Las derechas que ganan en Hispanoamérica tienen su foto con Trump. La tiene Noboa, de Ecuador. Milei, Bukele… No es posible una derecha antitrump. Y en Europa: Reform y AfD ya lideran las encuestas; Meloni, Le Pen, el Este… Son solo las formas decadentes de los democristianos (ni demos ni cristianos), en unión con el centro de Macron (orden público y leyes económicas del statu quo) las que se pretenden antitrump.
La realidad va por otro lado. Los debates importantes, por significativos, solo pueden darse dentro del trumpismo, entre sus márgenes: por un lado, Bannon, pidiendo bajadas de impuestos a los trabajadores y subidas a los ricos, guardián de una forma de nostalgia; o Musk, con su futurismo libertario más abierto a lo global y hasta a lo espacial.
MAGA frente a tecno-oligarcas. Izquierda frente a derecha, populismo frente a élites, pasado frente a futuro. También en política internacional. Hay una división en el trumpismo entre los MAGA y los neoconservadores remanentes visible en la posición sobre Irán y Gaza.
Es la división real, sobre lo real. Sin embargo, nosotros habitamos una especie de invernadero, congelados en el tiempo, en una realidad secuestrada, un poco norcoreana ya, con noticias como que el PP quiere robarle a Vox 500.000 votos anti-Trump.
Necesitan para este delirio, dado que poco más tienen ya, construir un Trump mussolinesco, negativísimo, irreal hasta la ciencia ficción.
Porque hasta la izquierda mundial admite ya a Trump. Bill Maher, una estrellla de la televisión, por completo afín al partido demócrata, una especie de Gran Wyoming con talento real y auténtica influencia cenó con Trump y lo ha contado.
Kid Rock, amigo común, organizó un encuentro en la Casa Blanca y Maher, enemigo acérrimo, acudió con una lista impresa de 60 epítetos insultantes que Trump le había dedicado. Se la firmó. Maher tampoco se había quedado corto. Llegó a decir que Trump era el producto de una relación sexual entre su madre y un orangután.
Pero cenaron y Maher salió más o menos encantado. Trump no es un loco, ha declarado. Como mucho es alguien que juega el papel de loco. Contó que estuvo más cómodo de lo que hubiera estado con Obama o Clinton, que Trump le comprendió, le escuchó, le miro a los ojos, le pidió consejo y se rió de sí mismo, y que no quiso convencerlo, ni le pidió adhesión. Mostró un deseo real de aceptarlo incluso como amigo. Encontró una persona «generosa, graciosa y mesurada». Y aunque lo importante no sea el Trump privado sino el público, declaró que le tranquiliza saber que esa persona existe.
No solo el muy progre Bill Maher. Slavoj Zizek acaba de pedir un Trump de izquierdas. Según el filósofo comunista, Trump no está loco y su plan de los aranceles está muy bien pensado.
Para Zizek, Trump es un Roosevelt actual y no un fascista. Sus defectos y excesos lo revelan humano, uno como nosotros, y ya traslada su temor a Vance o lo transhumano que pudiera surgir de Musk o Thiel. Zizek asume que Trump le ha robado a la izquierda la subversión y como forma consolatoria de militancia propone a Bernie Sanders en tanto lenguaje de la «decencia y la moral» frente a la «obscenidad» de Trump, que en realidad sería un posmoderno.
Incluso la izquierda asume y entiende el estilo de Trump, su racionalidad de fondo y hasta su humanidad. Maher, Zizek… ¡pero no los peperos y su papagalia! Estar fuera de Trump es estar fuera de la realidad.
(Nota: mientras el establishment patrio demoniza a Trump como forma de detener el avance de lo real, lanza sondas y unidades filotrumpianas que, en réplica del primer ayusismo, van rebañando Overton).