Se cumplen cien años de la muerte de Lenin, que se ha beneficiado siempre de ser comparado con Stalin. Al lado de Stalin, cualquiera queda de bueno, pero si se observa alguna foto de los dos juntos, Lenin da más miedo.
Lenin era un niño de papá, como muchos aprendices de Lenin que nos ha tocado y tocará sufrir.
De los personajes así, ¿qué se celebra más? ¿la muerte o el nacimiento? En las primeras décadas, la festividad oficial en la URSS era su muerte, hasta que algo pasó. Cuando Kruschev denunció el culto a Stalin, en los años cincuenta, el comité central del Partido decidió pasar a celebrar el nacimiento de Lenin.
Lenin, junto a Marx, era el comunismo bueno frente a las desviaciones estalinistas. Su muerte volvió a recibir más interés con la Perestroika, a finales de los años 80.
Una muerte rodeada de la habitual oscuridad comunista. Sufrió unos infartos cerebrales, pero las causas no estuvieron del todo claras. No se trataba de una cuestión pacífica. No era lo mismo que los infartos cerebrales estuvieran causados por los dos disparos que recibió o por una sobrenatural capacidad intelectual —su cerebro se donó a la ciencia soviética— a que tuvieran por causa el colesterol, humana debilidad, o la sífilis, que hubiera sido mácula moral en la integridad del heroico y divinizado camarada. Sífilis que habría contraído en París, para más inri decadente.
Lenin ya era propiedad del Comunismo antes de morir. Tras el infarto, sus últimos años los pasó en la finca Gorki, a diez kilómetros de Moscú. Su capacidad para el lenguaje quedó afectada. Tenía deficiencias motoras y cognitivas y con la excusa de proteger su salud, fue aislado de todo contacto con el exterior. Los documentos y cartas que escribió en ese tiempo fueron censurados. Cualquier texto que corrigiera una opinión previa resultaba inadmisible para el Partido; cualquier desviación, peligrosa. El Lenin final, con el tornillo suelto, podía ser peligroso para el leninismo (ya Marx dijo no ser marxista). Entre esos documentos estuvo su Carta al Congreso, su testamento, un escrito en el que pedía cambiar de puesto a Stalin, cuya psicopatía resultaba excesiva incluso en la extrema patocracia. Su mujer guardó el texto, que tuvo una difusión muy controlada y restringida y permaneció prácticamente desconocido para el gran público hasta los noventa.
La troika, con Stalin en ella, había dado órdenes a los médicos, enfermeras y guardas que rodeaban al camarada Vladimir Ilích Ulianov de mantenerle aislado de todo contacto, comentario o influencia política. Concretamente política. Hasta su secretaria, se supo después, era informante del Politburó. Para comunicarse, Lenin podía confiar en su mujer y quizás no mucho más.
En esos meses, privado de la política, se sabe que reorientó sus intereses a la naturaleza. Aunque en la forma materialista y soviética de la agricultura.
Ni Lenin escapó al control del Comunismo.