El domingo pasado me preguntaba en esta misma TribunaĀ āPor quĆ©āĀ un digital nacional trataba de convencer a sus lectores de que a un determinado Partido polĆtico ānadieā lo conocĆa y nadie lo votaba. El objetivo de ese artĆculo fue poner de manifiesto una clamorosa mala praxis de la profesión periodĆstica e intentar reparar la injusticia cometida contra la persona del lĆder de ese Partido. Pero creo que ācomo profetizaba Chestertonā ha llegado la Ć©poca en la que hay que explicar lo evidente. Por eso, voy a tratar de ofrecer alguna hipótesis como posibles respuestas a eseĀ Por quĆ©.
Por ejemplo: ĀæHabrĆ” algĆŗn grupo social (en particular āaunque no exclusivamenteā el católico) que no encuentre en ninguno de los programas de los cuatro Partidos mĆ”s conocidos determinados elementos que para ellos sean fundamentales? ĀæPodrĆan ser esos elementos algunos de los que la Iglesia califica como āprincipios no negociablesā? ĀæPor ejemplo, un diĆ”fano rechazo delĀ abortoĀ y de laĀ eutanasia; una apuesta sincera a favor de la familia fundada en el matrimonio entre el hombre y la mujer; o una defensa clara, equilibrada y sin complejos de laĀ libertad religiosa?Ā ĀæSerĆ” razonable pensar que, si conocieran ese programa (sin distorsiones), probablemente, en alguna proporción, personas de ese grupo social āy, posiblemente, otrasā orientarĆan en esa dirección su voto?
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Estas preguntas nos conducen a otras como: ĀæQuiĆ©n puede estar interesado en privar o deformar a los ciudadanos el programa polĆtico de un Partido con tales caracterĆsticas? ĀæQuizĆ” otro Partido que tema que sus posibles votantes puedan preferir ese otro programa al propio? ĀæQuizĆ” un Partido que haya conseguido millones de votos en comicios anteriores con esos mismos elementos que ahora su programa no contiene?Ā ĀæPodrĆa ese Partido, ante la amenaza de perder votos en beneficio de otro programa mĆ”s acorde con los valores de ese grupo social, tratar de impedir ese cambio de opción tambiĆ©n atacando a su lĆder, a la vez que evita afrontar el debate de las ideas?
Mi conclusiónāademĆ”s de una reivindicación de un periodismo verdadero que no estĆ© al servicio del poder, sino de la verdadā es una invitación a que el Ć”mbito de la polĆtica nacional se mueva mĆ”s en torno al debate de las ideas, y menos al ritmo de los pulsos del poder, del marketing o de la estrategia. Es decir, una invitación a desear sinceramente que todos puedan expresar y dar a conocer sus propuestas polĆticas de tal manera que toda la sociedad pueda conocerlas, para valorarlas, para poder compararlas y para que, de esa manera, poder libremente elegir, a partir de una información honrada y veraz.Ā Estoy convencido de que de este cambio saldrĆa beneficiada toda la sociedad.
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