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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Interferencias políticas en la economía

8 de abril de 2016

La economía sin duda no es una ciencia exacta, pero tampoco es una teoría aleatoria que depende enteramente de la voluntad humana, la política, es una “ciencia” mucho más voluntarista y aleatoria, condicionada por las ideologías en boga, ejerce una influencia decisiva en el comportamiento de la realidad económica y por extensión en el bienestar de todos los ciudadanos.

Por ello no es indiferente el grado de influencia que las opiniones e ideologías de  cada momento tengan sobre la realidad económica subyacente y los efectos que en la misma provoquen, son previsibles, independientemente de que le gusten a la mayoría o no, y las consecuencias que dicha intervención tenga no son evitables a base de actos de voluntarismo o de imposición coercitiva.

Ciertas ideologías, casi todas en mayor o menor medida,  pretenden manipular las reglas básicas que rigen los comportamientos económicos del ser humano, para adecuar la realidad social a una forma particular de interpretar la misma, como reflejo de una creencia, de una situación de madurez y experiencia vital o simplemente a las aspiraciones de cada persona en particular respecto al conjunto.

Estas interferencias de la política o de la ideología en general en el ámbito económico, son letales si van más allá de intentar suavizar los efectos más negativos de una realidad, que en muchas ocasiones es de una dureza extrema como consecuencia de la propia naturaleza. Las más de las veces los efectos secundarios negativos que producen ciertas medidas y normas, radicalmente impuestas, en principio se supone que tomadas con la mejor de las intenciones, son mucho peores que los males que pretenden paliar. Por no mencionar las medidas sectarias de carácter expropiatorio propuestas por determinados grupos políticos que pretenden, al menos eso dicen de palabra: “cambiar al mundo”, el viejo eslogan del “hombre nuevo”  para lo cual habría que cargarse al hombre de toda la vida.

La situación en España en este momento es patética y desconcertante, en cuanto pone en duda la sensatez de nuestra sociedad en su conjunto racional,  tenemos ante nosotros como colectivo, como pueblo viejo con experiencia, tras muchos años de historia, la posibilidad de entrar en el futuro de Europa y del mundo, con un pie razonable, apoyándonos en los logros conseguidos a base del trabajo, sentido común y sacrificio de muchas generaciones, o tirarlo todo por la borda, descoyuntar al país, en una serie de reinos de taifas, cada vez más pobres a expensas del capricho de cualquier decisión tomada por aquellos que nos presten el dinero para subsistir, y para mayor agravio, en cada feudo subsistiendo en una sociedad colectivizada gestionada por una serie de jerarcas a la cubana, griega o venezolana predicando las viejas doctrinas ya fracasadas hace años en Europa del Este, la antigua URSS o China comunista.

El que simplemente se plantee al electorado esta disyuntiva es incomprensible y denota o una falta de madurez de la actual clase política, o habremos de asumir la locura colectiva, por mucha crisis de la que estemos hablando. Es tal la diferencia de resultados, en un caso u otro, que no caben excusas.   Un gobierno de concentración nacional en el que participen los del PP, los socialistas y ciudadanos nos daría una gran coalición que tendría amplia mayoría en la cámaras y permitiría expulsar de las instituciones a los radicales que al único lugar que pueden llevarnos es al desastre.

Si tal solución se alcanzase, costare el puesto a quien se lo costare, España recibiría tal espaldarazo por madurez política, que nos colocaría en el corazón de Europa con autoridad y prestigio, atraería inversión y aceleraría la recuperación económica, independientemente de las marejadas internacionales. Por el contrario si tuviéramos un gobierno descontrolado en manos de socialistas y radicales, es decir un “Frente Popular” de infausta memoria, retrocederíamos hasta un nivel que en este momento ni se atreven a pensar la mayoría de analistas.

Las interferencias políticas en la economía deben limitarse a un mínimo, es mucho lo que se está arriesgando, hay determinados planteamientos políticos que la experiencia nos dicta, que no deben ni considerarse, aunque eso suponga prohibir determinados partidos o ideologías, aquellas que son visceralmente contrarias a un sistema que hemos comprobado que es el que funciona,  tanto económico como social.  Si se traspasa ese mínimo, como sería en el caso de un gobierno de “Frente Popular”, intervencionismo a tope, sectarismo, subidas de impuestos imposibles de asumir, tendríamos garantizado el desastre y con dicho desastre estaríamos abriendo las puertas a cuestionar todo el actual sistema de alternancia política parlamentaria.

 

El partido socialista, e igualmente aunque en menor medida el PP, una vez más en España tienen en sus manos una decisión trascendental, esperemos que no se repitan los funestos errores del pasado. Que nadie tenga la menor duda, las dictaduras y regímenes totalitarios han surgido de encrucijadas como estas, momentos en que el pueblo se equivocó, porque es mentira eso de que el pueblo siempre acierta, ese es el peligro del sistema electoral universal. Goebbles se reía del parlamentarismo de Weimar, decía: ¡Fijaos si son idiotas que nos permiten estar aquí! Cuando nosotros gobernemos no dejaremos ni a uno…!”.

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