Resulta conmovedor y cínico. Conmovedor, por cuanto millones de personas de Oriente Medio, Afganistán o Libia huyen despavoridas para no enfrentarse al terror desatado por unos verdaderos salvajes, hiperfanatizados por una religión que la interpretan de la forma más radical que pueden encontrar quienes así se la predican, con el sello característico de “¡muerte al infiel!”. Y los infieles pueden ser cristianos, judíos, budistas o musulmanes. Todos aquellos seres humanos que no piensen, recen o sientan como ellos. En definitiva, totalitarismo absoluto, ilimitado, bestial. Sólo comparable con el nazismo o el estalinismo comunista (desgraciadamente extendido por infinidad de lugares del mundo durante el siglo pasado).
Estos seres humanos, estos refugiados que están invadiendo Europa desde los Dardanelos a Gibraltar, necesitan ayuda. Desean llegar a la Unión Europea y, más concretamente a Alemania, como si este continente fuese un nuevo el Dorado en el que toda la tragedia que han vivido y siguen viviendo pudiera ser resuelta casi de golpe, sin más, porque llegan al primer mundo. Es indudable que, al menos aquí, no serán perseguidos y encontrarán la paz. Y gobiernos e instituciones intentarán con mayor o menor fortuna integrarlos en las sociedades de las naciones a las que sean asignados. Pero con el peligro evidente de que entre ellos puedan infiltrarse decenas de lobos solitarios que pretendan la destrucción de esos gobiernos y de esas naciones.
Sólo cuando la invasión de refugiados ha afectado a media Europa ha sido cuando su mastodóntica burocracia ha reaccionado tarde para la distribución de esa avalancha de personas que huyen del terror. Al parecer, a España le corresponde un cupo de unos 17.000 refugiados. De momento; porque si el terror no se combate en los lugares de origen por medio de las Fuerzas Armadas de los países civilizados, el éxodo continuará aumentando. Pero éste es otro tema que merece artículo diferente.
En definitiva, España tiene capacidad sobrada para absorber a 17.000 personas, para que puedan ser atendidas de forma adecuada y prolongadamente en el tiempo, hasta que puedan valerse por sí mismas. Tiene capacidad sobrada porque existen organismos e instituciones con la experiencia necesaria para desempeñar esa labor: Cruz Roja, Caritas, organismos dependientes de la ONU, OONNGG especializadas, etc., serían las más adecuadas para hacerse cargo del grueso del cupo de refugiados.
Pero, conocido el éxodo de refugiados y las dudas de la Unión Europea, se inició en nuestro país una carrera contrarreloj para ver quién era el primero en hacerse propaganda gratuita a su favor a costa del sufrimiento de estas personas y olvidando el de otras, miles de españoles, que siguen sufriendo y padeciendo la crueldad de una crisis económica sin precedentes y que ya dura siete largos años, porque aún no ha acabado para ellos. Comenzó así lo que llamo el período del cinismo. Del cinismo de algunos partidos y movimientos políticos que, sin haber sabido resolver el problema del interior, pretenden engañar a la gente haciéndoles creer que son capaces de resolver el que procede del exterior.
En seguida determinados Ayuntamientos y Autonomías comenzaron a vocear su capacidad de acogimiento en locales públicos de su propiedad. “¡A mí me caben 800!” “¡Pues yo puedo hacerme cargo de 300!” ¿Amontonados? ¿Por cuánto tiempo? ¿Exigiendo del gobierno fondos para su mantenimiento? Pura propaganda y, sobre todo, cinismo.
Cinismo, porque, durante estos últimos siete años, ¿cuántas Autonomías y Ayuntamientos han promovido la creación de empleo para los cientos de miles de españoles en paro? ¿Cuántas de esas Autonomías y Ayuntamientos creados dese el mes de mayo último están dando de comer a españoles que pasen literalmente hambre? ¿Cuántas Autonomías y Ayuntamientos creados desde el mes de mayo último están facilitando a miles de españoles sin techo un lugar aunque sea por tiempo limitado? Si a miles y miles de españoles les resulta dificilísimo salir adelante con todas las Administraciones españolas llenándoseles la boca de que ésa es su prioridad absoluta, la de resolverles sus gravísimos problemas de paro, de vivienda, de servicios sociales, de alimentos, etc., ¿van a ser capaces esas Administraciones de resolvérselo a 17.000 refugiados que lo primero que necesitan es que alguien les enseñe el idioma español?
Hace poco, el Ayuntamiento de Madrid, alarmadísimo y preocupadísimo, difundió la noticia de que, en esta Autonomía, más de 20.000 niños pasaban hambre, estaban desnutridos y casi se llegaba a la conclusión de que, si no se tomaban medidas urgentes, podían enfermar o morir algunos. Resultó que el estudio no se refería a desnutrición, sino a malnutrición. Esto es, que, a base de bollería industrial y “chuches”, esos niños no comían lo que debían, engordaban más de la cuenta y su alimentación no era la adecuada.
Por otro lado, ¿a cuántos españoles que se han quedado sin vivienda por uno u otro motivo las Autonomías y Ayuntamientos creados desde el mes de mayo último les han facilitado o resuelto este gravísimo problema? Y entre esos españoles también se cuentan militares de Tropa profesionales que, casados y con hijos, por motivos de Incapacidad Permanente o cualquier otro causan baja en las Fuerzas Armadas y, si no tienen una familia que les ayude, ¿son las Autonomías y Ayuntamientos los que les resuelven sus problemas?
En definitiva, la demagogia, el captar un voto de quien desconoce demasiadas realidades, o ser el primero en ponerse al frente de la manifestación, son motivo de la carrera desenfrenada por aparecer y aparentar ser el más humanitario, el más eficaz, el más capaz y el peor preparado para hacer frente a una situación de estas características. No ha habido todavía una sola autonomía ni, que yo sepa, un solo Ayuntamiento importante, que haya sido capaz de resolver, absorber e integrar a la masa de inmigrantes subsaharianos que deambulan por toda España por haber elegido nuestro país como su tierra prometida.
Pero, sobre todo, lo que está aún pendiente de resolver es el problema de nuestros propios refugiados, de los millones de españoles que aún no tienen trabajo y casi la mitad de ellos ninguna ayuda económica. ¿Qué hace España por sus propios refugiados? Esto es lo primero que debieran plantearse todas las Administraciones españolas, y no alardear de lo que ni pueden ni tienen medios para sostener a medio plazo. Para eso existen otros organismos e instituciones infinitamente mejor preparados a los que el gobierno debe apoyar económicamente.
Bastante harían Autonomías y Ayuntamientos, es decir, los políticos, en colaborar con el gobierno, sin demagogia y sin populismos, para resolver los gravísimos problemas de millones de españoles que necesitan con urgencia tanta ayuda o más que los cupos de refugiados que se asignen a España. Seguro que la solución de lo primero sería más que suficiente para garantizar mayor solidaridad de España hacia los segundos.