«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Alicante, 1987. Escribe noticias desde que tiene uso de razón. Ha trabajado en radio, prensa escrita y televisión en medios como Radio Intereconomía, El Toro TV y Okdiario. Siempre en los últimos reductos de la libertad de expresión.
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Ilustre Elisa de los gatos

26 de enero de 2023

Transcurría con total anormalidad el acto de la Universidad Complutense en el que se nombraba alumna ilustre a Isabel Díaz Ayuso. Con la anormalidad que ya es tan normal en nuestras universidades públicas: las personas sin filiación de izquierdas son «fascistas» y no pueden pisarlas. En un momento dado, en las televisiones, –en 7NN lo ofrecimos en directo– vimos subir a la tribuna a alguien que parecía gritar señalando hacia la presidenta madrileña. A mí, la pista de que íbamos a oír algo reseñable me la dio que de lejos no era capaz de distinguir si la persona gritona era hombre o mujer. Y ahí estaba: Elisa María Lozano. 

Elisa no nos defraudó. La charo cachorra, como la llama mi director, Antonio O’Mullony, chilló, nos contó sus traumas, nos invitó a buscar «comentarios de mierda» en Internet, y por último se marchó amenazando con romper su diploma pero sin romperlo porque el título que la avala como la mejor de su promoción conlleva un premio económico. Elisa es progre pero no tonta –del todo–. Bastante que no nos tiró un gato como la señora de los Simpson. 

La alumna elegida para hablar en nombre de sus compañeros terminó además su arenga con un grito que resumía perfectamente todo lo ocurrido: «¡Ayuso, pepera, los ilustres están fuera!«. Porque ese es realmente el problema. No la politización de la Universidad, no la titulitis, no la falta de becas -que ella, desde luego, no ha padecido-. El problema real para Elisa María y muchos de sus sectarios profesores y compañeros es que Ayuso es pepera. No es de izquierdas. Es facha, y si va a «su» universidad, provoca. Aunque lleve falda a media pierna o pantalón. No por haberlo visto más veces, con Rosa Díaz, Leopoldo López, Macarena Olona o Cayetana Álvarez de Toledo, el acoso a alguien conservador que se siente libre para ir a sitios que también le pertenecen, deja de ser espeluznante.

Elisa María Lozano es una digna representante de su tiempo. No sabe hablar español, pero nos quiere enseñar a los demás a pensar. A «tener criterio», según nos aulló. Pidió a sus compañeros dedicar sus esfuerzos a hacer «cine político». Podría ser buena alumna del irrelevate Eduardo Casanova, ese chico que nos vende que es artista, y ha resultado ser como mucho experto en lavativas; que pide dinero público para «cine antifascista». O de la propia Ángela Rodríguez Pam, experta en reírse de las víctimas de los violadores que salen en libertad gracias a su ministerio.

Para ser justos, seguro que Pam es experta en más cosas, solo que todavía las mantiene en secreto.  

Los gritos de Eli, para los amigos, pueden parecer una anécdota, pero son la advertencia de lo que nos espera a los disidentes siempre que nos atrevamos a salirnos un milímetro del guion que la izquierda nos ha diseñado: todo el espacio político, mediático y «cultural» es suyo. Y si intentamos reclamarlo, seremos castigados con golpes, como los que trataron de propinar a Ayuso algunos manifestantes; insultos –«rata», «asesina», «cucaracha»– y la superioridad moral de los inmorales que miserablemente afirman que se lo habría buscado. María Elisa, y las generaciones a las que dejemos educarse así, son el problema, no la solución. 

A todo esto, ya es jueves y la ministra Irene Montero sigue sin condenar la «violencia política» sufrida por Díaz Ayuso. No sabemos si ser de derechas invalida el hecho de que sea mujer, o que la ministra de Igualdad está muy ocupada tratando de corregir la ley promulgada por ella misma que ha beneficiado a más de 250 violadores. Sí, debe ser eso. 

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