«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.
Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) es escritor. Ha sido en dos ocasiones Premio Nacional de Literatura. Ha ganado el Planeta, el Fernando Lara y el Ondas. Como periodista de prensa, radio y televisión ha hecho de todo en medio mundo. Ha sido profesor de Lengua, Literatura e Historia en trece universidades de Europa, Asia y África. Sigue en la brecha.

La guerra de los pezones

14 de febrero de 2023

Rimas fáciles. Podría ser la guerra de las mociones (de censura), la de los botones (película célebre que sólo los de mi edad recordamos), la de los sabañones (ésa fue la mía cuando hice la mili), la de los cuatro hermanos Quiñones (como en La venganza de don Mendo) o incluso, ya en plan tremendista y sin recurrir a ripios, la de Ucrania, pero no… Es la de los pezones, enésima ocurrencia y bimillonésima idiotez puesta en órbita por las Woke Girls, que no dan abasto en lo concerniente a inventar paridas pese a ser defensoras del aborto.

Cierto es que mi condición viril, mantenida contra viento y marea en estos tiempos tan poco dados a ella, me despoja de la autoridad necesaria para terciar en el alboroto, pero pesa más en mí la constante inclinación a meterme donde nadie me llama y además, qué diantre, cursé dos carreras de Filología y para entender esta guerra hay que resolver, ante todo, una cuestión léxica y semántica.

¿Sujetador o sostén? Sostenes los llamábamos nosotros, los de entonces (Tamames incluido), cuando en remotas épocas empezamos a forcejear con ellos –cuyos corchetes, a veces, se nos resistían–, y así los llamaban también ellas (las chicas que amé tanto), y sus madres, y sus abuelas, y nuestras futuras suegras. Lo de sujetador llegó más tarde y, al parecer, ha terminado por imponerse. Lo sé porque mi novia se mosquea cuando me oye decir sostén y sostiene (¡vaya!) que eso es un arcaísmo, que se me nota la edad y que las tetas se sujetan, pero no se sostienen, función ésa que, en su opinión, realizan por sí mismas sin necesidad de que la corsetería venga en su ayuda. Yo disiento, deduzco que quizá hable de las suyas (¡madre mia! ¡lo que he dicho!) y aduzco que no en todos los casos es así, que piense, por ejemplo, en la Anita Ekberg de La dolce vita, en las maggiorate de la edad de oro del cine italiano, en la estanquera de Amarcord o en las Venus esteatopígicas, y ella, entonces… Mejor lo dejo. Razón llevaba al sospechar que me estaba metiendo en un jardín.

Da igual, porque los pezones, que son el payaso de las bofetadas de esta inútil guerra, ni se sujetan ni se sostienen. Están siempre erectos, con nota de sobresaliente, y a veces –depende del trato, del tacto, de la temperatura del agua de la ducha y de las circunstancias meteorológicas– se erizan. ¡Hale! ¡Ya me he metido en otro jardín!

Puntualizaciones anatómicas aparte, esta guerra, además de inútil y, por ello, innecesaria, es un déjà vu, pues ya se libró en los años de los jipis, del mayo francés, del festival de Woodstock y del campus de Berkeley, cuando las traviesas chicas de aquella prodigiosa década tiraron los sujetadores (o los sostenes) y decidieron que sus pechos, así liberados de la esclavitud textil y del ballestaje, deberían tener la opción de bailar al mismo ritmo que ellas lo hacían.

Yo, que anduve en todo eso, lo vi, lo viví, lo… Tercer jardín. No puedo decir lo que estaba a punto de decir.

Luego, ya, llegó el topless y se zanjó la cuestión o eso parecía hasta que el neopuritanismo woke y el feminismo antifeminista se la ha sacado otra vez de la manga de sus hábitos monjiles para ver si así rascan unos cuantos votos en el caladero de los varones, siempre testosterónicos y nostálgicos de la lactancia, que seguramente apoyarán, por motivos obvios, el movimiento de liberación y exhibición de los pezones. 

Varones, pezones: otra rima fácil… Hagan con ellos las mujeres lo que les venga en gana y a otra cosa, caballeros. Esta columna sólo es una humorada.

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