«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Familias basura

4 de abril de 2016

En la antigua URSS la política de planificación de vivienda podía obligar a varias familias a vivir bajo un mismo techo. El puño de acero de la dictadura podía llegar al extremo de obligar a individuos que no se conocían de nada a compartir habitación. En la China comunista la política del hijo único ha estado en vigor durante casi cuatro décadas. Estas medidas totalitarias, inspiradas por una ideología contraria a la familia, repelen a cualquiera que conserve un mínimo sentido de la dignidad humana.

Por extraño que parezca, en nuestras ciudades se está generando un ecosistema con unas condiciones de vida parecidas. En las últimas semanas se han publicado distintos estudios que evidencian el deterioro de las condiciones reales para que se desarrollen las familias. El último informe del portal inmobiliario Fotocasa revela que casi la mitad de los españoles que comparte vivienda tiene entre 30 y 50 años. Compartir piso ya no es cosa de estudiantes: muchos trabajadores en edad adulta no pueden permitirse otra forma de vida. Por otro lado, un reciente informe elaborado por un equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona señala que España ostenta el triste récord de ser el país del mundo donde las mujeres tienen su primer hijo más tarde, a los 31 años de media. La última generación del babyboom español cumple 40 años y esta investigación revela que una de cada tres mujeres no llegará a ser madre. Y la mayoría de las que sean madres solo tendrá un hijo. Será la generación más infecunda que ha habido España en el último siglo y medio. El informe explica que “no existe una actitud contraria a tener hijos, sino que el retraso –o ausencia- se debe a la dificultad de reunir las condiciones familiares que lo hagan posible”. Entre las causas, los investigadores destacan la precariedad del empleo, la temporalidad, las largas jornadas, los bajos salarios, el difícil acceso a la vivienda, las dificultades para la conciliación y falta de políticas públicas de apoyo a la maternidad.

La generación JASP ha pasado del mileurismo al precariado. Los jóvenes más preparados de la historia de España están abonados a las puertas giratorias del paro al trabajo basura. Más datos. Los trabajos precarios alcanzaron en 2015 sus máximos históricos con 17 millones de contratos temporales. Según las últimas estadísticas del Eurostat, uno de cada cinco trabajadores españoles tiene ingresos inferiores a 856 € netos al mes. Son los “trabajadores pobres” que sueñan con ser mileuristas.

“Hemos logrado pasar de la ruina a ser la primera nación europea entre las grandes, tanto en crecimiento económico, como en creación de empleo”, dijo Rajoy en la investidura bufa de Pedro Sánchez. En un clima de degradación social, el triunfalismo Matrix de Rajoy causa sonrojo. Esa derecha de la contabilidad macro cada vez está más alejada de la calle y carece de las herramientas ideológicas necesarias para defender a las clases medias empobrecidas. Tras la aprobación de la reforma laboral del Partido Popular, miles de empresarios acudieron a sus abogados para explorar las “oportunidades” que ofrecía el nuevo régimen legal. No hacían más que aplicar la ley de bronce de los salarios. Esta teoría clásica, formulada por el economista David Ricardo, explica que los salarios reales tienden “de forma natural” hacia el nivel mínimo imprescindible para cubrir las necesidades de subsistencia de los trabajadores.

Atribuir a la actual crisis económica el recorte de los salarios y el deterioro de las clases medias es simplista. El concepto de “mileurista” fue acuñado en el año 2005, en plena bonanza económica, y hacía referencia a jóvenes licenciados con máster e idiomas. La crisis lo único que ha hecho es demostrar que el proceso de precarización viene de lejos y que todavía no hemos tocado fondo. A falta de una moneda que devaluar, el gobierno de Rajoy optó por devaluar las relaciones laborales para recuperar la competitividad internacional. No se trata de una moratoria provisional, sino de una contrarreforma estructural que sienta las bases del mercado laboral del futuro. En Francia, la ley laboral ‘a la española’ acaba de ser contestada con una huelga general que ha sacado a la calle a cientos de miles de personas. El 71% de los franceses está en contra. Los votantes del Frente Nacional, con un 83%, son los más reacios a esta reforma, seguidos por los de izquierda (70%).

Desde una perspectiva familiar, debe combatirse la ideología que impulsa la precarización del trabajo. La denuncia social no debe quedar únicamente en manos del sindicalismo ni del bolivarianismo. La justicia social no es monopolio de la izquierda. La causa de las familias tiene mucho que decir sobre este drama social que resucita la política del hijo único y la cohabitación forzosa. La familia es una institución frágil y debe protegerse tanto en el plano moral como en el socio-económico. La familia se ve amenazada tanto por la ‘ley trans’ de la Asamblea de Madrid como por la ley de bronce de los salarios. Hay una nueva ingeniería social en marcha que impide a los jóvenes tener hijos por los ritmos laborales y por los contratos precarios. Bajo el soft-totalitarismo “ricardista” la maternidad es un riesgo para perder el empleo. De nada sirve formar a nuestros hijos en buenos valores familiares si el día de mañana les va a resultar imposible acceder a una vivienda o fundar una familia. Para defender bien la familia debe admitirse primero que esta puede ser asfixiada tanto por un puño de hierro como por una mano invisible.

En estos días en que el establishment político y empresarial reclama “estabilidad” en el gobierno y un gran pacto de Estado parece inoportuno alzar la voz a favor de la dignidad de la familia. Sin embargo, precisamente porque nos encontramos en una nueva transición, hoy es más necesario que nunca recordar, con el agrarista Andrew Lytle, que “la fuerza estable del Estado es la familia”.

La precariedad del trabajo provoca la precariedad de la familia. El modelo económico que se está imponiendo dibuja un paisaje social sin seguridad laboral, sin estabilidad en la vivienda, con una emancipación retrasada y salarios de miseria, maternidad tardía, horarios incompatibles con la convivencia y la educación de los niños, matrimonios sin hijos y familias en las que un segundo hijo es un deseo inalcanzable. Un país de empleos basura acabará siendo un país de familias basura.

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