No cabe refugiarse en realidades ideales, no es posible escoger entre el bien y el mal absolutos, este es un principio básico de cualquiera que tenga que decidir entre una opción u otra de gobierno en una sociedad democrática. En el mundo real existen grados de corrupción y desgobierno, entre otras cosas por la capacidad de gestionar de unos equipos directivos al margen de su mayor o menor inmoralidad. Creo que a estas alturas Maquiavelo no debería sorprender a nadie. Cuando oigo a los socialistas criticar impúdicamente a miembros del PP, no puedo más que recordar su propia trayectoria pasada y presente, por no pensar con seguridad en la futura.
Es cierto que el mecanismo de financiación de los partidos políticos ha pasado por aprovechar el poder para a través de licencias y demás prebendas mantener sus propias estructuras, en otros países eso está institucionalizado, en España hipócritamente se rechazo dicha idea quedando así abiertas las puertas a la necesaria financiación ilegal de sus estructuras. ¡Quien se puede creer que tanta gente pueda ser mantenida únicamente por las concesiones que le otorga legalmente la constitución! Por ello están todos hasta las cejas. Lo malo es que dentro de esas organizaciones siempre hay los que se aprovechan para que se les quede “algo” entre los dedos.
Para decidir a quién hay que votar siendo egoístas y lógicos debemos analizar fríamente entre los futuros candidatos tres aspectos fundamentales, el primero: analizar cifras, es decir cantidades “distraídas y desviadas del curso político y económico normal” para determinar a la hora de escoger quienes son menos perjudiciales para el conjunto de la ciudadanía, pues no es lo mismo tener 38 de fiebre que 42, y ver que es sostenible, tapándose la nariz si se quiere, siendo realistas a la hora de estudiar los problemas evitando demagogias. Quien más “distraiga peor” sí vale, desde un punto de vista práctico, no moral, lo de “y tú más” no nos engañemos hay grados… La corrupción en el PP se mide en cientos la del PSOE y los nacionalistas en miles. Es duro pero los números cantan. En cuanto al desgobierno y la quiebra del país sobran comentarios.
Dos: Ver propuesta realistas, por ejemplo: no será mejor el copago sanitario que la ausencia de servicio público sanitario, una educación más cara y de mejor calidad que ninguna, unas pensiones aunque reducidas pero existentes, pagar impuestos y disfrutar de servicios públicos, tener seguridad, aunque nos vigilen un poco, todo el mundo aspira a lo máximo, pero eso no es posible, materialmente imposible, no seamos infantiles si sistemáticamente gastamos más de lo que se ingresa y demagógicamente se sueltan las amarras lo que ocurre es que todo el sistema acaba por derrumbarse y “se acabó lo que se daba” que dirían los castizos y luego el llanto y crujir de dientes. Pregunten por el fin de los regímenes basados en propuestas incluso sinceramente utópicas.
Tres: la capacidad de gestión que viene determinada por la calidad de los gestores. Un Estado no solo son tres dirigentes en la cúspide y ni aun así, se requiere un aparato político y económicamente competente en el sentido más profesional y estricto de la palabra, basta ver el desastre de las cajas de ahorros. Los bancos lo habrán hecho mejor o peor dirigidos por profesionales ¡pero las cajas por políticos y aficionados hay que ver el agujero que nos dejaron! No cabe duda que al margen de las simpatías el PP tiene mejores equipos de gestión, lo han demostrado en dos ocasiones. Cada vez que los del PSOE se hacen cargo del país lo hunden.
Es verdad que el PP ha engañado a sus votantes, y no vale la disculpa de que ignoraba lo que se le venía encima, aparte de que controlaba muchas autonomías, todos los analistas económicos lo tenían perfectamente claro. También es cierto que pasaron de muchas medidas, actitudes, posturas ante el separatismo y principios, que no tenían coste económico. Bájense del pedestal, reconozcan que se han equivocado, pidan perdón y aprendan la lección de una vez por todas. ¡Rectifiquen emocionalmente! Solo así podrán recuperar a una parte del voto perdido. ¡Céntrense en el pensamiento de sus electores, olvídense de intentar convertir a los contrarios! En España los partidos son como los clubs de futbol, aunque al país le guste románticamente jugar a las izquierdas hay que apelar a las carteras, descaradamente, eso moviliza y hace sanar muchos resentimientos y convierte a muchos teóricos.
Pues es vital para España, no vuelvan por tercos a decepcionar a su electorado, si el país vuelve a caer en un frente popular, en un arrebato justiciero, (no del todo imposible dada la irracionalidad política de un amplio sector de la población española) todo lo conseguido se perderá y pasaremos a una situación de desgobierno que nos puede sacar literalmente del mapa.