«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Lecciones de una votación

31 de octubre de 2013
  • Por 265 votos a favor, 39 en contra y 13 abstenciones, el Congreso de los Diputados aprobó anteayer una moción, consecuencia de una interpelación urgente de Unión, Progreso y Democracia (UPyD), contra “la falacia del derecho a decidir” patrocinada tercamente por los partidos separatistas catalanes: “Bajo ningún concepto una parte de la ciudadanía puede decidir sobre la organización territorial del Estado”, reza su frase central. El episodio tuvo tres singularidades: la primera es que PSOE y PP votaron juntos, hecho infrecuente en los últimos tiempos; la segunda, que se sumaron a la iniciativa de UPyD, partido al que ambos tratan de ningunear de forma sistemática, pues se alimenta de los votos logrados entre ex votantes socialistas y populares; la tercera es que, por segunda vez, el voto socialista se escindió, pues los diputados catalanes del PSC rompieron la disciplina y se abstuvieron.

    El voto afirmativo, es decir, que descalifica el llamado derecho a decidir, ha sido abrumadoramente mayoritario, lo que nos lleva a una primera consideración sobre la importancia de que las dos fuerzas más votadas abandonen sus tics partidistas cuando se trate de cuestiones nacionales. La reciente historia socialista no se ha caracterizado precisamente por observar este criterio, especialmente en la infausta época de Rodríguez Zapatero, pródiga en ocurrencias disparatadas, rencores revanchistas de la guerra civil y rendición ante los terroristas etarras. Bienvenida sea, pues, esta rectificación de su comportamiento, con el deseo de que no sea un mero espejismo derivado de que, de hecho, el interés general ante esta moción felizmente coincidió con los intereses particulares de los dos grandes partidos, que no quisieron que sólo UPyD se colgase ante el electorado la medalla de la defensa de la integridad territorial de la patria común.

    La actitud díscola de los socialistas catalanes ha puesto una vez más de manifiesto que el PSOE tiene un grave problema en Cataluña. Legalmente el PSC es un partido distinto del PSOE, pero en términos políticos es el PSOE en Cataluña. Si se consumase la ruptura, el PSOE sencillamente desaparecería de esta Comunidad autónoma. La responsabilidad de esta situación es, sobre todo, del PSC, que se ha equivocado mucho desde hace años, desde la formación de los dos calamitosos tripartitos con separatistas y comunistas hasta su severo complejo que le hace ir a remolque de los nacionalistas. Podría pensarse que éste es un problema entre socialistas, pero el asunto es más serio que eso, porque las consecuencias de esta fractura, si se acabase produciendo, afectarían al conjunto de España al romper los equilibrios que prevé nuestro sistema parlamentario.

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