«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Helados en abril

30 de abril de 2025

En algún momento durante el Apagón, los españoles tuvimos que afrontar el drama del congelador: si no nos comíamos los cornettos, se iban a derretir. Los españoles, disfrutones pero con los nervios de acero, se vieron ante el profundo dilema de sacar los minimagnums o arriesgarse a perderlos.

También era una oportunidad que nos daba la vida: comer helados en abril. Incluso comer helados en abril charlando con la familia (en el caso de que uno pudiera dar con su familia). ¿Seremos capaces de aprender esta lección?

Esta sería, según la prensa oficial, la situación el día en que mucha gente las pasó canutas. Los enfermos y las personas mayores afrontaron un grave riesgo y hasta hubo quien se murió, detalle que parece casi anecdótico, como si los hubiera matado un rayo.

Porque lo importante es entender que un apagón es cosa del azar; que el clima depende de la política, pero un colapso del sistema se parece más bien a un cometa. Depende de las matemáticas cósmicas y de Dios.  

También saber que España volvió a asombrar al mundo: autogestión en los semáforos, terrazas llenas, coreografías y gente bailando la conga en el retorno a un mundo sin pantallas… Gracias, Gobierno de España, por un día tan bonito. Gracias por este tardeo inolvidable.

Aunque tampoco era toda España, sino la que sacan. Algunos barrios, un ramillete escogido cuya forja y merma ha costado miles de millones de euros en propaganda e idiotización.

También había otra España; una que mandaba a los niños y a la suegra a arramblar en el chino, capaz de matar por una lata de mejillones picantes.

El lunes se falló, hasta ahí llegan incluso los intelectuales orgánicos de la izquierda, es decir, de la pasta, pero al día siguiente, con un particular sentido de la exmergencia, tocaba que «el Estado volviera a estar presente en toda su plenitud» (un tertuliano lo dijo aun mejor, le pidió al Estado «toda su argamasa»).

El sonriente Rey presidió con Sánchez el Consejo de Seguridad Nacional; Almeida el PEMAM, plan de emergencias municipal, y Ayuso el PLATERCAM en una sala donde ponía «sala de crisis». Esto se repetiría por «toda la geografía». Hasta Feijoo reunió a su comité. Posó junto al ordenador como en la crisis de los misiles con unas botellitas de agua sin abrir y unas caras borrosas al fondo entre las que se adivinaba la de González Pons, el autor de la frase «el cambio climático es verdad o es una gran idea».

El PP de la 2030 pretende ahora la Agenda 1314, pero recordamos el «100% Verde» de Moreno Bonilla o cuando presumían de cerrar la central de Garoña (vídeo de 2017 rescatado del olvido por la pasmosa Isabel García)…

En unos años hemos vivido lo que Sémper llamaría la naturalización de Bildu, la gestión del Covid, la Amnistía, la DANA y ahora el apagón. Y España ha respondido con congas. A lo mejor usted, lector, se ha vuelto loco, pero muchos se han forrado y a la gente, a la buena gente, a la gente alegre y feliz, le toca un pie. ¡Menos extremismos y más congas! ¡Menos extremismos y más papismo! Todas las semanas se lo tengo que decir…

También ha ido cambiando algo estos años: primero fue la ideología de género, luego lo woke y lo trans, después la inmigración y ahora el disparate de las políticas verdes. Van cayendo tabúes. Lo que en 2020 era radicalismo extremo de ultras lo dicen ahora, y pasan por moderadas y hasta por listas, personas con todas las credenciales a las que solo les falta, ay, ser invitadas a la conga.

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