«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.
Es licenciado en periodismo; doctor en Economía Aplicada y BA (Hons) en la Universidad de Essex (Reino Unido). Dedicado durante décadas al periodismo económico y de investigación trabajó para El País, Le Monde, Diario 16, Cambio 16, Le Soir, Avui, Radio Nacional de España y El Noticiero Universal. Fue el primer director de Intereconomía Televisión y también director editorial de Grupo Intereconomía. Entre otros premios obtuvo la Antena de Oro de la Televisión por Más se perdió en Cuba.

Hikikomori, por favor

29 de abril de 2014

Parece que 700.000 jóvenes japoneses han entregado su vida –algunos en sentido lato- al aislamiento. Sufren tanto por lo que hay fuera, les duele tanto que deciden aislarse, ensimismarse, encerrarse entre videojuegos, televisión y temores. Viven islas de Robinsones, sin haber oído a Rajoy en el Senado. Es la exageración inexplicable, pero debo confesarles que empiezo a compartir algo de “fobia social”; algo de mejor dentro que fuera.

No se si en Japón pasa, pero aquí es obvio que lo mío tiene que ver con la dimensión moral (nunca tan decaída)  en mi país.  Aquello de Unanumo: “Me duele España” me temo que, con Zapatero, hizo metástasis y que el PP solo es capaz de cuidados paliativos. En España el mar está molto mosso desde que Zapatero no obligó a huir de casi todo. Ande el memo por ahí presumiendo de que un ministro australiano (nacido varón- haya “elegido” España para casarse con un manolito down under. No tengo palabras.

Estoy por el “hikikomori”  de marras por lo que de la corrupción subyace. Sabía lo del PSOE y lo del PP, pero me duelen los “intrusos” en los ERE y los cientos de miles de españoles –no peores que yo- que pagan, que tragan y-aun peor- que cobran de todo esto.

En tiempo de elecciones nos piden el voto pero no atacan el cáncer que nos corroe ya por cerca del hueso. No esperaba a Superman, ni a Spiderman, si acaso unos litros de Salfumán purificador. Ese clorhídrico que acaba con todo y que en América llaman benévolamente “sal marina”. Con eso hubiera bastado, hace un par de años, hoy quizá llegue tarde.

En lugar de  salfumán, hemos tenido indultos, reparto político del mundo judicial, presiones a algunos jueces y sensación de cambio de cromos. Una casta política de tercera que no pone el contador a cero. Servidores del Estado… como a ellos mismos complace y con furor regulatorio.

Tanto es el furor que no podré refugiarme ni en el fútbol porque Ana Mato se obstina en regularlo casi en horario infantil. No podré ni refugiarme en ver los monumentos, la gloria pasada de mi país, porque con la defensa que hace de ellos el Notario mayor del Reino (Ruiz Gallardón) los acabaremos perdiendo. Interpelado el ministro sobre ceder la catedral-mezquita-catedral de Córdoba ofrece dos razones para no cederlo, que compiten en mezquindad. Uno, dice que no podríamos pagar la indemnización a la Iglesia católica (sic). Otro, que tal como está por ocho euritos podemos disfrutar todos del templo. ¡Tremendo criterio!

 

Tendré que encerrarme en mi habitación, como los japoneses, y aislarme bien para que no me lleguen los ecos del apaño PP-PSOE; de las  Constituciones prêt-a-porter  y de los intercambios ERE’s por Gürtel.  Eso y ver que los regeneradores de la patria están castigados a uno o dos escaños en la Europeas. Que la abstención gane elecciones por asco por falta de ejemplo de nuestra clase política.  Y que no sepamos encontrar el buen camino. Ese retumbar me lleva, como a los adolescentes nipones, al “hikikomori”.

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