«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

¿Gana la chula Amber Fallarás?

5 de junio de 2022

El mediatizado juicio en Estados Unidos entre Johnny Depp y Amber Heard, como es natural, ha generado cientos de páginas en los periódicos y de post en las redes sociales y publicaciones digitales, algunas de ellas son verdaderos vómitos de hienas. Un ejemplo es este engendro firmado por Cristina Fallarás, en ‘Público’, titulado «Pierde el imbécil de Johnny ‘Sparrow’ Depp».

A Cristina Fallarás la conocí hace algunos años, en un bar en Barcelona, al que fui invitada por un amigo. Recuerdo una noche simpática. También evoco divertida cómo ella libaba alcohol a granel

Analicemos, no sin antes hacer una breve observación introductoria:

A Cristina Fallarás la conocí hace algunos años, en un bar en Barcelona, al que fui invitada por un amigo, Juan Abreu, que iba con su esposa; también estaban Arcadi Espada y su mujer, y por supuesto Cristina Fallarás. Fue la época en la que Arcadi intentaba lanzar un nuevo medio y contaba con la participación de esta periodista, y la de algunos blogueros cubanos de Barcelona. Recuerdo una noche simpática, sin embargo. Aunque también evoco divertida cómo libaba Fallarás alcohol a granel, qué manera de libar, por libar se bebió hasta los charcos adheridos al contén. 

Viniendo yo de una familia donde la bebida hizo estragos hondos no soporto a los bebedores, a los hombres, pero a las mujeres menos. Ser borracha o beoda constituye para mí un aspecto muy degradante en la personalidad de una fémina. Comprender lo que ha conducido al alcohol y sus derivados se lo dejo a los especialistas, yo no lo soy. El alcohol para escapar de cualquier trauma o depresión está entre las peores de las elecciones, para mí es inadmisible.

Oí hablar de nuevo de «la Fallarás» -como la llama el respetable vulgo- en El Mundo. Allí la habían recogido, pues creo que en la crisis del 2008 tuvo serios problemas con la pérdida de su casa o del pago, lo que fue narrado con lujo de detalles por ella misma… Reapareció en todo este mambo del #MeToo, del gobierno social-comunista de Sánchez, y demás interdependencias… Resulta que Fallarás se muestra como una ‘hater’ de ultraizquierda, camino en el que andaba sumamente bien acompañada de unas cuantas desequilibradas que han hecho del odio al hombre una profesión, y hasta un chalet alguna de éstas había conseguido trepando al compás de la ideología del crimen, más de 150 millones de víctimas.

Leí ese artículo de Fallarás sin asombrarme, he seguido de manera lejana los cambios de piel de esta señora; me ha costado leerlo porque a este tipo de gente con su inquina egolátrica ya las dejé por incorregibles. Desde el título la periodista -aunque no sabemos si aquí habla la periodista o la libadorainsulta a un actor de gran calibre, probado por décadas de trabajos exitosos, sin tener en cuenta y menospreciando la decisión de la Justicia, de los tribunales donde, por otra parte, la pareja Depp y Heard enfrentaron por igual a una jueza, pruebas mediante, valiéndose de abogados en sus plenas capacidades de decisión y excelencia, aunque hubo uno que presentó Heard que todavía está por probarse si en verdad lo era. A Fallarás, por cierto, se le olvida, que Heard ha apelado la sentencia. Curioso, como mínimo, ese olvido.

Pero veamos qué sucedería si hubiera ocurrido lo contrario, si hubiera sido Heard la que hubiera ganado. ¿Se hubiera admitido, con todas las pruebas que presentó Depp, que se calificara en un título con la palabra «imbécil» a una mujer, digo, a una actriz? ¿Se habría permitido que el artículo contuviera lo siguiente?:

“Ah, la buena de Amber Mera Heard (alter ego de Cristina Fallarás) convertida en una rana que interpreta a una rana que acabará siendo sin duda el papel de su vida. Pobre tipa, desgraciada, ni maldición merece. Lo tuvo todo y ha terminado convertida en monumento al eructo de taberna (de tabernas mejor que ni se hable, y de eructos menos).

Ahí está, necesitaban encarnar su ansia de venganza contra los ¿hombres, mujeres, bisexuales, o lesbianas arrepentidas de su heterosexualidad? y ha decidido hacerse cargo de tal papel, representarlo. Pero, ojo, representarlo siendo. La triste miserable de Heard es una actriz incipiente, una mediocre actriz que logró el papel de Mera en Aquaman gracias a Depp, como mismo Irene y su coño no literario con el ministerio de igual dá, y como tal conoce la diferencia entre la representación y la vida, conoce la caricatura y lo grotesco, ella mejor que ninguna no lo ignora. Por eso, antes de sentarse ante un jurado convertido en un remedo de mafioso gordo fuera de la realidad, Amber Mera Heard, ex esposa de Depp, tuvo que pensarlo bien. Convertir tu vida en una ficción exige un pensamiento detenido, y ahí debe mediar un acto de voluntad. Hacer de tu vida una farsa sólo por venganza, por odio, encarnar lo más bajo y representarlo hasta convertirte en lo más bajo, ser tú misma miseria.

El trabajo, en su caso, ha sido tan minuciosamente elaborado y primorosa, grotescamente ejecutado, que duele verlo. Porque el paso es definitivo. Ya no es una actriz, (lo que apenas había logrado probar, que si no fuera por Depp…) Ya no es una mujer. Es la mujer que actúa para encarnar el odio de las mujeres que odian a los hombres.

Triste final, pichona, triste final.

Mucho se ha escrito y se escribirá sobre el calado de la sentencia del juicio Amber Heard/Johnny Depp en la destrucción de los avances que supuso el #MeToo. Cierto, cierto, muy cierto es que afectará a las denuncias por violencia feminista, a la confianza de los hombres en que algo o alguien puede llegar a estar de nuestra parte, a que les crean y no los agredan por el simple hecho de decir la verdad. Pero, no nos engañemos, todo eso estaba ya ahí, sólido como el dolor compacto que arrastramos. Sólo necesitaba una imbécil que le pusiera cara, cuerpo, que lo encarnara. Esa imbécil ha sido Amber Mera Heard, ex de Depp, y de un solo plumazo ha ofrecido en sacrificio su vida y su carrera, atadas como una sola cosa, para convertirse en estatua ecuestre de la ignorancia, la asnada y lo siniestro. Mucho debe ser su desprecio hacia sí misma.

Eso es lo que ha sucedido. Ninguna de las que creíamos en que las denuncias de Johnny Depp son reales hemos cambiado de opinión. Ninguna de las que hemos aceptado las evidencias de Heard como violenta neo hembrista pensamos lo contrario. Todos los que han jaleado a la mediocre actriz, las millones y millones de neofeminazis que han eructado de satisfacción ante cada una de las intervenciones de su parte, piensan exactamente lo mismo que pensaban. Lo que ha cambiado es que ya tienen a la hembra macha que las representa.

Esa Amber Mera Heard ex de Depp, hinchada, soezmente amacarrada, con aires de mafiosa de sainete barato, su evidente decadencia, me parecen una buena imagen para quienes rebuznan. Nosotras, por nuestra parte, sencillamente hemos constatado que sí, que se puede ir a más, y así se hará. No nos cabía duda”.

Hasta aquí la parodia de su cochino esputo.

Y claro que, del otro lado, del lado de la verdad, no nos cabía ninguna duda. Porque por fin hemos ganado frente a las chulas desquiciadas.

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