Hace muy poco se repartieron la justicia PP y PSOE, pero en el mundo «real», en el mundo de la propaganda, de eso ya no hay ni recuerdo. Ahora se reparten otras cosas.
Entramos en verano y cuando llega el calor, sabias Sonia y Selena, los chicos se enamoran…¡Llega el Orgullo! Y hay que jurar bandera, aunque ya no es el arco iris primero sino una complicada trama de triángulos raros y sin gracia, como si al bello arco de San Martín le hubiera salido un imitador horrendo con un cromatismo ya no natural (¡perdón!).
Pero hay que jurarlo también. Le cuesta al PP, que acata los principios del movimiento con «complejines» cromáticos. Arco iris deslucidos, como colorzuchos borrosos, mezclas sin rotundidad ni perfil donde no puede fluir el unicornio. No es lo que quieren los del lobby, y lo critican, siempre lo criticarán, aunque el PP cumplirá con la fiesta de guardar.
En verano también hay más crímenes familiares, pasionales o, como llaman ahora, en denominación de Estado, «de género», la violencia machista y también vicaria, cajón de sastre en el que meten lo que no pueden explicar.
Estos principios del movimiento también hay que jurarlos, y el único que no los jura es Vox, que por ello recibe las más duras acusaciones prime time tras prime time.
Esto es muy serio. La terrible ministra de Igualdad, Ana Redondo, repitió varias veces este fin de semana que el negacionismo de la violencia de género mata. Lo dicen con completo desahogo y lo repite la galaxia de medios a los que ya nada importa después de haber vendido el pacto con ETA o la amnistía. Cuando haces pop, ya no hay stop.
Nos enfrentamos, por tanto, al nuevo ciclo estacional de LGTBI+Viogen con el que rodear y acordonar a quienes no aceptan la deriva política actual, que en ese flanco presenta su peor corrupción intelectual; no ya moral, sino algo que tiene que ver con la percepción de la realidad y con la lógica.
Estas dos monstruosidades, que son la forma más española que ha adoptado lo woke, tienen una dimensión de Estado, son cosas susceptibles de provocar «Pactos de Estado». Lo tiene la viogen y lo piden para los delitos de odio asociados a la homofobia (por ejemplo, una ministra que llamara maricón a otro ministro). Esos pactos de Estado, formales o informales, cierran el Estado y lo redefinen sabiamente porque vemos que a lo que se refieren está formado por: instituciones, medios de comunicación y empresas. Todas ellas generan un mundo cerrado (donde está el dinero y el nombre) en el que la banderita arco iris cuelga como pendón nacional y se acepta como hecho científico y verdad religiosa (le damos a todo) junto al dogma de que los hombres matan a las mujeres por ser mujeres en tanto hombres que odian a las mujeres (y no a una concreta), como instrumentos ciegos del patriarcado.
Tras repartirse a los jueces, el PP y el PSOE se reparten esta esfera civil y política de la que excluyen a quienes mantienen el sentido común y lo que era norma y consenso en Occidente hasta hace unos pocos años. No cien, ni cincuenta. Las cosas que, por ejemplo, defendía Obama. Las cosas que dice, no vayamos muy lejos, el ministro de justicia francés.
Este reparto simbólico y político es otra forma de traición a la derecha social que ejecuta el PP y de la que se habla menos, aunque habría que entenderla muy cercana a lo del CGPJ: el reparto de un espacio político, su aprovechamiento entre pocos que lo acuerdan.
Para hacerlo, necesitan un factor de culpa, expiación y exclusión, una violencia que arrojan sobre el discrepante. Y no es la primera vez que ocurre en el Feliz 78. La violencia de algunos hombres contra algunas mujeres acaba siendo instrumentalizada contra Vox (forma vigente y última que adopta la resistencia nacional al golpismo del 78 bis, nuevo consenso con etarras, peperos, nacionalistas y ultraizquierda a sueldo). No es algo nuevo: lo hicieron con la violencia de ETA, con la del 11-M, lo han hecho con la mal llamada «violencia de género» y lo empiezan a hacer con otro tipo de violencia, la que deriva de la inmigración, que están sometiendo a la habitual discriminación o doble discurso, tan propio de una anarcotiranía: el crimen o violencia que sufren los hombres, los jóvenes o sencillamente los currantes es olvidada, despreciada, opacada, son «anécdotas», como manifestó estos días un propagandista no particularmente brillante; por otro lado está la violencia que sufre la mujer, que incluyen directamente, sin más matiz, en sus estadísticas oficiales de violencia de género, engordándolas.
Mientras estrechan la polis, la llenan irregularmente. Son responsables indirectos del incremento de la violencia pero aspiran a vivir de ella, y no solo a vivir, sino a marginar con ella políticamente a la oposición (la real) y a lubricar y alimentar así su huida hacia la corrupción y el federalismo impar, fuga de la Segunda Transición.
La violencia de la inmigración desordenada como combustible para la corrupción y el golpismo (de la mano van) a través de «pactos de Estado» que por supuesto suscribe el PP. Cada acto de reparto, cada paso del Consenso, es un monumento de corrupción.
Ayer se produjo algo revelador. Hubo una cumbre entre el Ministerio de Inclusión y el Ministerio de Igualdad para presentar el Consejo Asesor de Brecha de Género. «Una veintena» (veinte no) de «expertos» entre los cuales está Zapatero. La reunión resultó realmente ilustrativa por varias cosas.
Por un lado, permite comprobar el ritmo al que crece la arquitectura de chiringuitos. Mientras escribo esto, mientras usted decide no leerlo, es posible que ya se haya creado otra iniciativa. Solo en los últimos días pudieron presumir del antedicho consejo, la creación del Fondo de Impacto Social (400 millones), la medida consistente en que todas las dependencias de la Seguridad Social sean puntos violetas y, en el orden legislativo, la reciente Ley de Paridad y Presencia Equilibrada…
Pero «todo es poco», anunció la ministra de Igualdad, «tenemos que seguir implementando», precisamente porque siguen matando a mujeres.
En una «cumbre» entre el Ministerio de Igualdad y el de Inclusión, lo normal sería que apareciera en algún momento la problemática de la mujer en contextos de inclusión como la inmigración, pero esos dos conjuntos jamás se intersectaron. El fenómeno de la violencia de extranjeros sobre las mujeres no incumbe a las ministras, pero nadie debería pensar que esto será así siempre. Están incómodos con este asunto, ya en la calle a pesar de la ocultación mediática, y empiezan a esbozar una respuesta que ayer ensayó la ministra: ellas y ellos luchan contra «la globalización del machismo, la globalización del androcentrismo» y por ahí irán cogiendo el rábano candente. Es un machismo global.
Y la viogen es el gran chollo renovable (el viento será la inmigración y la naturaleza humana). «Ese machismo que se ha globalizado lleva instalado diez mil años, nosotros llevamos solo veinte de lucha…». O como dijo Zapatero: «son siglos de incultura, siglos de patriarcado». Esto no ha hecho más que empezar. Si con el Franquismo, que fueron cuarenta, llevan una vida viviendo, ¡qué no harán con 10.000 años de machismo!
Es así como despacharán la violencia extranjera contra la mujer, como un machismo global, un enemigo planetario de diez mil años.
Participar en esta basura es corrupción política, moral e intelectual al más alto nivel. Es algo mucho peor que apoyar el reparto de la justicia, aunque forma parte de lo mismo porque, si bien no supone el reparto de una institución o de un poder, sí provoca el sellado y bloqueo de lo políticamente correcto y de las fronteras de lo civil e incivil. El perímetro lo pintan con sangre de mujeres, pero no nos extrañemos: vienen de pactar con la ETA.
El blindaje político del nuevo régimen, que es también la forma en que el PP y el PSOE se integran en sus partidos europeos y en el catecismo globalista (americano-bruselense) se hace así sobre los gais y su asintótica liberación, sobre la infinita brecha de género y especialmente, sobre las muertes de mujeres. La importación de uxoricidas (hombre que mata a su mujer) también es para ellos mano de obra barata. Dos importaciones aquí se dan la mano: el corrosivo engendro intelectual anglosajón woke (españolizado a base de presupuesto e ibérica poca vergüenza) y el machismo mahometano y quizás también andino, que será considerado machismo global.
(Nota final —y perdone el lector tanto exceso—: Zapatero dijo ayer sentir «vergüenza de los machistas que matan». El asesino y el hombre no solo tienen en común ser hombres sino ser machistas. Entre el asesino y usted, querido lector, que se hace tantas veces el remolón con las tareas de la casa, hay una diferencia final: él mata, usted no, pero constitutivamente, internamente, culturalmente no hay tanto diferencia como semejanza. El machista ideológico, el machista educacional, el machista Fary, el machista negacionista son solo formas cercanas, previas, concomitantes incluso cómplices del machista-que-mata, que ya no es exactamente lo mismo que el hombre que mata).