«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

¿La guerra interminable?

2 de septiembre de 2022

Tras seis meses de lucha encarnizada, ninguna de las partes está más cerca de sus objetivos estratégicos incluso habiendo éstos cambiado significativamente. Tras la inicial invasión rusa, Kiev se planteó, con la ayuda internacional instigada por el presidente Biden, no perder la guerra frente a un Putin que aspiraba a una victoria clara y rotunda, militar y política. Ahora, habiéndose despejado una derrota rápida de Ucrania, se han cambiado las tornas. O eso, al menos, es lo que se dice: Ucrania persigue una victoria decisiva, recuperando todo su territorio y debilitando definitivamente a Rusia, mientras que Moscú se plantea evitar una derrota evidente.

Ucrania persigue una victoria decisiva, recuperando todo su territorio y debilitando definitivamente a Rusia, mientras que Moscú se plantea evitar una derrota evidente

De momento, y es lo evidente, las tropas rusas han cambiado su centro de atención y sus tácticas: ya no se trata tanto de lanzar operaciones de avance en suelo ucraniano, sino de desgaste de las fuerzas de Kiev. Es más, habiendo abandonado el frente norte por manifiesta incompetencia militar, los soldados rusos luchan ahora por consolidar sus ganancias en el este de Ucrania y amenazan tres puntos críticos para la defensa ucraniana: Lesinchask, Zolotoye y Bakhmut. De lograr sus objetivos tácticos allí, Ucrania quedaría de facto dividida en dos, con una zona ocupada de muy difícil recuperación. Y todo eso, independientemente del resultado de la batalla por Jersón, que, bajo la ofensiva ucraniana, es la única que parece generar noticias. 

Si Rusia consolida sus posiciones en el Este, entraríamos en una nueva etapa cuya salida estaría determinada por la capacidad de aguante

Si Rusia consolida sus posiciones en el Este, entraríamos en una nueva etapa, parecida a la Primera Guerra Mundial, cuya salida estaría determinada por la capacidad de aguante. En Washington creen que, si no se abren fisuras en el apoyo financiero y militar a Kiev, Moscú sería cada vez más sensible a la factura humana y económica a pagar por retener un pedazo de Ucrania. Hoy por hoy, no hay señal alguna desde Rusia que indique que ese va a ser el rumbo que se llegue a tomar y puede que sea un error catastrófico pensarlo. Así como la OTAN se equivocó creyendo que la invasión de Ucrania tenía que ver con ella misma, Washington se equivoca viendo este conflicto solamente a través del prisma de la bipolaridad USA/Rusia. Hay toda una serie de razones, históricas, psicológicas, geopolíticas y de poder que llevan a que el interés de Moscú por Ucrania sea una cuestión vital para los dirigentes y parte del pueblo ruso. No entenderlo conlleva prolongar un conflicto que podría detenerse si las partes renunciasen a sus exigencias más radicales.

Hace poco celebraban en la OTAN la unidad estratégica alcanzada para defender sus fronteras frente a una agresiva Rusia. Lo que la OTAN no parece entender es que la unidad es una condición sine qua non de su funcionamiento, no de su eficacia. Para que se entienda: la orquesta del Titanic tocó muy unida en sus últimos momentos, pero acabó hundiéndose con el barco más seguro hasta la fecha construido. Y aunque admitamos que ha habido cierta unidad de acción para asegurar nuestras fronteras norte, no la hay todavía para con la intensidad y naturaleza de la ayuda a Kiev y mucho menos sobre los objetivos estratégicos a alcanzar con esta guerra: ¿queremos en la OTAN ayudar a Zelenski a recuperar Crimea? ¿Queremos los aliados europeos ayudar a Biden a debilitar existencialmente a Putin? ¿Creemos que podemos vencer a Rusia?

Si de verdad nos contentamos con crear un escenario que nos recuerde a la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial, deberíamos recordar también la forma en cómo se puso fin a aquella guerra y las consecuencias posteriores de la misma, con una revolución socialista en Rusia y con una Alemania humillada que acabó por desencadenar otra guerra mundial.

Las perspectivas de una inflación galopante y restricciones de luz y gas en el invierno no pueden ser descartadas a la ligera

En la última semana distintos medios europeos han publicado varias encuestas sobre el apoyo popular a la ayuda a Ucrania. Y en todos, ese apoyo empieza a disminuir rápidamente. En parte porque no se ve el fin del conflicto y, en gran medida, por el miedo a las consecuencias económicas -y energéticas- de la guerra. Hay quien rápidamente las ha tachado de manipulaciones pro-rusas, pero las perspectivas de una inflación galopante y restricciones de luz y gas en el invierno no pueden ser descartadas a la ligera.

Yo ya lo he dicho varias veces: ha llegado el momento de reconocer que la victoria total es imposible y que, por tanto, todo cuanto se haga debe ir en la dirección de forzar una negociación política no seguir alimentando algo que nunca se podrá lograr.

Dicho lo cual, nada más miserable que un gobierno [el de Sánchez] prometa el oro y el moro a los ucranianos para quedar bien públicamente y, en especial, con nuestros aliados, y no envíe nada de lo que dice. No sólo queda mal con los pobres ucranianos, que son los que están arriesgando sus vidas, queda mal con Moscú y, sobre todo, nos hace pagar a todos los españoles sus incongruencias y mentiras. Y todo, para nada.

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