Arrumbados la cal y el calibre 9 mm Parabellum, el PSOE y Podemos, asistidos por sus poderosas terminales mediáticas y paramétricas, llevan años dedicados a blanquear -de manera no calcárea- a la banda fundada por Julen Madariaga y Txillardegi de la que apenas tienen noticias las nuevas generaciones de españoles en cuyas aulas hay cabida para las «nuevas masculinidades», mas no para el conocimiento de un pasado político inmediato que condiciona nuestro presente.
Dentro de esta estrategia, juegan un importante papel cuestiones a las que el socialismo plurinacional se aferra, parafraseando a Leopoldo María Panero en su Un asesino en las calles, «como a una oscura certeza». Asuntos que tienen que ver con el apocalipsis climático, pero también con la vida subsidiada de las cada vez más desindustrializadas sociedades europeas entre las que antaño figuró la vasca, hoy hundida demográficamente. Décadas después de que la floreada silueta del Puppy que recibe a los visitantes del Guggenheim sustituyera a la de los Altos Hornos, la expresión «llevar hierro a Bilbao» comienza a ser una reliquia incomprensible para muchos de los avecindados tras las bardas del Concierto Económico Vasco al calor del cual se pretende poner en marcha una Renta Básica Universal (RBU) -entendiendo «universal» como lo circunscrito a las tres provincias– a la que podrán acogerse todos los residentes en la Comunidad Autónoma. Su cuantía sería de 900 € mensuales para las personas mayores de 18 años o menores independizadas, del 30% de dicha cantidad, es decir, 300 €, para las menores de 14 años, y del 50%, 450 €, para quienes tengan entre 14 y 17 años.
La euskorrenta «se entrega […] incondicionalmente a todas las personas de forma individual, sin verificación de recursos ni requisitos de trabajo»
En un documento que ya corre por las redes, en cuyo pie figuran los logotipos de la aconfesional Economistas sin Fronteras, el Ayuntamiento de San Sebastián, cuya alcaldía ostenta el peneuvista Eneko Goia, y la Diputación Foral de Guipúzcoa, que tiene como diputado general a Markel Olano Arrese, también integrado en el partido del integrista Sabino Arana, se cantan las bondades de la RBU. Según se asegura, la paga, «que se entrega en efectivo periódico incondicionalmente a todas las personas de forma individual, sin verificación de recursos ni requisitos de trabajo», gestionada por una ONG fronteriza, se hará «en una moneda local para resolver los problemas de fraude derivados del “efecto llamada”»… Todo ello en aras del empoderamiento de unos jóvenes que, de este modo, tendrán más fácil «la realización de su proyecto de vida hacia la edad adulta de forma autónoma y la preparación de su futuro profesional sin la presión de la subsistencia, permitiéndoles aceptar oportunidades de primer empleo y de formación y otras actividades comunitarias».
Un último detalle aparece en la imagen publicitaria de la euskorrenta, el que tiene que ver con su sostenimiento económico. La RBU «debe financiarse con cargo a los presupuestos públicos mediante una reforma fiscal altamente redistributiva y a prueba de fraude, con un enfoque político y social comprometido con el bien común». Una apelación presupuestaria que evoca las exigencias de Otegui con las que hemos comenzado este escrito.