No solo estamos asistiendo a una sustitución demográfica. En cualquier momento nos dan el definitivo cambiazo: adiós a lo nacional para sumirnos en el euroimperio del bien. Adiós, con ello, a toda esperanza democrática. Pronto veremos en las muñecas moderadas de España pulseritas de la Unión Europea, anticipadas por aquellos corazones partíos de Ciudadanos, mitad azules, mitad rojigualdos.
Javier Cercas ha proclamado en El País algo que se sospechaba: «Nuestra patria es Europa». A raíz de una manifestación italiana de lema «aquí se hace Europa o se muere», Cercas ha dejado las cosas claras, lo que se agradece. «Si tenemos que elegir una patria –aparte de la patria chica, que es la única de verdad– nuestra patria no es España… nuestra patria es Europa».
Cercas («no nos vamos a dejar amilanar») está dispuesto a cualquier cosa por una «Europa unida de verdad». Aquí sí. Aquí tiene que haber unidad y de la buena. Ha de ser una «Europa federal». Federalizar es la misma palabra que piden para España, pero significa lo contrario.
Cercas reclama «sacrificios». Todo el mundo lo hace. Según Cercas, su Europa es la única forma de garantizar «la paz, la prosperidad y la democracia».
Paz de Yugoslavia y Ucrania, prosperidad sin energía barata y democracia de quien comienza su artículo con «A Trump no le gusta la democracia». Le gusta a Von der Leyen, a la que quizá voto su poni.
El realismo es putinista, y ahora se debe ser idealista. Para Cercas, «Europa es un ideal».
Se insistía en ello en un editorial de El País de este fin de semana, uno de esos que trazaba Cebrián antes de caer en el PSOE bueno. Mucho ojito con darle a España una gota de romanticismo y ensoñación, pero con Europa… ah, todo es poco. ¡Es la repanocha metafísica Europa!
Europa está «en proceso siempre», igual que el fascismo está siempre resurgiendo…
¿Cómo es esta Europa que promete El País a las elites españolas que se lo empapuzan?
Es una «comunidad» que tiene como columnas vertebrales (dos), «el Estado de Derecho y el Estado de Bienestar», y como modelo, el ideal del ideal, la gestión del COVID, donde Europa «mostró su fortaleza y lo mejor de sí».
Esta Europa «dividida en débiles y viejas naciones» (eutanasia) afronta una amenaza que es «la mayor desde el nazismo», no doble como afirmaba Cercas y el liberalio común (pinza Putin-Trump) sino triple: Trump como amenaza económica desde el Oeste, Putin militar desde el Este y la de dentro, una ofensiva sobre los «derechos» por parte del iliberalismo de Hungría. O sea: «Putin, Trump y las extremas derechas», que serían el enemigo interior ya sin disimulos. Por eso «garantizar la seguridad de Europa» exige extenderla a «las redes de comunicación y a la crisis climática». Control de las comunicaciones y las emisiones, del aire y la red, el éter y el logos.
Fue más preciso en el mismo periódico Luis García Montero, director del Instituto Cervantes que aspira a desconquistar América: «Hablamos de transparencia informativa frente a los bulos de las redes marciales». El poeta ayer pacifista también desea «un ejército único y eficaz, no un aumento nacionalista de los gastos militares». Adiós, esmirriada y risible soberanía militar.
Great minds think alike y todo lo que leemos se parece. José María Lassalle, que llevó la cultura del PP, y es hombre de enorme importancia porque ha sido la encarnación previa (al principio inverosímil) de un discurso ya vivo, hombre-presagio, y liberal de los que no duermen porque mujeres húngaras se desgravan al hijo, escribió días antes otro artículo en el que coincidía en esa Europa «ideal» que exige «sacrificios». La gente no quiere morir por Bruselas porque no se lo estamos explicando. ¿Acaso quieres volver a las cavernas? La Europa de la Comisión es la de «la civilización humanista y liberal». Lo explicaba Sánchez Ron (académico de la RAE, entre otras cosas) en ABC donde también pedía «sacrificio churchilliano» y decía que «lo importante hoy no es ser españoles, sino europeos… herederos de una cultura en la que florecieron Shakespeare, Goethe, Cervantes, Newton, Darwin y Einstein…».
La Europas de las guerras, del colonialismo, el imperialismo y las matanzas la olvidan, lo meten todo en un banco malo, se lo encasquetan a los demás y ellos se quedan la Buena.
Lassalle aun va más allá en el supremacismo: «Somos la única esperanza para el resto de la Humanidad». ¡Si no se muere ya por esto…!
Por tanto, la Europa de Von der Leyen no es solo el ideal, sino lo mejor de lo heredado. No está su Europa tanto en la raíz como en la flor, flor de derecho y bienestar. Y por esa Europa, se hace lo que sea… Se mata o se muere o se cena patata hervida todas las noches.
Lassalle matizó el sacrificio, que pasaría también por superar las «bromas partidistas». Pide a PP y PSOE un «momento churchilliano». No es broma. Vestir la Grosse Koalition de ropajes churchillianos. Conferir britanidad a darle un ejército a Alemania y a acabar con la oposición. Y citaba a Burke, al que solo se cita en los salones más refinados, donde el liberal se permite (meñiques que se ensartan) el morbo conservador: «Cuando los hombres malos se juntan, los buenos deben asociarse».
Los que están unidos para lo de fuera, están unidos en lo de dentro. Es lo mismo, se llega a lo mismo. Rematar con bondad europea lo iniciado con consenso interno. La nación española se da por amortizada y con ella, por supuesto, la posibilidad de la democracia.