Objetivamente la actual sociedad española se encuentra en un lamentable estado de postración. Se ha laminado el espíritu de iniciativa, la aplicación del esfuerzo continuado en el estudio o el trabajo. El personal lo espera de las subvenciones, subsidios y todo tipo de ayudas por parte del Gobierno. Pero, en el mejor de los casos, eso es pan para hoy y hambre para mañana. Es claro que el ramillete de donaciones a los contribuyentes se extrae de la previa subida de los impuestos. Se incluyen algunos pagos por los servicios públicos, multas, cotizaciones sociales, peajes, aparcamientos, etc. Se trata de una economía circular, poco propicia al aumento de la productividad.
El Gobierno se ocupa, con dedicación especial, de promulgar leyes ideológicas. Se dirige a ordenar la vida sexual y reproductiva, la eutanasia, la protección de los animales, entre otras excentricidades. La vida política oficial anda preocupada por asuntos tan inefables como el cambio climático, la memoria democrática o la transición ecológica. ¿A quién beneficia esta esquizofrénica política de la confusión? Naturalmente, a los gobernantes que aspiran a mantenerse en el poder a toda costa. Esa posición privilegiada no solo facilita el uso de todo tipo de estímulos (dinero, viajes, burdeles, cocaína), sino el supremo placer de repartir generosas subvenciones a los vasallos leales y sumisos. Se dirá que ese círculo vicioso es poco democrático y así es. Pero en la España oficial interesa mucho el falso progresismo y poco la auténtica democracia.
Resulta difícil explicar el notorio hecho de que, ante los desmanes del Gobierno, no se generen más protestas por parte de los estratos más desfavorecidos de la población. Tal efecto negativo se consigue con el cultivo de la idea de que hay siempre grupos «más vulnerables». Para ellos se establecen los mínimos valores del salario o la pensión. De esa forma todos los demás encuentran algún punto satisfactorio. Una gran parte de los contribuyentes se ha convencido de que el incremento de los impuestos es algo necesario para que haya sanidad o educación «gratis total».
Ante la evidencia de que los precios suben de manera decidida e irremediable cabe el consuelo propagandístico de que «en otros países el ascenso es mayor». O también que la ministra de Economía certifique que en el súper donde ella hace la compra los precios más bien descienden. La mentira es tan descarada que mueve a la risa. Como resulta humorístico que los diputados socialistas pretendan suprimir la prostitución, mientras algunos recurren a ella de manera ostentosa… y con dinero público.
Ya sé: el panorama dibujado resulta algo confuso. Pero de tales oscuridades se beneficia el Gobierno socialista y sus cipayos comunistas y secesionistas. Digan lo que digan las encuestas electorales, los próximos comicios seguirán dando la mayoría a la actual conjunción gobernante mientras no se alteren las circunstancias dichas. Es posible incluso que el Gobierno del PSOE asimile más partidos minúsculos, que son más bien grupos de presión de carácter local. Hay que reconocer el hecho de la extraña democracia que hemos levantado los españoles de la última generación. Acabaremos siendo un modelo para otros países.