En primer lugar, una consideración de estilo. Los programas de Évole o en la estela de Évole se han valido siempre de un disfraz de objetividad: planos sostenidos de lo cotidiano, sensación de cercanía, una cierta pulcritud que recubría un periodismo servil, amarillista y profundamente sesgado. Mal periodismo disfrazado de documentalismo. Tampoco es nuevo. Sería como el periodismo de Ferreras y sus muchas capas de calzoncillos envueltos en la presunta objetividad de ElPaís. Trucos para incautos.
Hace unos días dediqué un artículo al instalado periodista Gonzo y alguien me lo afeó por considerar que se trataba de alguien insignificante, uno más del enorme sistema de propaganda. Mi justificación era que lo denunciado (la vinculación de la libertad de expresión en Internet con la violencia sobre las mujeres) constituía un hito de vileza intelectual reseñable.
En el mercado de la propaganda hay mucha competencia y todo logro es poco. Si hace unos días era eso, ayer el mismo periodista, en el último programa de ‘Salvados‘ (en la duopólica, ibexera, y mimada cadena de La Sexta) facturaba otro hito de abyección al recuperar los años de ETA para mirarlos desde la perspectiva de los guardaespaldas y escoltas.
Es raro y hasta difícil dedicar un programa a los escoltas y no mencionar los que fueron asesinados, pero el objetivo era otro. Mediante una cuidadosa selección de testimonios y su adecuado montaje, se trataba de mirar a los escoltados, a los «protegidos», distinguiendo, poco a poco, veladamente, indirectamente, subliminalmente y luego ya de un modo expreso entre protegidos buenos y protegidos malos.
Los buenos eran, oh casualidad, socialistas y como símbolo de esa actitud Gorka Landaburu. «ETA no ha conseguido nada y ahora toca avanzar».
Frente a estos protegidos inocentes, respetuosos, familiares, abnegados y solidarios, estaban otros, otros cuyo retrato se va perfilando mediante comentarios aislados, acusaciones genéricas, descripciones sacadas de contexto, genéricas calumnias y acusaciones de las que nadie se puede defender con las que fueron construyendo el retrato robot (debía ser reconocible) de otro tipo de protegidos, los que se aprovechaban, los que provocaban gratuitamente, los insolidarios, los de «muy derecha», incluso los que deseaban que hubiera más muertos para rentabilizarlos.
Por un lado, por tanto, los buenos protegidos; por otro, los malos, pero los protegidos no eran sino amenazados, así que el abyecto programa de La Sexta acaba señalando la existencia de amenazados de dos tipos: amenazados respetados por sus escoltas (merecedores de su protección) y malas víctimas, en definitiva, que no seguían el manual correspondiente.
Ni siquiera hace falta quedarse en la mentira de las acusaciones, en su vago estilo de difamación. Brilla antes que eso el propósito del programa, la intención: diferenciar entre protegidos/amenazados, es decir, entre víctimas, para señalar a las cuestionables, las que lo eran de una manera menos noble.
Periodismo insidioso, moramente abyecto y políticamente perverso destinado también a comprender al etarra, a los pobres y pacientes lugareños de las herriko tabernas provocados por el fascismo y a observar el tiempo de ETA como un cierto claroscuro e incluso como una industria que rentabilizaba a la víctima.
De este modo, como los amenazados no eran todo trigo limpio, el estatus de amenazado (que aun hoy se conserva) tampoco ha de dar o conceder nada en la actualidad, cabe entender. Esto es no solo culpabilizar al agredido, sino señalar a los amenazados por ETA para socavar su posición, cuestionar su relato, su heroicidad, su valor político, su humanidad y convertirlos, a los ojos de los crédulos o fanatizados o, simplemente, de los espectadores con la guardia baja, en personas sospechosas. El terrorismo acabó, dicen, pero el «algo habrá hecho» sigue vivo: «algo habría hecho» y estos colaboradores del relato etarra lo van perpetuando. Lo prolongan, mientras nos dicen que hemos de dejar de hablar de ello.
Sus piruetas de ignominia, que nos destruyen por dentro, tienen hasta mérito: convertir al amenazado en sospechoso años después.