«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Mafiosos y antropólogos

21 de agosto de 2013

Siempre he pensado que los mafiosos deberían ocupar las cátedras de antropología. La ciencia ganaría mucho con ello. Los antropólogos pueden perorar sobre que todo es cultura, y que ésta no es más que una construcción contingente y arbitraria del hombre. Tienen total libertad para decir cualquier tontería; incluso les pagan por decirlas.El mafioso no; el mafioso tiene que atenerse con fuerza a la naturaleza humana. De otro modo, no triunfará nunca en el mundo del hampa. No puede irle al tendero con un rollo sobre la semiótica del poder. Si no nos pagas, te destrozamos el local. Y va el tendero, y paga. Naturaleza humana sin abrir un libro. Tan sabios son los mafiosos que a veces no les hace falta ni hablar. Ven a un moroso, le dan una paliza y se largan. El otro, como diría un político, ha entendido el mensaje. Por supuesto que conocen mecanismos más complejos del actuar humano. Si uno lee la saga de El Padrino, entenderá mucho más sobre los pliegues y resortes del alma humana que con Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, de Margaret Mead, que además era todo pura invención de la autora.Porque de eso hablamos, de los políticos. Aúnan las virtudes de los antropólogos y las de los mafiosos. Se quedan, además, con lo mejor de cada casa. Hablan como antropólogos, pero piensan como mafiosos. Sí, los políticos también saben cómo nos las gastamos. Miren a Cameron. Envía a un secuaz a hablar con el editor del diario The Guardian. Ya saben, es el que ha estado publicando parte de los documentos que explican cómo la Agencia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos creó una plataforma para el espionaje masivo, y sin control, de las comunicaciones ente dirigentes y entre ciudadanos, de todos los países.El periodista que ha publicado esas historias se llama Glenn Greenwald. Y el editor del periódico, Alan Rusbridger. Y éste ha relatado cómo un enviado de David Cameron le hizo saber que debía devolverle los documentos que estaban empezando a publicar, y que les había facilitado el chivato de Edward Snowden. Si no accedían a su petición, se las verían con todos los pliegues y resortes del poder del Estado.El poder del Estado es total. Hablamos de Gran Bretaña, cuyas libertades maravillaron a Montesquieu, e inspiraron a los padres fundadores de los Estados Unidos. De todo eso quedan los libros de historia. Hoy el Gobierno, incluso el de Gran Bretaña, puede entrar en la sede de The Guardian y borrar los discos duros y servidores del diario para desinfectarlo de información comprometedora. Pueden detener al novio del periodista durante nueve horas, e interrogarle, privándole del derecho a llamar a su abogado. Pueden aplicarle una ley antiterrorista, como si quienes aplican la lógica del terror, la antropología bien entendida por los mafiosos, no fueran ellos, los ocupantes del poder político. Un día unos rufianes le darán una paliza a cualquier ciudadano, sin decirle nada, y sabrá que no debió haber denunciado al ayuntamiento.

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