En el reino que hereda Felipe VI el sol se pone todos los días, pero los manteles no. El descontento social (¡qué eufemismo versallesco!) no necesita leyes orgánicas ni consensos parlamentarios para que la pobreza sea el legado que los españoles rubrican para sus hijos que, con un pie en el pescante, alistados en el INEM y estabulados en la EPA, hacen ya el Camino de Flandes buscando países con más manteles que sol. El pueblo soberano, el que vota, paga y calla, se pregunta qué va a pasar, de qué va a servir y qué va a solucionar este juego de tronos.
Sin trabajo entre las manos, sin pan en la despensa, sin justicia para la corrupción de la aristocracia del poder y con una nación que se disuelve en las aulas, en las urnas y en los parlamentos, los españoles ven cómo desde las teles les piden ayuda para los niños que, con las vacaciones escolares, van a dejar de tener la única comida decente que hacen al día. Y depués de este SOS que nos devuelve a los años cuarenta, aparecen los panegiristas y los juglares del Sistema a cantarnos la melopea de la Arcadia Feliz en la que la generación del Rey convirtió a España en la California del sur de Europa. Generación de la que sólo él se retira a los cuarteles de invierno, por cierto. Los demás permanecen para tutelar y gestionar la travesía.
Sin el palio de la independencia en la Justicia, los españoles se preguntan si con Felipe VI el matrimonio civil entre el poder político y el judicial seguirá celebrando lunas de miel con los que tienen poder institucional o poder tumultuario en las calles. Porque tan venal es el juez que prioriza sobre las evidencias y los hechos el statu quo del político corrupto, del sindicalista rapaz, del empresario de la pomada o de los yernos adosados al armiño de las infantas, como el alcalde que paraliza unas obras o un desalojo porque los batallones del motín y la algarada le acechan en la calle y en los telediarios.
Los españoles, pauperizados en lo económico y recelosos, porque a la fuerza ahorcan, de la Justicia, que es donde la democracia cobra cuerpo de certeza, se preguntan con vértigo que hará Felipe VI ante el guante separatista con el que Artur Mas abofetea a diario a la Nación española, cuyo ocaso puede ser la mecedora de la jubilación de su padre. Las urnas del 18 brumario catalán (9 de noviembre) están preparadas para la ruptura. ¿ Estará Felipe VI preparado para impedirlo ? La Constitución no le otorga imperium, pero la Historia y el pueblo español legitiman su autorictas.