«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Hoy ríen, mañana llorarán

6 de abril de 2025

Quizás Carlos Jesús fue lo más cerca que estuvimos de un profeta. «Vendrán 13 millones de naves intergalácticas». Pero no le hicimos mucho caso.

Carlos Jesús no era un vidente, uno más, sino que traía un mensaje. Venía a avisarnos. Venía a avisar a la España de los 90 de la que se avecinaba.

Mezclaba lo divino, lo espacial y lo tecnológico. Era una cosa rara. Decía descender de Cristo y venir de Raticulín, donde había querubines y arcángeles. Pero también extraterrestres, siempre avanzados (los auténticos europeos). Él decía llevar dentro microchips. Era biónico, transhumanista y transcendente.

Carlos Jesús, que parecía el cantante Roberto Carlos vestido de nazareno, era uno y trino, también Crístofe y Micaé. Saltaba de uno a otro por el fenómeno del «cruzamiento» y su voz iba cambiando como si le pusieran reverb. Componía un triángulo con las manos y soplaba, fiu, fiu, como un mago haciendo el truco de la Trinidad.

Al principio era muy paciente con Cárdenas, y hasta risueño. «Tienes menos fe que un candil apagao«, le decía, pero luego se vio que ya le molestaba tanto cachondeíto. De hecho, le recordamos con mecha corta. «Hoy ríen, mañana llorarán». Tenía esa cosa intemperante de todo profeta.

Carlos Jesús sería un friqui, pero al menos tenía coartada científica. Igual que Electro recibió un rayo, él sufrió una descarga eléctrica cuando trabajaba en la Pegaso de Mataró. Allí, en 1980, se le apareció Cristo (por favor, que no hagan película Los Javis).

Para él, este mundo era un tránsito. Pero también una entreplanta. Su mundo era de ascensiones y descensos, como si fuéramos el Alavés. Avisaba de que los extraterrestres bajarían y a nosotros nos quería elevar por «arrebatamiento». Su máximo poder era la levitación, poner a levitar a alguien. En su consulta de Dos Hermanas, como un personal trainer, hacía que las mujeres movieran las piernas. Era su introducción a la ingravidez y de paso mejoraban la circulación.

Echar las cartas estaba entonces al alcance de muchos, pero lo suyo era otra cosa. Tampoco se quedaba en los extraterrestres. No era vidente, ni marciano. Carlos Jesús era «mensajero de fe», místico y «crístico», y por eso se desdoblaba en Crístofe, que a su vez era, igual que Han Solo, portador de la nave de Ganímedes. Con ella traía y llevaba seres como un Open Arms.

¿Quién tenía más fe, Carlos Jesús o un obispo?

Llevaba ya seis vidas, según contó, así que acaba de gastar la séptima. Para alguien como él, no debería de ser difícil encontrar acomodo en otro cuerpo, pero… ¿y nosotros? Ojalá nuestros espíritus vuelvan a encontrarlo. Ojalá su voz en otra dimensión. Y que lo que nos diga nos suene. «¿Cómo…? ¿Has dicho que vienes de Raticulín?».

Fondo newsletter