«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.
Iván Vélez (Cuenca, España, 1972). Arquitecto e investigador asociado de la Fundación Gustavo Bueno. Autor, entre otros, de los libros: Sobre la Leyenda Negra, El mito de Cortés, La conquista de México, Nuestro hombre en la CIA y Torquemada. El gran inquisidor. Además de publicar artículos en la prensa española y en revistas especializadas, ha participado en congresos de Filosofía e Historia.

Greta Thunberg quemada en efigie

12 de febrero de 2021

El pasado 20 de enero, a los 68 años de edad, falleció en Madrid el escritor José Luis Moreno-Ruiz, autor, entre otras muchas obras librescas, periodísticas e incluso discográficas, de un libro titulado La muñeca del ventrílocuo y otras narraciones (Laertes, Barcelona 1986). Cuando a finales de la pasada década, Greta Thunberg emergió de su infantil anonimato para convertirse en púber altavoz de determinados pavores ecológicos, la asocié automáticamente con el citado libro. Al cabo, los maquinales modos de la moralista sueca bien podrían haber inspirado al presentador de Rosa de sanatorio, título tomado de un soneto de Valle-Inclán que sirvió para dar nombre a su programa en aquella Radio 3 ochentera todavía no thunberguizada. Entre las particularísimas versiones de hagiografías y los relatos vampíricos contenidos en el volumen, la trayectoria de la Thunberg podría sin duda haber tenido cabida. Pero don José Luis se nos fue y no me consta que dejara comentario alguno sobre Greta.

Numerosos medios de comunicación del gigante sudasiático han criticado con dureza lo que se interpreta como un intento de desestabilización política operado so capa de medidas de lucha contra cambio climático

Retirada por un tiempo de la escena mediática, la zagala ha regresado a la actualidad gracias a la policía de Delhi, que ha abierto una investigación después de que la activista compartiera por error una serie de tuits que revelaron las instrucciones recibidas por la Poetic Justice Foundation. Radicada en Canadá, la fundación esgrime una jerigonza vinculada a la justicia poética que dice defender, para cuya difusión requiere de un rostro ajustado acaso al -Moreno-Ruiz dixit– «imbécil gesto común a todos los muñecos de los ventrílocuos». Sea como fuere, la elegida ha sido Greta, a quien se le han enviado una serie de instrucciones para, en coordinación con algunas personalidades de la farándula ecoglobalista, entre ellas Rihanna, atacar al gobierno indio. Las indicaciones, engavilladas bajo el hashtag #FarmersProtest, que los dedos de Greta no pudieron retener, incluían horarios de manifestaciones frente a embajadas de la India.

El episodio crematorio (…) muestra los verdaderos límites de la acción globalizadora: la existencia de sociedades políticas cuyas instituciones son incompatibles con los planes diseñados en lejanos despachos

La reacción hindú no se ha hecho esperar. Numerosos medios de comunicación del gigante sudasiático han criticado con dureza lo que se interpreta como un intento de desestabilización política operado so capa de medidas de lucha contra el cambio climático. A la acción mediática se ha sumado la del Ministerio de Relaciones Exteriores de la India, que ha emitido un comunicado en el que denuncia el intento de imposición de una agenda rechazada de plano por uno de los componentes del BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-. Mientras esto ocurría en las más altas instancias hindúes, en las calles, grupos de manifestantes han quemado carteles con el rostro de nuestra protagonista, por entender que se inmiscuye en asuntos que no le competen. En definitiva, Greta Thunberg ha sido quemada en efigie.

El episodio crematorio, de tan acendrada tradición en la misma India en las que hasta hace poco se mantenía el sati o entrega a la pira funeraria de la viuda tras la muerte del marido, muestra los verdaderos límites de la acción globalizadora: la existencia de sociedades políticas cuyas instituciones son incompatibles con los planes diseñados en lejanos despachos. El choque entre algunas agendas y la realidad no es, en absoluto, nuevo. Hace más de una década, la forzada implantación de estructuras democráticas demostró su esterilidad durante las llamadas primaveras árabes. Y ello a causa de un rígido formalismo que obviaba algo tan fundamental como la inexistencia de elementos materiales necesarios, entre ellos, el mercado, para que la democracia deseada arraigara en tan yerma tierra.

Pasto de las llamas, la efigie sueca, cuyos apocalípticos mensajes ya fueron ignorados por el necesariamente contaminante gigante chino, ha sido neutralizada en la también atómica República de la India, cuyo sistema de castas, inalterado durante la presencia británica, no es obstáculo para que un fuerte sentido patriótico se alce contra lo que muchos de los 1.400 millones de ciudadanos indios entienden como una intolerable injerencia. La incendiaria respuesta hindú contrasta con el cálido recibimiento que Greta recibió en España después de cruzar el Atlántico a bordo del catamarán La Vagabonde, en una costosísima y propagandística travesía que alcanzó su clímax cuando el Parlamento Europeo declaró el estado de emergencia climática como antesala de la celebración en Madrid de la cumbre del clima y de la presentación, por parte de la Comisión Europea, del borrador del Pacto Verde Europeo, parteluz ideológico entre «progresistas» y «conservadores». Dos meses después de que nuestros dirigentes más observantes de la doctrina climática se derritieran ante el advenimiento de la Thunberg, se confirmó en España el primer caso de coronavirus. Salvados los fastos del 8M al criminal precio -«el machismo mata más que el coronavirus»- de ocultar la verdadera magnitud de la epidemia, esta ha allanado el camino para el dominio económico e ideológico de muchos de los redactores de esa cartilla que con tanta crispación como insistencia nos ha leído Greta.

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