El larguísimo culebrón del Real Madrid con Mbappé nos ha dejado una impagable lección, que echa por tierra las tesis de doscientos autores de autoayuda, la palabrería buenista de los cuñados de las tertulias, y buena parte de los planes educativos socialistas presentes, pasados y futuros: por mucho que desees muy fuerte algo, no lo conseguirás.
Es imposible tener más ilusión en nada en la vida que la que los madridistas hemos puesto en el fichaje de este tipo y, ya ves, no ha venido. ¿Dónde queda ahora la vieja cita del impostor de Paulo Coelho? Esa tan cursi de que cuando deseas intensamente conseguir algo, el universo entero conspira para que lo logres. Es posible que el universo haya conspirado con fuerza huracanada, pero el jeque ha conspirado en dirección contraria de un modo bastante más eficaz; al Marca me remito. Fin de la tesis.
Que una historia sea bonita, que algo sea muy deseado, que toda la prensa insista en que un determinado hecho va a producirse, no significa que realmente vaya a ocurrir. La vida es dulce, a ratos, y cruel, casi siempre. El mundo es un lugar hostil y, por lo general, tenemos más enemigos de los que desearíamos, y sin duda más de los que creemos. La gente dispara, muerte, roba, insulta, asesina, descuartiza, o incluso, en el penúltimo eslabón del cucarachismo, impide el fichaje del Mbappé por el Madrid.
En la pugna entre el conservadurismo y la progresía, la batalla del largo plazo la ganarán aquellos que sepan estar más cerca del mundo real
Obviamente, no hablo de fútbol. Donde la prensa progre quiso ver un talibanismo vegetariano, ha emergido la realidad en pocos días, y Kabul hoy es una inmensa carnicería que no tardarán en exportar a Europa. Donde las izquierdas ven una fiesta peruana de la democracia, emerge otra realidad, enemiga de la libertad, amiga del terrorismo, y respaldada por todos los cánceres totalitarios que aún resisten al 2021. Donde las izquierdas ven igualdad, emerge otra espantosa realidad: mujeres despojadas a golpe de consigna de su feminidad y de su sentido en la vida, que no han ganado nada en esta eterna guerra de sexos, y que, en el camino, tan solo se han echado al zurrón lo peor de ser varones a cambio de entregar lo mejor de ser chicas.
Cuando las ideas quedan muy bonitas reducidas a un montón de titulares, es hora de temer que la realidad pueda ser más libre y más tozuda que ellas. Por eso, en la pugna entre el conservadurismo y la progresía, la batalla del largo plazo la ganarán aquellos que sepan estar más cerca del mundo real. La izquierda del siglo XXI lucha día tras día contra el enemigo imaginario y voluble del clima, a costa del bolsillo de las clases medias, mientras en una galaxia no muy lejana, la realidad golpea con una inflación desbocada, con las cifras de parados, o con el puñadito de electricidad pagado al precio de mansión socialista.
Si algo hemos de agradecer de todo el fichaje fallido de Mbappé es que nos ha vuelto a situar frente a la cruda realidad
Cuento esto por la insistencia contemporánea en educar a los niños en la inexistencia del fracaso. En realidad, fracasar es lo más humano del mundo, y es asquerosamente real, como unas lágrimas. Creen las izquierdas que el suspenso en una asignatura es una medida fascista, cuando lo cierto es que solo es una descripción bastante sucinta de una realidad: ese chico no ha aprendido lo suficiente de esa materia. Quien logre desbancar –poco les falta- los suspensos de las escuelas no estará imponiendo “su verdad” –como dicen ahora los idiotas ilustrados- sino una maldita ficción que, tarde o temprano, se vendrá en su contra: y, por desgracia, el golpeado no será el político pogre, sino el chaval, cuando la vida le invite a morder el polvo.
Si algo hemos de agradecer de todo el fichaje fallido de Mbappé es que nos ha vuelto a situar frente a la cruda realidad. A veces, incluso haciendo todo lo posible e incluso lo imposible, nuestra limitación choca con la vida, o con los demás, y perdemos la apuesta que tanto nos ilusionaba cuando parecía que ya la teníamos al alcance de las manos. Es una preciosa, bellísima y edificante lección que, por otra parte, no empaña el hecho incontrovertible de que el jeque del PSG sea un hijo de una hiena.