«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

La Gauche Divine del siglo XXI

29 de abril de 2015

Nietos de toreros disfrazados de ciclistas, ediles socialistas, putones verbeneros, peluqueros de esos que se llaman estilistas, musculitos, posturitas, cronistas carroñeros… En el concierto de Sabina estaban todos, todos menos los que estaban en la feria de Abril. La creme de la creme de la Hoz y el Martini. Los herederos de aquellos que brindaban con Ruinart en Maxim’s ensalzando al Che Guevara; aquellos que entonaban las melodías de Silvio Rodríguez y emulaban a los ídolos de mayo del 68 enamorándose al ritmo del Je t’aime moi non plus. Los descendientes de la Gauche Divine. Esos mismos que soñaban con Sierra Maestra desde sus palacios en el Fabourg Saint Honoré, y que ebrios de los mejores caldos discutían en casa de Mona Jiménez sobre lo divino y lo humano frente a unas lentejas y resolvían el mundo desde la Bodeguilla de Moncloa.

Hoy los cachorros de la izquierda caviar, adiestrados en Harvard, Georgetown o Brown, denostan desde sus oficinas de la Gran Manzana la política exterior yanqui desde la supremacía elitista que les confiere ser de izquierdas.

-Israel está llevando a cabo un genocidio con el beneplácito de Occidente- Comenta en Horcher un arquitecto cuya esposa se dedica a montar campamentos ecofriendly sólo para niñas en la campiña inglesa tras el obligado curso escolar en el colegio Estudio.

Ese ‘buenismo’ sólo adquirido por osmosis tras años leyendo el diario de Polanco y Cebrián y escuchando a Ana Belén.

Desayunan leyendo a Carmen Rigalt desde una hamaca del Tortuga Bay de Punta Cana pensando en cuál será la corbata, siempre de Hermés, que mejor combinará con sus tirantes. Vestidos como dandis de Savile Row, la izquierda versallesca disfruta de los placeres lúdicos más cosmopolitas. Campan por Almería y Formentera ataviados con sus menorquinas y cazando como moscas a mujeres de alta cuna y baja cama. Como Boyer con la Preysler, como Sabina con Oliart. Porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren. Ellos no quieren un amor civilizado, con recibos y escena del sofá, quieren contar cuentos de princesas de la boca de fresa, a la que llevarán el equipaje, hasta que sea demasiado tarde, princesa.

Pero esos snobs, beneficiarios como los jacobinos del way of life de aquellos a los que asaltaron y que ahora asaltan las arcas públicas, son irresistibles. Sólo ellos saben ponerse cursis  y tristes. Convertirse en tu todo, tu esclavo, tu fiebre, tu dueño. Pueden ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu Dios, tu asesino. Y tumbarse a tu lado en la alfombra, a la orilla de la chimenea, a esperar que suba la marea.  

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