Saul Bellow distinguía la moral de la ética en términos muy personales. La moral se referiría a la conducta individual y la ética al dinero. Y ponía el ejemplo de un político que se iba a un burdel con dinero público. Ir a un burdel, decía Bellow, afectaba a la moral, gastarse el dinero público implica contravenir la ética. No sé si esta distinción es muy ortodoxa desde el punto de vista académico, pero nos puede servir para intentar comprender lo que ha pasado en el Partido Popular, y en general, en la derecha española. Pues una de las paradojas de la crisis del PP, que tanto nos ha ocupado, es que se han involucrado los votantes del PP pero también los de VOX y Ciudadanos.
En España, donde abunda la picaresca y los arquetipos empresariales son simples y formidables intermediarios, muchos consideran que el Estado es una inmensa tarta de la que sacar tajada personal. Por ello, la ética es mucho menos importante que la moral.
El liderazgo de Casado tuvo muy pocos aciertos desde su derrota en las primeras elecciones generales que lideró en abril de 2019
En el caso Ayuso se enfrentaron ambos, ética y moral; y se alimentaron hasta el delirio con otras fuerzas imponentes como son la desesperación por echar a Sánchez y también la percepción de que VOX sobrepasaba al PP en sus expectativas electorales. La consecuencia es que aparecieron los complejos de la derecha más conservadora con la máxima urgencia y alarma: el absurdo sentimiento -pues no es racional- de que con VOX no se puede echar a la izquierda y mucho menos gobernar, como si los casos de las últimas elecciones en Castilla León y también Andalucía y Madrid no fueran elocuentes. La única solución era y es echar a Casado de forma fulminante.
En esta crisis, Casado se empeñó en oponer la moral frente a la ética -el pecado mortal frente a los pecadillos- y con pocas pruebas. Probablemente, en política la historia se repite, alguien le filtró un documento insuficiente pero con indicios y que debía complementar con actuaciones moralmente reprobables: espionajes desde una empresa pública y un pacto con el gobierno para que le filtrara información fiscal del hermano de Ayuso. La tragedia estaba servida. ¿Moral versus ética? Siempre pierde la segunda en España.
El liderazgo de Casado tuvo muy pocos aciertos desde su derrota en las primeras elecciones generales que lideró en abril de 2019 en las que obtuvo apenas 66 diputados cuando se creía que era un mezcla entre el mejor Adolfo Suárez y el eterno JFK. Mi percepción es que de ese golpe moral no se recuperó nunca y el Casado que ganó las primarias con un discurso nuevo e ilusionante se disipó en un conservador rancio, acomplejado y monótono.
Algunos piensan que esta crisis sólo ha acelerado su caída, pues su liderazgo estaba muy minado y se había metido en varios callejones sin salida, en particular en lo que se refiere a VOX. Pero el PP es un partido que blinda a sus líderes y no había posibilidad legal de un recambio como el que se ha planteado durante estos días. Los conspiradores han abierto de cuajo los estatutos del partido y además han acabado con la máxima de «Génova nunca pierde» lo cual es inaudito y ciertamente interesante, por no decir que esperanzador.
Feijóo no es una incógnita (…). Pretenderá hacernos vivir tiempos anodinos -más aún- sin batallas culturales y con políticas simpáticas incluso hacia los nacionalistas
Uno de los problemas de Casado es su oficio. O su mal oficio procedente de las juventudes del PP. Se juntan en el personaje todos los vicios de quienes han hecho toda su carrera en política desde el colegio hasta el primer cargo público: desconocimiento de la realidad, hiperactividad, complejo de mal estudiante, sectarismo extremo, manía persecutoria… por la edad imagino que no han incidido los desequilibrios hormonales de la juventud, pero cualquiera sabe.
Casado tiene un evidente talento para la oratoria, pero estaba muy visto, tanto como aquel torero manchego de los años ochenta que hacía unas faenas tan largas que provocaba que el tendido acabara contándole los pases a grito pelado. La verdad es que era hasta divertido… pero, en el caso de Casado de los últimos tiempos, perdida la sensación de novedad, resultaba francamente aburrido y muy poco ilusionante.
Ahora vendrá Feijóo por aclamación unánime, salvo que algún espontáneo se tire al ruedo para que las primarias del PP no mueran por las urgencias del momento. Pero la militancia es tan exigua y tan reducida a los cuadros del partido que dudo que dicho espontáneo pueda conseguir los avales necesarios.
Feijóo no es una incógnita, es muy previsible y muy gallego en toda su más completa significación… y eso gusta mucho a la derecha de toda la vida. Como dice un buen amigo, en los últimos cien años, desde 1922, dos gallegos han gobernado España durante casi la mitad de estos últimos cien años. Es el reflejo de una derecha que se blinda con ese dicho por el que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Pretenderá hacernos vivir tiempos anodinos -más aún- sin batallas culturales, con políticas simpáticas incluso hacia los nacionalistas y en los que prime la gestión apacible por encima de todo. Recordemos que llegó a prescindir en sus últimas elecciones gallegas de las siglas que pretende representar al máximo nivel. Está por ver si en los tiempos que corren está fórmula puede valer para toda España.