«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La Gaceta de la Iberosfera
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Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.
Rafael L. Bardají (Badajoz, 1959) es especialista en política internacional, seguridad y defensa. Asesor de tres ministros de Defensa y la OTAN, en la actualidad es director de la consultora World Wide Strategy.

La Reina de Occidente

8 de septiembre de 2022

Hay momentos de la Historia que se acaban con las personas que los dieron forma. Hay quien ve en el trio formado por Ronald Reagan, Margaret Thatcher y el papa Juan Pablo II el final de toda una etapa marcada por la defensa de la libertad frente al totalitarismo comunista (y la desaparición de su máximo exponente, la URSS). El fallecimiento de la Reina Isabel II de Inglaterra no sólo pone fin a un larguísimo reinado en el que este mismo año celebrábamos su jubileo por los 70 años de servicio como monarca. Siete décadas donde el mundo, el Reino Unido y la propia monarquía han pasado por grandes convulsiones y cambios. Ido el imperio; disolviéndose la victoria sobre el comunismo; el multiculturalismo revelándose como un disolvente rápido de lo que significa ser british, la nación puesta en duda por los subnacionalismos como el escocés, el mundo atlántico hundido por una América errática y progresivamente débil… Pero al mismo tiempo, una Reina que supo sostener la institución a pesar de los sucesivos escándalos de la familia real y defender una nación soberana. Quizá la más soberana de todo el planeta al haber sido capaz de escapar a la maraña institucional de las UE gracias al Brexit.

El sentido común, la prudencia y la templanza acabó fortaleciendo la figura de Isabel II

La Reina Isabel II era el último exponente de lo que quedaba en este mundo del Siglo XX, cada vez menos, dicho sea de paso. Con ella se va todo ese mundo, cual faraona rodeada en su sepultura de sus símbolos e instituciones. Adiós a los liderazgos fuertes; adiós al liderazgo internacional; adiós a la humildad y al sentido de servicio al pueblo. Quizá sea la mayor paradoja de su muerte que se produzca dos días después de que Inglaterra cuente con una nueva primer ministro, Lizz Truss. Y si se me permite el juego fácil de palabras, a Truss le falta Trust, esa confianza que emana de un líder y que los ciudadanos reconocen a la primera. Ojalá la desarrolle y rápido. El sucesor, hasta ahora el eterno heredero príncipe Carlos, es una figura controvertida y que despierta tan poca confianza en su capacidad y juicio como la recién llegada al 10 de Downing Street. O tal vez incluso menos. Ojalá sea consciente de que su misión es pasar el cetro de su madre a su nieto y no aferrarse a los oropeles de la monarquía.

Inglaterra ha tenido la visión estratégica, la aventura y la ambición de ser una gran potencia en el terreno mundial.  Y la Reina era el símbolo de todo ello, aunque las políticas fuesen responsabilidad de políticos no siempre a la altura de las circunstancias. Quizá la única frase que el presidente americano, Joseph Biden, haya dicho acertadamente sea el elogio dedicado a la Reina: “an unmatched dignity”, esto es, dignatario sin igual. Y aunque el affaire Diana a punto estuvo de costarle el apoyo popular, el sentido común, la prudencia y la templanza acabó fortaleciendo la figura de Isabel II.

El Reino Unido está menos unido que nunca antes, con un islamismo rampante en sus calles; confuso sobre el papel que quiere jugar en el mundo

La Reina se va y aunque la nación exprese unida su dolor por la pérdida, la realidad es que el Reino Unido está menos unido que nunca antes, con un islamismo rampante en sus calles; confuso sobre el papel que quiere jugar en el mundo y cómo hacerlo; y pesimista sobre la vida en el corto plazo, con dirigentes enzarzados en disputas internas e incapaces de dar soluciones a los problemas reales de los ciudadanos. Dicho lo cual hay que reconocer que sin el apoyo directo e indirecto británico a Ucrania, Zelenski no sería ya presidente. 

En todo caso, el ocaso de la civilización que disfrutó y sostuvo la Reina Isabel II era ya algo evidente. Y su punto más cristalino vino de la mano de otra muerte, aunque esta vez en la ficción: la muerte de James Bond en la última entrega de la serie que durante tantos años nos ha entretenido y mostrado mundo a tantos. Matar a 007 fue el resultado de la ideología woke, que no podía aguantar a un seductor blanco con licencia para matar. A Bond le sustituye una mujer, negra y, posiblemente lesbiana, como la nueva heroína 007. La Corona la hereda Carlos. Espero que no vayamos de desastre en desastre. Dios salve al Rey y se apiade de todos nosotros.

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