«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

Habaneando

28 de junio de 2021

¿Quién iba a decirme hace veinticinco años que en el mes de junio de 2021 se publicaría un libro escrito por mí en tan lejana fecha cuya trepidante acción transcurre en dos de los chakras o puntos neurálgicos y polos de energía de la Iberosfera? Esa palabra, que hoy campea en el nombre de este diario, no formaba parte entonces de mi vocabulario.

Sincronías, diría Jung, aunque retrotraídas en el tiempo…

Ese libro ‒Habáname, editorial Harkonnen‒ nació como guión de cine, iba a llamarse Foto de familia (en clara alusión a una pieza canora y gráfica de Silvio Rodríguez), se convirtió, mientras lo escribía, en novela, y acabó metido en un cajón de mi escritorio.  Aspiraba a ser una película de ambicioso presupuesto en régimen de coproducción con Hollywood, dirigida por Wayne Wang, que acaba de estrenar SmokeCigarros, en Iberoamérica. El guión era de Paul Auster, que en realidad la codirigió‒ y protagonizada por Andy García y Jorge Perugorría. Ínfulas, como se ve, no nos faltaban ni a mí ni a Juan Aleixander, productor de cine y televisión, que fue quien me financió.

Pero no pudo ser, quizá porque picábamos demasiado alto. Andy García, además, torció un poco el gesto, según se me dijo ‒yo no llegué a tratar con él‒, porque el texto no le pareció suficientemente anticastrista. Y tenía razón. No lo era. El argumento trataba de otras cosas, tales como amor, desamor, sexo, familia, emoción, nostalgia, amistad, aventura, desventura, crimen y estilos de vida.

Caí fascinado por lo que encontré en aquel pecio de la España colonial congelado en el tiempo por la dictadura

Rara vez, en todo caso, llegan a la pantalla los proyectos cinematográficos. Con razón se ha dicho siempre que el cine es una fábrica de sueños. Quizá fue por eso, entre otras razones que me llevaría demasiado tiempo explicar aquí, por lo que se transformó en una novela de doscientas cincuenta páginas lo que iba a ser un clásico guión de cine, lacónico y escueto. de unos cuarenta folios.

Su localización geográfica, como más arriba he insinuado, era bipolar: Cuba y Miami… Un solo país, en definitiva, con una misma alma dividida en dos zonas de muy distinto pálpito político, económico y social, y separada por un brazo de mar: el que Hemingway, de cayo en cayo, recorría a bordo del Pilar en busca de merlines y de submarinos nazis en los años de la segunda guerra mundial.

Yo ya conocía Miami, adonde me había enviado en 1981 Diario 16 para cubrir el acto de fundación de la belicosa cruzada anticastrista del comandante Hubert Matos, que a la postre se quedó en nada, pero nunca había estado en Cuba. Volé a ella, recorrí la isla de punta a punta, de costa a costa y de ron en ron, caí fascinado por lo que encontré en aquel pecio de la España colonial congelado en el tiempo por la dictadura y, poseído por un arrebato de incontenible creatividad literaria, me encerré durante cosa de tres semanas en una habitación del legendario Hotel Nacional, aporreando de sol a sol la misma máquina de escribir que ahora ocupa la portada del libro. Apenas había entonces ordenadores y, en cualquier caso, yo no empecé a utilizarlos hasta trece años después.

Quien desee averiguar cuál y en virtud de qué elige, tendrá que leer ‘Habáname’. No se me ocurre otra manera

Volví a España con el novelón a cuestas y… Abrevio. En la productora gustó mucho, pero no hubo forma de conseguir la palada de millones de pesetas que se requería para rodar la película. El texto fue a parar, como ya dije, al rincón de los manuscritos perdidos ‒no hay escritor que no lo tenga‒ y de él, hace unos meses, lo rescató el editor que hoy lo publica. ¿Es novela? Sí, pero con aroma de guión de cine. Y lleva un prólogo firmado nada menos que por Hedy Lamarr, una de las tres actrices de más portentosa belleza, junto a Ava Gardner y Marilyn, de la historia del cine. El cómo y el porqué de ese prólogo es un enigma planteado en las primeras páginas del libro, pero no aclarado. Hedy Lamarr nació veintidós años antes de que yo lo hiciera, inventó lo que hoy llamamos Wifi y murió en el 2000. No diré más. La literatura exige una pizca de misterio.

Habáname toca sólo de soslayo la política. Es una narración amable y de final feliz, aunque en su transcurso haya un asesinato y una suplantación de personalidad. Pero hay en ella un mensaje: el protagonista se ve enfrentado a dos estilos de vida y tiene que optar por uno de ellos… El american way of life, que es el de la Cuba de Miami, y el modo de vivir latino, que es el propio de la Cuba isleña y, en líneas generales, el de los países de la Iberosfera. Quien desee averiguar cuál y en virtud de qué elige, tendrá que leer el libro. No se me ocurre otra manera. No me gusta destripar las historias que el cine y la literatura inventan. Eso, a Hedy Lamarr, tampoco le gustaba, según me confesó aquel día en…

Chitón. A punto he estado de meter la pata.

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