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Abogado franco-argentino, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) en Madrid
Abogado franco-argentino, director del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP) en Madrid

Francia padece síndrome de Estocolmo

11 de abril de 2022

Se define bajo “síndrome de Estocolmo” la relación paradójica creada entre la víctima y su victimario. 

“Galos refractarios al cambio”, “perezosos y cínicos”, “iletrados”, son algunos de los calificativos con los que Macron definió durante su mandato a una buena parte de la sociedad francesa. No son frases dichas al azar, son apenas el botón de muestra de su profundo desprecio hacia los franceses, resumido en “tengo muchas ganas de fastidiarlos hasta el final”. Luego de dividir el país durante cinco años entre los que tienen éxito y “los que no son nada”, los jóvenes y los jubilados, los chalecos amarillos y los inversores, los vacunados y los no vacunados, es escalofriante constatar que Macron mejora, en la primera vuelta, su resultado electoral del 2017. 

Otra paradoja: el presidente más joven de Francia fue votado masivamente por la vieja generación. Los boomers. El 88 por ciento de los mayores de 60 años fueron a votar y Macron arrasa en esa categoría (obtiene el 30 por ciento entre los 60/69 años y el 41 por ciento entre los mayores de 70). 

El mundo nuevo de Macron, es tan viejo como Brigitte, su mujer. A Macron, lo instaló en su cargo la finanza y lo sostiene la burguesía vieja, adinerada y mundialista.

“Que me vengan a buscar”, había afirmado Macron con soberbia en alguna ocasión. 

La arrogancia y el menosprecio con los que ha tratado a los franceses durante los últimos cinco años pueden pasarle factura

La que anda con ganas de buscarlo es Marine Le Pen. Mejora también Marine su resultado del 2017 y las primeras encuestas para la segunda vuelta no arrojan diferencias notables entre los dos candidatos. Se encuentran ambos en el margen de error y todo puede pasar

No creo que esta vez el cordón sanitario funcione. Por varias razones. Sólo existe un diablo. Y el diablo de la campana no fue Marine, fue Eric Zemmour. No le bastarán los quince días que quedan antes de la segunda vuelta a la prensa servil para endilgarle de nuevo ese mote a Marine.  

Eric Zemmour, luego de reconocer con hidalguía su derrota, indicó con claridad que lo que está en juego no es un problema de partidos o de ego personal. Lo que está en juego es la supervivencia misma de Francia. En ese escenario, el enemigo principal es Macron. Es probable que la mayoría de los electores de Zemmour vote a Marine Le Pen en la segunda vuelta. 

Macron, en su afán de robar votos tanto a la derecha como a la izquierda, corre el riesgo de que buena parte del electorado de la izquierda radical lo ignore o lo castigue votando a Marine. 

No es un dato menor, porque entre los menores de 34 años, el voto mayoritario fue hacia Jean-Luc Melénchon (alcanza el 31 por ciento entre los 18 y 24 años y el 34 por ciento entre los 24 y 34 años). En esa misma categoría, hubo una abstención del 40 por ciento.

Los otros partidos tradicionales ya no pesan en el escenario político francés. Los Republicanos y el Partido Socialista no alcanzan siquiera a obtener el mínimo exigido del 5 por ciento para el reembolso de los gastos de campaña. Fundidos y en bancarrota no tienen ninguna credibilidad por más que sus referentes han llamado, apenas conocidos los resultados, a hacer frente común a la extrema derecha.

En resumidas cuentas, Marine Le Pen ha hecho una buena campaña y si logra revertir la mala imagen del debate presidencial pasado puede dar la sorpresa. Macron da por descontada su reelección, pero la arrogancia y el menosprecio con los que ha tratado a los franceses durante los últimos cinco años pueden pasarle factura. El síndrome de Estocolmo no necesita un tratamiento específico y sus efectos suelen desaparecer con el tiempo. La única pregunta que queda es: ¿quince días serán suficientes? 

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