La presente situación nacional está poniendo de manifiesto la incapacidad de una gran parte de la clase política para distinguir entre el procedimiento para acceder al poder y el fin, en última instancia, de cualquier gobierno cuya misión es la de gestionar y administrar el bien común de todos los ciudadanos. La inmadurez política que tal actitud o postura refleja es preocupante en cuanto pone en peligro al propio sistema, el cual puede verse rebasado por el hartazgo de una ciudadanía, que en realidad, salvo grupos muy determinados, lo único que desea es que avance la sociedad en paz y orden para poder ocuparse libremente de realizar y alcanzar sus propios objetivos.
No se puede perder tanto tiempo escogiendo a unos personajes imbuidos de protagonismo teatral, pues hoy la política económica, clave de cualquier Estado, viene marcada desde la UE, en cuanto a la social hace muchos años ya se ha llegado a un compromiso a nivel europeo, la militar o defensa está igualmente encardinada a la Alianza Atlántica, por tanto estamos hablando de absurdos personalismos sin que tal falta de sentido pase factura.
El punto más conflictivo que en este momento tenemos en España es la fractura territorial que amenaza con disolver la nación, eje a través del que conectamos con la nueva realidad europea, que nadie se engañe si tal base faltase se perdería cualquier capacidad de reacción o maniobra que amenazaría con desintegrar a la propia UE, sobre todo tras el Brexit británico. El no aunarse para frenar esta deriva, es verdad que generada desde hace bastantes años, de la que son todos igualmente responsables, es una prueba más del suicida personalismo de los partidos y sobre todo de sus secretarios generales.
A este empacho electoralista contribuye la constante referencia de los medios de comunicación al detalle más insignificante de los actores de esta comedia electoral, camuflando como de interés público, cualquier declaración de intenciones o manifestación intrascendente, en realidad para morbosamente ir rellenando los espacios informativos de noticias. Es excesivo el protagonismo e importancia que se le proporciona a esta cuestión, sobre todo a sus protagonistas. Falta una crítica profunda a los fallos del sistema y a los verdaderos problemas que nos asedian, una postura realista a la hora de valorar cuestiones tan delicadas como la financiación de los partidos o y no rasgarse las vestiduras en panegíricos puritanos tan ajenos al carácter nacional.
No se puede aprovechando las circunstancias, por poner un ejemplo, por atacar al contrario, cuestionar y criticar con saña un nombramientos como el del ex ministro Soria, aunque él personalmente pueda no caernos bien, al fin y al cabo una persona declarada inocente, de anteriores acusaciones, empresario antes de estar en política, al que no se le haya imputado ningún delito, economista y técnico de la administración del estado, cuando para cargos públicos esos mismo críticos, cuando ostentaban el poder, nombraron a personajes del calibre de Magdalena Alvarez, Bibiana Aído, Leire Pajín y demás comparsa para cargos similares. Es un acto de soberana hipocresía y cinismo. No digo que no haya que poner orden en el tema de las sillas giratorias, pero debemos ser más objetivos y buscar una solución entre todos, aunque cuidando desde luego que las personas de valía no huyan de toda responsabilidad política, quedando esta en manos de incompetentes o ambiciosos sin escrúpulos sin formación ni experiencia.