«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
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Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.
Ilicitana. Columnista en La gaceta de la Iberosfera y El País de Uruguay. Reseñas y entrevistas en Libro sobre libro. Artículos en La Iberia. Autora del libro 'Whiskas, Satisfyer y Lexatin' de Ediciones Monóculo.

Las dos almas del PSOE

12 de marzo de 2024

Durante los últimos años del felipismo, coincidiendo con la segunda hornada —más bien tsunami— de casos de corrupción ligados al partido socialista (¡con lo que ha sido el PSOE!), aparecieron pintadas en Madrid en las que se leía: «Corrup$oe». De los barrios nobles a la Ciudad Universitaria, de los últimos yonquis que recorrían Isaac Peral a la estudiante que fui, todos leímos aquello sobre el hormigón y la piedra. Fuera cosa del PP, como ha ocurrido recientemente en Castellón donde ha vuelto a aparecer la pintada, o de algún grupúsculo de «ultraderechairrazonable», algo se cocía y algo se describía. Aunque a principios de los noventa no estábamos preparados para asumir que el Régimen era poco más que lo anunciado en los muros de la capital. Eso y una leyenda para consumo de boomers.

El COVID vino para revolucionarlo todo y el partido socialista no iba a ser una excepción. Su esencia sigue ahí, pero sus sensibilidades han cambiado. Hasta marzo de 2020, dentro del socialismo español habían convivido distintas tribus, cada una con sus corruptelas. Sin embargo, a la luz de los últimos acontecimientos, podemos concluir que, desde hace cuatro años, en el PSOE existen dos tendencias mayores o quizá, para ser más justos, dos almas: la ramsista y la chalanista.

El ramsismo es la sensibilidad más sofisticada del PSOE. Tiene querencia por los restaurantes de diseño, sobre todo si en la decoración ha participado Philippe Starck. El exceso de cristal, metacrilato y policarbonato con muros de ladrillo visto es el escenario idóneo para degustar —el ramsista no come, degusta— un magret de pato mudo con puré de naranja y cardamomo sobre una salsa acidulada de frutos rojos de invierno. Si Georgina Rodríguez tuviera carnet del PSOE sería ramsista. Óscar Puente es un ramsista dans l’âme, que diría doña Ana de Palacio. Esta corriente del PSOE tiene de fascinante su gusto por la ostentación al estilo del mundo antiguo —el anterior a la crisis del 2008—, lo que hace de ella un bien de interés sociocultural, una purificación química de la horterada.

Víctor Aldama, futuro monstruo sagrado del pelotazo, criatura mitológica mitad Paquirrín y mitad Tom Ford, Presidente del Zamora CF y presunto conseguidor del chalanismo en lo de las mascarillas, podría encajar a la perfección dentro del ramsismo. Lo primero que hizo cuando trincó su parte fue pillarse el chaletaco de La Moraleja, el porchaco, el ferraca y el peluco paella. Casi igual que Alberto Luceño en circunstancias muy parecidas. Yo no sé qué tienen estos contratos que su aleteo en España se puede intuir en Stuttgart y provoca movimientos sísmicos en el mercado inmobiliario de Alcobendas y Pozuelo.

Mucho se ha escrito sobre el chalanismo, pero hay acuerdo doctrinal en que aquello que le caracteriza es su simpatía por lo nuestro. Frente a la vocación internacionalista del ramsismo, tan oriental en su aproximación al disfrute, el chalanismo prefiere la vía celtíbera. La marisquería cercana al Bernabéu o el asador decorado con espadas roperas suenan como un eco eterno del «¡a jamar!», rugido que emitía Paco «el Pocero» desde la cubierta de su yate para reunir a la familia alrededor de las delicias del Cantábrico. Frente al pisaco de Madrid, el chalanista prefiere parcelas y apartamentos en la terreta. Frente a las transferencias de empresarios con las que se manejaba el ramsismo, al chalanismo le gusta presumir de cash encima de la cama. Son nuestros «hijueputas malparidos» en el gangsta’s paradise que nos dieron.

En todo caso, seamos víctimas del clan Ábalos o del clan Bernardo, lo peor es la indefensión aprendida que nos han dejado tantos años de corrupción.

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