«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.
Director de Rius TV en YouTube. Trabajó antes en La Vanguardia y en El Mundo. Director de e-notícies durante 23 años.

Generalidad proislámica

26 de noviembre de 2024

No deja de sorprenderme que el independentismo catalán, al menos hasta ahora, haya sido promusulmán y en cambio hispanófobo. Supongo que para atraer el voto magrebí a la causa.

En efecto, a los catalanes que también se sentían españoles —con los resultados electorales en mano más de 2,5 millones y me quedo corto—, se les insultaba desde las instituciones o desde TV3. Era el consabido lema de «Espanya ens roba» («España nos roba») y había estrellas de la cadena autonómica que decían «puta España» en antena o en twitter.

Yo siempre he dicho lo mismo: un periodista de TV3 en las redes también representa a TV3. Y más si es un periodista conocido o incluso una estrella.

El otro día, el colega Miquel Giménez, recordaba en el acto de presentación del último documental de Terra Ignota sobre el proceso en Barcelona —acertadamente titulado El gran engaño— que había uno que semejante insulto lo decía «cada noche».

Recuerdo que incluso hubo una manifestación en febrero del 2017 —a punto de llegar el clímax del procés— con el lema «volem acollir«. Se sumaron todos los partidos excepto Vox y PP. ¡Pero vi hasta a dirigentes de Ciudadanos en la marcha! Y desde luego de Junts y Esquerra. Además de los habituales de izquierda.

Habían hecho bandera del lema. Yo creo que hasta había algo subliminal: «Veis, nosotros queremos acoger, no como los españoles, que son unos bárbaros y no tienen corazón». Más o menos. En realidad, pasaba lo mismo con los menas. En mi opinión, habría que hacer con los menores extranjeros no acompañados lo mismo que con los nacionales cuando se escapan de casa: devolverlos a sus familias. Porque tienen padre y madre. Acoger a un mena no deja de ser un secuestro legal.

No obstante, aquí los partidos del proceso eran partidarios de acogerlos. Me temo que con la política de papeles para todos había la voluntad de seducir a los inmigrantes para, llegado el caso, votasen a favor en un eventual referéndum de autodeterminación.

Aunque sospecho que los extranjeros, al menos los que han venido ilegalmente, lo único que quieren son papeles. Les da igual que se los diera el Reino de España o una idílica República catalana.

Ahora hasta los de Junts han puesto el freno asustados por las perspectivas de Aliança Catalana, el partido de la alcaldesa de Ripoll, que no para de subir en las encuestas. Sin embargo, habían llegado a manifestarse delante del CIE de la Zona Franca para pedir su cierre. Como si fueran los de la CUP.

Con los menas pasaba lo mismo: «volem acollir» aunque en 2018 llegaron tantos que incluso dormían tirados en las comisarías de los Mossos. Y como informó LA GACETA el pasado viernes, la Generalidad ha destinado casi 1.000 millones a la atención de menores, incluidos menas, en cuatro años (2016-2020), según revelaba un reciente informe de la Sindicatura de Cuentas.

Es mucho dinero teniendo en cuenta que el endeudamiento roza ya casi los 90.000 millones de euros. No ha parado de crecer en los últimos años: Maragall lo dejó en unos 15.000 millones en el primer tripartito (2006). Montilla lo subió a 35.000 en el segundo (2010). Mas alcanzó los 72.000 millones en el 2015. Finalmente, Aragonès los 85.000 hace un año. Si la Generalitat fuera una empresa privada ya habría cerrado.

De hecho, los menores extranjeros no acompañados no han parado de llegar: de los 3.000 en 2016 a casi el doble en 2019 (5.600). Con el agravante de que a los dieciocho años se les deja en la calle y muchos de ellos caen en la pequeña delincuencia, incluso en la multirreincidencia. Tenemos un problema. Y gordo. Otro, quiero decir.

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