«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Las clases inquilinas

15 de octubre de 2024

Debuta en las calles el llamado Problema de la Vivienda, subgénero del más amplio problema de tener sueldos de los 90 treinta años después (de intentar ver a Oasis con el sueldo de cuando sacaron su primer single).

La izquierda de la izquierda, que los mineros y los obreros los ve en Filmin, ha decidido no dejar pasar esta causa.

Por eso ha aparecido el Sindicado de Inquilinas, que es un sindicato lo primero de género y luego representativo de una nueva clase, el inquilinato, el nuevo proletariado de las clases inquilinas.

Enfrente, el enemigo no es el patrón sino el propietario, que para empezar suena franquista. El propietario es el rentista, el que vive del rentismo, que no es exactamente el especulador. No hablamos de fondos buitres, sino de otra cosa muy concreta y cercana: el casero.

Y no conviene engañarse: hay caseros horribles. La avaricia extractiva del casero es una cosa profundamente odiosa.

Así que la relación inquilino-propietario admite el marxismo de la explotación. El propietario sería un ser dominante, privilegiado y pequeñoburgués, dueño del medio de producción: el pisito, que es su vaca lechera.

Por mucho que se diga, esto no se verá nunca como una simple relación contractual sino como algo más. Hay efectos psíquicos inevitables…

Las clases inquilinas ¿qué pueden hacer? Desempolvar el manual: lo primero un sindicato; lo segundo una mani; lo tercero una huelga, la huelga de alquileres, llamada a la inquiocupación.

El propietario es un ser  para los espejos deformantes: podría ser, por ejemplo, Manu Tenorio.

El inquilino admite toda la poesía e ideología posible. 

¡Manu Tenorio vs. El Inquilino Comunista!

Este movimiento puede ser una actualización de los desahucios y traer nuevas caras a la política. También puede dividir a la izquierda como ha hecho el feminismo. Solo hay que pensar que el referente cultural, eutanásico y moral Almodóvar es un gran comprador de pisos (seamos comprensivos, ¿qué hay más bonito en la vida que comprar pisos?).

En cualquier caso, el inquilino-propietario es un conflicto que nos enfrenta. En esto se parece mucho al discurso antibúmer de la derecha joven, que se queda en lo generacional. Los bumers tienen los pisos, pero  se los dejarán a sus hijos y sus hijos pensarán igual, porque mandan las condiciones materiales. Entonces no habrá bumersindos, pero sí hijos de búmer, nietos de búmer, carne de búmer…

En ellos la frustración adquiere toques de rabia incel, como resumió un tuit genial: «Los boomers sienten lo que una chica en Tinder».

Como a la gente, que es caprichosa, no solo le ha dado por comer y disfrutar un poco de la vida antes del cáncer sino también por dormir bajo techo, esto seguirá siendo un problema politizante y polarizante.

De un lado se formará este discurso temible de la intervención de precios; del otro, el de la Libertad. ¿Qué hace la libertad cuando los españoles no pueden ni comprar ni alquilar porque el mercado está tensionadillo? La libertad llama a millones de inmigrantes, a capitales extranjeros, fondos financieros y grandes fortunas a las que, oh Madrid, rompeolas de las hispanias, se les conceden incentivos fiscales porque toda lucha contra el comunismo es poca. El madrileño se tiene que ir a Toledo, pero chico, es que no todos pueden vivir en el centro…

Las clases inquilinas, en fin, tienen realidad, una base material ya no meramente identitaria, sexualizante o woke.

Fondo newsletter