«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Florentino alcanza un punto babilónico

4 de junio de 2024

(Aviso al querido lector: el texto o textillo contiene trazas futbolísticas)

El fichaje de Mbappé no lo ha adelantado Pedrerol, sino Macron. Este es el nivel. Este fichaje ya había sido cuestión de Estado, de dos: de Francia, Qatar, y todo el dinero del mundo. Sepultaron a Mbappé en petrodolares, pero el oro se acuñaba en otro lugar.

El factor Qatar distorsionó un proceso natural. Los galácticos habían enamorado a la generación de los Cristiano, y Cristiano era el ídolo infantil de Mbappé. Nada más fácil que darle su camiseta cuando CR7 dejaba el Madrid.

Pero Qatar y su Mundial, o sea, la corrupción del fútbol, obligaron a demorar el romance. Desencuentros, negaciones, fingir el desamor…

El Madrid tuvo que verse obligado a ganar un par de Champions sin él, con Benzema dejando el pan y Vinicius saltando del extremo al área. En esos años, el Madrid se impone a los jeques, los pone en su sitio, le da tiempo de tumbar a la Premier (City, Chelsea, Liverpool) y a media Alemania (Leipzig, Berlín, Bayern, Borussia), pero Mbappé sí se resiente por la distancia. Su trayectoria, que admite lo de meteórica, se modera, su fútbol se normaliza un poco. Deja de crecer con pasos de gigante.

Pero no olvidemos de quién hablamos. Un campeón del Mundo con gol en la final de Rusia que con 20 años obliga a acordarse de Pelé el día de su actuación contra Argentina; juega otra final en el Mundial de Qatar, marca tres goles y queda cerca de los máximos goleadores de los Mundiales, máximo histórico del PSG, sexto de la Ligue A y ya cerca del top ten en Champions.

Solo con rematar lo que le vaya cayendo en el área del Madrid alcanzará el Olimpo, pero querrá copas de Europa, ¿cuántas? ¿cuántas se considerarán algo epocal?

Su fichaje está a medio camino entre la Galaxia y los de los jóvenes actuales. No está en su punto cumplido de maduración, ni tiene nada verde ya. Es el último galáctico porque no pudo ser el primer Vinicius, aunque se le aplique el protocolo ordinario de la nueva «clase media», los que llegan a fin de contrato. Es un fichaje que ha durado más de un lustro, cosa pocas veces vista, como un amor obstinado de dos que lo han tenido todo en contra. ¡Cómo le cogerá Florentino de la carita!

La sensación es que para fichar a Mbappé el Madrid tuvo que crecer aun más; que es mucho más club ahora que cuando empezó a desearlo. Por eso, Mbappé ya ha mejorado al Madrid.

Mientras llegaba, su no-fichaje se convirtió en un género periodístico, un deporte más, otra sección. El Gobierno creaba el fútbol femenino, y el Fútbol creaba el Fichaje Mbappé. Hubo un mourinhismo periodístico y también un mbappismo. Muchos veranos pasamos hablando de él, y ahora que llega, quizás alguien considere que era más divertido esperarlo. Tantas preguntas le hicieron los reporteros de El Chiringuito que acabó aprendiendo español.

Hay una cosa en todo esto… Con los fichajes, Florentino creaba ilusión, pero la ilusión, de alguna forma, tiene rendimientos decrecientes. Es como una droga. Hay que aumentar la dosis, añadirle algo, rizar el rizo… Ganar sube, pero al Madrid ya no le basta con ganar, ha de ganar en un tobogán de emoción, con un poco de peligro, de asfixia, de perico, de moribundez…

Y después de Mbappé, ¿qué queda ya? El estadio catetiza a Taylor Swift, el césped se abre, los cielos se cierran, llueven las copas, la delantera de Brasil al completo escoltará al francés, como si fuera una bailarina de striptease saliendo de una tarta de jogo bonito… ¿hay algo más que se pueda pedir si ya se gana y todo se ha traído? Es de temer que a alguien, ahíto, se le ocurra intentarlo con el estilo. Un estilo distinto, particular, que nadie haya visto antes, un juego revolucionario, estético, que absuelva y libere y traiga consigo un sentido moral nuevo más allá del gol. También es posible que una facción del madridismo se pervierta y, degenerada por completo, se entregue a la fantasía degradante de perder y ser humillado 5-0 por el Milan. Ya circulan vídeos. Surgirán peñas secretas en las que madridistas se reunirán para ver alcorconazos, centenariazos, manitas

En fin, podría decirse que Mbappé es la coronación de algo nunca visto y que entramos en una fase ya babilónica, de lujo puro que puede acabar en degeneración romana seria. Aunque tampoco es del todo exacto porque aun queda Endrick.

Tenemos pan y circo; algo de pan y el mejor circo, ¿y si nos hartamos también de eso?

El sentido que puede tener todo, superado ya la barrera del sonido de las Copas de Europa, es que Florentino quiera crear un equipo que aborte cualquier posibilidad bélica. Que haga un equipo por el que merezca la pena conservar la paz. Que haya creado, sin saberlo o quizás consciente de ello, un alegato por el amor y la paz mundial, un imperio de luz dentro de otro imperio, un perpetuo olimpismo de concordia y amor, unos blancos emisarios de la paz, un all star sobre la política de bloques… que no pueda estallar una III Guerra Mundial porque juega el Madrid. Las Torres Gemelas cayeron un día de partido de Los Galácticos. Esta vez no ocurrirá.

Fondo newsletter