«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.
Amando de Miguel es catedrático emérito de Sociología en la Universidad Complutense (Madrid). Siguió estudios de postgrado en la Universidad de Columbia (New York). Ha sido profesor visitante en las Universidades de Texas (San Antonio) y de Florida (Gainesville). Ha sido investigador visitante en la Universidad de Yale (New Haven) y en El Colegio de México (DF). Ha publicado más de un centenar de libros y miles de artículos. El último libro publicado: Una Vox. Cartas botsuanas (Madrid: Homo Legens, 2020). Su último trabajo inédito: “La pasión autoritaria de los españoles contemporáneos”.

La batallona cuestión de la violencia doméstica

1 de julio de 2023

En la España actual nos encontramos ante un monumento de la simplificación (o la ignorancia) ideológica: las peregrinas ideas sobre la «violencia machista» o «de género». Son las divisas del feminismo instalado en el poder, sin ninguna calificación profesional.

Hay que partir de un hecho colectivo: un número muy alto de hogares «desestructurados» por diversos motivos. Intervienen las diferencias étnicas o, simplemente, un mal entendimiento entre los componentes de la pareja y, a veces, con otros parientes. La situación se debe también a que suelen ser muy altas las expectativas con las que se fundan los hogares, lo que lleva a la frustración. El conflicto puede derivar en actitudes de desprecio, venganza, odio. Es sabido que los odios entre familiares se suelen enquistar con el tiempo. Aquí interviene la diferencia de sexo —que no de género—.

Los varones suelen ser más agresivos que las mujeres dentro y fuera del círculo familiar. La prueba es que hay muchos más homicidios y suicidios en la mitad masculina de la población, en España y en todas partes. Lo cual no quiere decir que las mujeres se resignen a ser las víctimas pasivas en los conflictos domésticos. Por ejemplo, se servirán de los hijos para predisponerlos contra los padres conflictivos. Incluso, llegarán a su secuestro. En el menor grado de venganza, dificultarán la relación con el padre. El cual ya sabemos que es más agresivo porque valora más la fuerza. Pero, tales escaramuzas no pueden calificarse de «violencia de género» o «machista». Esas son construcciones interesadas por las feministas con mando en plaza. Representan una forma de defender su incompetencia, que es oceánica. En el fondo, lo sustancial de las feministas hodiernas es que odian a los varones.

Es un hecho que el feminismo hegemónico ha tratado de que disminuyan los conflictos domésticos (el «machismo»). No lo ha conseguido. Bien es verdad que los conflictos domésticos en España arrojan unos índices moderados cuando los comparamos con los que se dan en las democracias avanzadas. Este es un dato capital que nunca se comenta entre nosotros. La verdad es que no representa mucho consuelo; pero la ocultación de la realidad no es un buen camino. Es otro indicio de la general nesciencia del actual feminismo rampante. Es más, el hecho de que durante los últimos años los conflictos domésticos no hayan disminuido debe interpretarse como un «efecto colateral» de la existencia del feminismo irresponsable.

Lo más curioso es que, en esto como en otros capítulos de la vida política, la posición del Gobierno se parece mucho a la del PP. Es decir, resulta falsa la repetida afirmación de que «el PP y Vox son iguales». A mi modo de ver, más bien me parecen antagónicos en la práctica. Así, se entiende el rechazo visceral del PP ante la posibilidad de un Gobierno con Vox. El asunto del «machismo» es sólo un eslabón de la posible cadena de desentendimientos. En cuyo caso, cabe imaginar la posibilidad de un Gobierno de izquierdas «por los siglos de los siglos». Quien tendrá que cambiar, para impedirlo, no es Vox, sino el PP. De momento, no hay visos de tal transformación.

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