Esta semana hemos presentado en Madrid la Plataforma por las Libertades. La plataforma tiene como objetivo la defensa de la libertad frente a la imposición de las llamadas leyes de ideología de género. Y nada más ver la luz, ayer, cuando nos encontrábamos informando de las leyes LGTBI aprobadas en distintos puntos de nuestra geografía, vemos con estupor como en un acto de totalitarismo y de tiranía propia de los peores regímenes, la Comunidad de Madrid ha multado al director del colegio Juan Pablo II con una sanción por incumplir la Ley LGTBI. Resulta que este director, Carlos Martinez, había discrepado. Este director, cumpliendo con su obligación de velar por lo mejor para los niños y cumpliendo con la tarea que los padres le habían encomendado -educar a sus hijos en el ideario católico del colegio- había osado ¡fíjense que atrevimiento! en dirigirse a los padres por carta denunciando la incompatibilidad que suponía dar los contenidos que impone la Ley con el ideario del colegio.
Sí señores, como lo están leyendo. No estoy hablando de Cuba, donde los niños son adoctrinados en “Socialismo o muerte”, estoy hablando de España, dónde pensábamos que la libertad era un valor conquistado. Pero resulta que no es así, resulta que gracias al régimen adoctrinador impuesto por todos los partidos parlamentarios, nuestros niños, como nos despistemos acabarán gritando: “género o sanción”. O llegarán a casa a merendar cualquier día y tendremos el siguiente dialogo con nuestro hijo de doce años:
“¿Juan qué tal hoy en el cole? Bien mamá, hoy la profesora de igualdad me ha sacado de clase y me ha dicho que durante todo el día en vez de ser Juan, iba a ser Valentina, que por favor volviera a entrar en clase y contará a mis compañeros mi nueva identidad de género, ellos tenían que respetar mi nueva elección y yo he tenido que explicarles con detalles mis nuevas prácticas sexuales y el nuevo modelo de familia”. (Datos obtenidos de manuales de cursos ya impartidos en colegios en Madrid) .El día que se produzca ese hecho será tarde para reaccionar.
No vamos a esperar a que lleguéis a nuestros niños. Se ha acabado nuestra paciencia. Estamos indignados y estamos cansados de la continua intromisión del Estado en nuestras vidas, hartos de la continua vulneración de nuestros derechos y libertades básicas. Nos hemos cansado de comprobar como unos seudopolíticos que trabajan para los líderes del mundialismo, sumisos, cabizbajos y arrastrando su dignidad, cumplen las consignas del totalitarismo de género o de lo que toque, imponiéndonos una visión del mundo sesgada, equivocada y que no respeta la nuestra.
A partir de hoy nos plantamos los que siempre hemos estado callados, los silenciosos, los educados, los tolerantes, los respetuosos con la diversidad, los que intentamos integrar, los que nunca se nos ha ocurrido discriminar a nadie. Los que nunca hemos hecho diferencias porque pensamos y defendemos que todos, todos, somos iguales en dignidad, da igual la raza, la religión o la sexualidad. Hemos aguantado todo tipo intromisiones: en nuestros bolsillos, cuando nos suben los impuestos despreciando el fruto de nuestro esfuerzo; en nuestra forma de vida; en nuestra libertad religiosa, que ya se puede irrumpir desnuda en una capilla lanzando consignas de odio; en nuestros medios de comunicación, cada vez más dominados y obedientes; hasta en nuestra forma de pago… Pero esto ya no, esto va demasiado lejos. Esto no lo vamos a consentir: que los políticos y el Estado se atrevan a entrar en nuestras casas y colegios a adoctrinar a nuestros hijos, y que el simple hecho de denunciarlo conlleve una multa, eso no, desde luego que ni hablar ¡No con nuestros hijos!
Ahora, os exigimos a los políticos que nos escuchéis y os lo vamos a decir muy claro: No vamos a permitir que nos impongáis ideologías totalitarias y no vamos a permitir que vayáis a adoctrinar a nuestros niños, que indefensos, sin la madurez suficiente para tener criterio, son las víctimas perfectas para ser moldeadas por los totalitarios. Vuestras ideas ya no ilusionan a nadie, claro, y por eso habéis decidido hacer lo propio del comunismo, que tan bien conozco, habéis decidido ir a por los más débiles para machacarles con ideas equivocadas, repitiéndolas hasta el infinito. “Género o sanción”, ideas que sólo enseñan una realidad de vuestro mundo, sin permitir las nuestra. Queréis acabar con el entorno en el que se han criado nuestros niños, que es la familia, es un obstáculo, os estorba para vuestros planes de uniformarnos para convertirnos en los perfectos consumidores esclavos de vuestra doctrina y caprichos. La institución de la familia os molesta porque es la resistencia, el asidero, al que el individuo recurre cuando tiene que protegerse de vosotros, políticos dictadores. Pretendéis que toleremos todo, todo, pero vosotros no respetáis lo nuestro: ni nuestros valores, ni nuestra libertad. Pretendéis celebrar todas las fiestas, todas, menos las nuestras, que las queréis transformar y paganizar. Os atrevéis a decir que gracias a vuestras leyes podremos expresarnos con libertad, con libertad menos cuando vayamos a hablar de nuestros valores.
¡Se acabó! se acabó la mordaza, estábamos aletargados pero no dormidos, hoy ha empezado la insumisión de los silenciosos, la rebeldía de los padres y madres anónimas, de los periodistas libres, de los escritores que quieren investigar sin censuras, de los profesores que creen en educar y no en adoctrinar, hemos empezado a gritar, a dar un grito a favor de la libertad y nos vamos a unir para defendernos. Políticos sumisos, se os ha acabado el crédito, nos hemos cansado de vosotros, id buscando otra ocupación si alguna vez la encontráis fuera de los pesebres que os habéis creado para exprimirnos. Nos vais a tener enfrente, enfrente con el coraje de un padre o con el de una madre que defiende lo que más quiere y al que le pueden esquilmar, dejar sin trabajo, machacar pero que nunca renunciará a dejarle a sus hijos el legado más importante, lo único que no es efímero, lo único que se traspasa, que perdura en las familias y que en estas fechas tan especiales de la Navidad reivindicamos con más fuerza que nunca: nuestros valores cristianos.
Lo siento, pero se acabó, escuchad totalitarios de todos los partidos: ¡Con mi hijo no!