La infantilización del mundo actual, la generalización del llamado «síndrome de Peter Pan», es cada vez más notoria gracias, sobre todo, a las redes sociales que son hoy un reflejo bastante fidedigno de la sociedad. Esta infantilización tiene efectos a todos los niveles, y quizá los que menos me preocupen sean los de tipo político, al menos por lo que parecen indicar las encuestas sobre intención de voto.
Una cantante llamada Lola Indigo, a quién (para ser sincero) nunca he oído cantar, ha dicho en un podcast de reciente emisión que no se plantea la maternidad porque ella «busca la libertad en su vida» y tener un hijo hace que esa libertad «desaparezca por completo». Fíjense que no dice «desaparece en gran medida», o «sustancialmente», sino «por completo». Es una mujer, Lola, de pocos matices, por lo que vemos.
Viendo la seguridad impostada con la que habla de este asunto, leyendo entre líneas y mirando sus gestos, uno advierte inmediatamente que esta chica es, sobre todo, una víctima. Está equivocada, pero apenas podemos culparla de nada, porque lo único que hace es repetir los mantras progres que probablemente lleve oyendo desde que era niña. El matrimonio, el compromiso y la maternidad como cárceles que te roban esa libertad con minúsculas de las fiestas y los amigos de fin de semana. De los minis, las discotecas y los amores de un rato.
Probablemente nadie le haya hablado a Lola de la libertad con mayúsculas. Que no nace del egoísmo sino del amor. Que hunde sus raíces no en la diversión fácil y rápida, sino en la entrega y el sacrificio por los demás. Ser madre te abre las puertas de una libertad tan sublime que te acerca a Dios. Te permite gozar de un privilegio que solamente tienen las mujeres y que se conserva toda la vida, aunque los hijos abandonen el nido familiar.
Lola Indigo y muchas jóvenes de su generación se ven obligadas a hablar de esa libertad pequeña y mezquina, esa libertad caprichosa y pueril, porque el mundo de hoy les ha ocultado su derecho a alcanzar esa otra libertad interior; la de decidir que uno quiere entregar su tiempo, sus fuerzas y su alma por amor. La de elegir la maternidad y el compromiso sabiendo que habrá noches sin dormir, peleas y enfados, pero también risas y ternura; y caricias y besos que, cuando lleguen los recuerdos en la vejez, serán su mayor tesoro.
Lola habla de lo que no conoce, porque al mundo de hoy, a los que confeccionaron las agendas globalistas que nos gobiernan, les interesan jóvenes que lleguen a casa solas y borrachas, y que consuman ocio y tiempo libre, y no mujeres y hombres que tengan familias numerosas, y eduquen a sus hijos en principios y valores eternos. Les interesa una sociedad donde no existan las raíces profundas de la familia, sino afectos de usar y tirar, como los kleenex o los vasos de plástico.
Por eso, escuchando a esta cantante, lejos de sentir enfado o rechazo, he sentido una inmensa tristeza. Porque, si no tiene la suerte de cambiar o de que la vida la saque de su error, se perderá algunas de las mejores cosas que un ser humano puede experimentar: escuchar la risa de tu hijo, verlo dormir en silencio, atenderle cuando está enfermo, ver cómo logra sus pequeños triunfos…Saber que una parte de ti está en él, y que eso es para toda la eternidad.
Espero que a Lola Indigo alguien le hable alguna vez de la libertad con mayúsculas.