«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

El Liderazgo

8 de enero de 2015

Evidentemente el liderazgo no es una cuestión de raciocinio, sino de fe. Su fuerza es como la de una antorcha olímpica que llena de luz a quienes la poseen. Las causas del Liderazgo pueden ser múltiples: físicas, psíquicas y sobrenaturales. A veces es sólo un rostro, una voz, una capacidad para la convicción o esa voluntad de externizar el alma fulgurante de algunos personajes llamados a tener un papel en la Historia.

Los líderes son, por lo tanto, muy escasos. Aparte de los antiguos, como Alejandro Magno, Julio César, Gengis Khan etc en el plano de la Historia, existirían otros en el Arte, como Leonardo da Vinci o en la literatura, como Miguel de Cervantes o William Shakespeare que llenan una época cuya continuidad en sus descubrimientos los eterniza. Son figuras capitales capaces de hacer obras como “La Divina Comedia” o la “Novena Sinfonía” que se revelan como constituyentes de un antes y un después en la poesía o en la música.

En consecuencia la búsqueda del liderazgo es más importante que la búsqueda de los tesoros del rey Salomón o aquel territorio de “El Dorado” que hizo embarcarse a tantos españoles camino de la muerte sin jamás encontrarlo.

La falta de líderes actuales es portentosa, a menos que consideremos el liderazgo de Ángela Merkel como algo más que un espejismo alemán. En toda Europa no existe ni un Jefferson o un Kennedy, ni un Pitágoras ni un Einstein, ni un Rodrigo Díaz de Vivar ni un Napoleón, que dejen una huella imperecedera allí por donde pasaron. Todo pasa y nada queda. Las ideologías devoran a los ideologizados sin que el doctor Freud sea lo bastante poderoso, “post mortem”, de llenar el cerebro de espléndidos nuevos mitos que canonicen nuestros sueños edípicos.

La falta del padre es grave, especialmente en España. Todos percibimos que el mejor preparado de nuestros gobernantes es Mariano Rajoy. Ha resuelto problemas duros, muy difíciles, como la deriva económica del país o el mantenimiento de la normalidad tras la abdicación de Juan Carlos l, sin que hubiera alborotos desestabilizadores por parte de los republicanos. Sin embargo, jamás ha conseguido llegar en la evaluación superior a un 3, entre 10. Suspenso. El difunto político Rubalcaba le superaba en las encuestas, como ahora lo hace Pedro Sánchez, cuyo liderazgo está por descubrir y no parece que vaya nunca a alcanzar a Felipe González.

Cuando echamos una mirada al devastador panorama de nuestros políticos, el único que aparece con maneras de líder es, precisamente, Pablo Iglesias. Sin Pablo sería “Podemos” poco más que una tertulia de profesores marxistas dispuestos a tomar  el poder desde la lectura de Gramsci y los manifiestos culturales de la “Generación No Hallada” con música de Bob Dylan.

Pero ¡cuidado! Un líder no siempre es beneficioso para un país o para un pueblo. Al contrario la Fe en ellos, al embarcarnos en utopías imposibles ha sido, muchas veces, el sinónimo de la catástrofe. Líder –y de los incuestionables- lo fue Lenin, que llevó a Rusia a un laberinto de calamidades. Líder –también indiscutible- lo fue Hitler, culpable de la mayor matanza que vieron los siglos y de la más cruel persecución que haya tenido el pueblo judío, de las muchas por las que ha pasado desde los tiempos del Imperio Romano que los sojuzgó violentamente.

Desde Viriato a Churchill han existido líderes liberadores de sus pueblos, sí, pero también esos intentos han sido capaces de originar las mayores esclavitudes por acción o por reacción ante ellos.  La incapacidad de razonar sobre su liderazgo puede ser un error irrevocable.  A veces el mejor lugar de un líder no es el poder, sino la Historia, y las hermosas frases que pronuncian para nuevas y lejanas generaciones…

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