Quizá dentro de unos meses tenga que comerme este artículo con patatas. Pero el pasado miércoles estaba viendo a Vicente Vallés y pensé: Feijoo vuelve a equivocarse. Incluso a pesar de que ha puesto dos «bulldozers» para cubrir los flancos. Uno Miguel Tellado, en la secretaría general del partido. El otro, Ester Muñoz, como portavoz del grupo parlamentario.
Es lo típico de policía bueno/policía malo. En este caso dos de malos. Feijoo, a su lado, va a parecer un santo. En política está todo inventado. En el informativo noche de Antena 3, como decía, recogían unas declaraciones del líder del PP, en el que explicaba su camino «hacia el centro». «Estoy presentando un proyecto que ya no distingue al de derechas ni al de izquierdas». «Un proyecto transversal de centralidad», añadía.
¿Y eso qué eso? Me pregunté. Porque las elecciones ya no se ganan desde el centro, se ganan desde la derecha. Lo del viraje al centro es de hace años. El propio Vicente Vallés explicó los casos de Fraga y Aznar. El PP vive acomplejado permanentemente por lo que dirán. O de que lo tilden de «derechas». Yo creo que es una herencia del franquismo. Aunque hayan pasado cincuenta años desde la muerte de Franco. De hecho, Sánchez, siempre que ha podido, lo ha resucitado.
Tampoco sé muy bien por qué. En Alemania, la CDU no va pidiendo perdón por ser de derechas. Aunque ahora también la está comiendo el terreno los de Alternativa. Y en Italia, lo mismo. La democracia cristiana gobernó más de cuarenta años después de la dictadura de Mussolini.
En cambio, aquí siempre caen en la trampa que las tienden desde La Moncloa. Ya pasó en la última semana de las generales. Aquella semana negra para el PP. En campaña, no puedes dar nada por ganado. Hay que pelear hasta el último voto.
Recuerdo que, en una visita a Barcelona, Alberto Núñez Feijoo hasta tiró el anzuelo a votantes desencantados de… ¡Podemos! Y, por supuesto, el tema inmigración no tocarlo. O tocarlo lo menos posible porque, en caso contrario, lo ponían en el mismo saco que VOX. Sólo mencionó el tema una vez, durante una visita al barrio de San Ildefonso de Cornellà.
También puede ser que, acosado por la corrupción, el PSOE se hunda irremisiblemente. No tanto como la UCD, que acabó desapareciendo, pero casi. Y que Feijoo llegue al final a La Moncloa. Sin embargo, es muy difícil pasar de la oposición a la mayoría absoluta. Sólo me viene ahora a la cabeza la citada victoria de Felipe González en 1982. Aquellos famosos 202 escaños y la foto del Palace.
No dudo de que Feijoo podría ser —llegado el caso— un buen presidente. Pero para eso hay que ganar. Y hacerlo con holgura. También no renunciar a tus principios ideológicos. Y defenderlos con vehemencia si hace falta. En los últimos años se han impuesto liderazgos firmes como los de Trump, Orbán o Meloni… y en la mayoría de los casos empezaron a contracorriente.