Me temo que se han cumplido mis peores presagios. Hace ahora una semana les advertía sobre la existencia de «guetos islámicos en Cataluña» (22 de marzo). Sin embargo, la situación es peor de lo que pensaba.
A los hechos me remito. En Salt (Gerona), la historia es conocida. Y, peor aún, no desmentida. El imán de la localidad llevaba cinco años sin pagar el alquiler. Finalmente lo desahucian. Al día siguiente vuelve a okupar el piso. Por el método, real o ficticio, de la patada en la puerta. Cuando va la Policía, acaba todo en disturbios. Y sus seguidores, aparte de quemar contenedores, intentan asaltar la comisaría de los Mossos.
Yo pensaba que las autoridades religiosas, sean de la religión que sean, son referentes morales en sus respectivas comunidades. Aunque lo mejor fue el tratamiento que dio TV3: la culpa era de la falta de vivienda pública. El alcalde del municipio, Jordi Viñas, de Esquerra, se apuntó al mismo mensaje. Hasta culpó a la Sareb, el banco malo.
No sé si finalmente le han dado un piso al imán en cuestión como pedía. A pesar de que no cumplía los baremos. Sus ingresos eran superiores a los establecidos. Ni siquiera ha dado la cara. O ha pedido disculpas. Pero, lo mejor, estaba por llegar.
El secretario general de VOX —y líder del partido en Cataluña—, Ignacio Garriga, reveló el pasado miércoles en la sesión de control del Parlamento autonómico que el imán tiene nueve hijos de cuatro esposas distintas.
¿La poligamia no está prohibida en España? Sí, pero sólo si eres español. Nadie ha dicho nada ni ha hecho nada. Sólo faltaría una acusación por semejante delito para incendiar de nuevo Salt. Además, no debe ser el único. Aunque ello confirma que es una zona no-go. Donde impera su propia ley.
Por cierto, no sé si hay por aquí detractores o defensores de la famosa teoría de la gran sustitución. Pero si hay alguno, del bando que sea, es evidente que con semejantes tasas de natalidad la batalla demográfica es una batalla perdida.
El segundo ejemplo es la manifestación convocada por VOX en Terrassa con el lema Stop islamización. Yo fui a cubrirla. No es que fuese un éxito de asistencia. El otro día salió la diputada autonómica de VOX María García Fuster en rueda de prensa y admitió que eran 250 personas. La felicito desde aquí. Es la primera vez que un partido o un medio de comunicación no infla las cifras de una convocatoria.
No obstante, dos reflexiones al respecto: la primera, que una manifestación con un eslogan tan explícito se ha celebrado por primera vez en España. En concreto, en una localidad catalana: Terrassa. No me consta que haya habido, hasta ahora, otras similares. No en balde Cataluña es la comunidad con más magrebíes de España. Al menos porcentualmente. Hace apenas unos años se hablaba de 400.000. Ahora ya son más de 700.000
La segunda, es que la manifestación en cuestión tuvo que celebrarse en el centro de Terrassa, no en el barrio de ca n’Anglada. Por recomendación expresa de los Mossos. Pero señal que, como decíamos, hay zonas no-go donde ni siquiera la policía puede garantizar la integridad física de unos parlamentarios autonómicos. En una democracia, el derecho de participación y de manifestación es sagrado.
Una última anécdota personal. El viernes pasado asistí en Salou (Tarragona) a una conferencia, más bien charla, del periodista gerundense Albert Soler, uno de los pocos que ha estado lidiando con el proceso durante todos estos años desde la honestidad personal y profesional.
Casualmente, vive a cincuenta metros de Salt. Dijo una frase que, acostumbrado a decir la verdad, debería hacernos reflexionar: «Salt es un polvorín«. De hecho, explicó que la generación de su hijo menor —tiene uno de 15 años— está harta de que los problemas de inseguridad o de convivencia en el instituto sean siempre provocados por «los mismos». Ahí lo dejo.
Pero me temo que, en efecto, Salt no es que sea un «polvorín», que también. Me temo que es la punta del iceberg. Y que hay muchos más polvorines repartidos por la geografía española. Crucemos los dedos. No vayan un día a estallar.