Al lío. Voy a intentar huir de la empalagosa cursilería, que voy a empezar a alabar a Iniesta y sé que lo pasa mal, es muy tímido. Cuando ya casi media España había mandado a nuestra Selección a pastar, renegando de ella y sin esperanzas. Cuando casi la veíamos como algo tan trasnochado como esos vinilos que ocupan los cajones de casa. Y en las tertulias se daban golpes en la mesa preguntando por España como en el filme de los Monty Python -sí, La vida de Brian-: “¿Qué han hecho los romanos por nosotros… además del acueducto, el alcantarillado, la Sanidad, la Educación, los baños públicos, el vino, las carreteras…”, entonces, llega Andrés Iniesta. ¡Toda España subida al carro otra vez! Ay, el Marqués, cuánto debe a algunos de estos muchachos… Iniesta nos trae ese momento ‘que se paren los pulsos’, que cantaba la copla. Una sensación de viajar en el tiempo a otras copas del Mundo, de Europa… Vosotros, como yo, habéis visto goles que jamás creeríais. Un pase, y otro… y otro, al ritmo de un molto vivace y un allegro. Pero Iniesta mira al suelo y repite lo de la importancia del equipo. Lo de La Bola de Cristal, “solo no puedes; con amigos, sí”. Pero no nos engaña, mirábamos de reojo al partido de Croacia y al momento ‘lesión de Modric’, y no. Observábamos cómo medio equipo croata entraba en pánico y se echaba sobre él para preguntarle por su estado (médico, civil…lo que fuera). Fue la imagen de la inquietud, la zozobra, la Eurocopa en el alambre sin el líder. Tipos como Modric, como Iniesta, te transmiten que la obra de arte suena más callada. Pero no menos emocionante. Di Stéfano comentaba a Luis Aragonés cada vez que se encontraban: “¡Luis! ¡El petiso es el mejor!” refiriéndose a Xavi Hernández. Imaginen qué diría ahora si viera a Iniesta. Para los madridistas, Andrés es ese enemigo al que admiramos. Ese rival al que es imposible odiar. Creo que el turco Inan aún está mirando al cielo buscando el balón tras el sombrero del 6 español. Un balón como sostenido, como desmayado, venciendo la gravedad del planeta. Porque el balón en los pies de Iniesta es una fábula que te sigue haciendo creer en lo increíble; una historia tal que si en el amor todo lo que sube, baja, aquí no está obligado a bajar. Cuando Lippi definía a Pirlo: “Es un líder que habla con los pies”. Iniesta es el reflejo del miedo en la cara del rival como cuando Irureta advertía a los periodistas aquel día en el que el Deportivo se enfrentó al Milán: “Vosotros hablad de Schevchenko y de Inzaghi, que yo ya me preocuparé de frenar a Pirlo”. Pues eso, no Iniesta, no party. Y tenemos a Andrés, a pesar de que esta Eurocopa no está siendo la mesura aquella de los griegos, lo de respetar a los contrarios. Visionando las escenas dantescas entre rusos, ingleses…. está claro que la violencia se alimenta de sí misma. Y la seguridad y el valor de Europa que hablaba Jean Daniel, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, parecen tambalearse con un fanatismo que se creía erradicado: “En esta reunión de pueblos libres cuyo deseo de vivir juntos honra a la Humanidad, es una causa sagrada. Y, sin embargo, esa causa es la que, súbitamente, se ha visto nuevamente amenazada”. Las gradas turcas encontraron su diana en Arda Turan, pitado por sus compatriotas como si no hubiera un mañana. Casi lo convierten en material de derribo. Como un vodka a las cinco de la mañana, cada insulto iba directo al hígado del turco. Lo de George Steiner, “la palabra faltante”. Espero que Turan no dé demasiada importancia (la justa y necesaria), y relativice mejor con el humor de Heinrich Heine, “después del llanto más sublime acaba uno por sonarse”. Al fin y al cabo, That’s entertainment. Tras abrazar y animar a Turan, Iniesta había completado otro partido como un Dionisos, invitándonos a entrar en éxtasis un partido más. Y de fondo sonaba I’m a Believer, de The Monkees. A Iniesta jamás nadie se habrá atrevido a decirle “deja de joder con la pelota”, a lo Serrat. Cada pelota queda imantada a su pie, como si supiera ya que allí va a ser arropada. Como si lo de André Breton, “deseo que seas locamente amada” fuera por ella. Mientras exista Iniesta seguiremos fieles, siendo animales de la misma camada. Toda una experiencia generacional.