Abascal y Tamames fueron a dar su rueda de prensa al alimón el día en que Teodoro García Egea se despedía del Congreso. ¡Otro despropósito! dirán los tertulianos. En común tienen, y es muy reciente, haber sufrido el bullying de Losantos, gran ofuscador de cabezas liberalias.
García Egea se escribe sin guión, pero se ha estado diciendo todo este tiempo como si lo llevara. Llamarte García y luego, tras una pausa, Egea no tiene mucho misterio, pero él consiguió —bien por él— ser Garciaegea. Casi le salió el guión de pura importancia cuando mandaba algo; ahora deja la «vida pública» y pasa a la «sociedad civil». Es otro mérito de esta gente. Normalmente, cuando te vas o te echan, te vas a tu casa, pero ellos no, ellos pasan a la sociedad civil, porque pueden. Lo explicó García, García-Egea: «He servido a España desde lo público, y ahora voy a servirla desde lo privado». No cualquier cosa. Regresa al mundo tecnológico, «al que pertenezco desde que tengo uso de razón». El uso de razón se alcanza a los siete años. Cuando Elon Musk aprendió a programar con diez, don Teodoro ya tenía un trienio tecnológico.
García Egea es un experto en criptomonedas y Bertín Osborne es un cantante de criptorrancheras. Ayer también fue noticia porque la batalla cultural, al final, la tiene que dar él. Canta, presenta, entrevista, seduce y además lucha a brazo partido por la civilización. En sus redes sociales reaccionó con cierta irritación (irritación que le lleva a comerse los participios a bocaos como si fueran torreznos) contra una profesora jerezana que proponía no celebrar el Día del Padre. La idea detrás de la ocurrencia es que puede herir a quienes no lo tienen, tienen dos o lo tienen, pero no lo conocen, que también sucede. Lo más inclusivo sería, por tanto, celebrar el Día de la Familia, sin más, y llamarle progenitor o, más cariñoso, ‘persona especial’.
Si eso pasa, y está pasando, ¿en qué queda el padre? No es improbable que Papá Estado acabe siéndolo literal (jo, tía), y entonces esa gran palabra se quedaría vacía de repente, hueca. Los jóvenes ya lo intuyen (al loro, RAE) y por eso le han ido dando un sentido nuevo. Un sentido admirativo: «Eres mi padre» (sustantivo), «no puedes ser tan padre» (adjetivo) o incluso «deja ya de padrear» (verbo). Falta el adverbio, padremente, que llegará. Esto nos suena raro y juvenil, zumeriano, pero será una forma de salvar la palabra una vez se diluya su sentido.
Deteriorar su estatus cultural no es lo peor que le puede pasar a la paternidad. Ayer tuvimos noticia de una crisis aun mayor. Biológica. Supimos que la calidad del esperma vasco (semen suena pornográfico) ha bajado un 70% en 20 años.
El nivel de vida del vasco es alto, pero ¿quién se preocupa del espermatozoide vasco? Algo tendrá que decir el PNV. Es posible que en el resto del Estado no hayamos sido comprensivos con sus necesidades. Sentarse a hablar con ETA, sentarse a estudiar euskera, sentarse a negociar con el PP… Tanto sedentarismo es muy malo para la calidad del esperma. Pero sobre todo influye la alimentación. Las ostras, por ejemplo, tienen fama de afrodisiacas, pero son realmente buenas para lo seminal porque tienen mucho zinc y manganeso. ¿Se está comiendo suficiente zinc en Vizcaya? El cupo vasco se nos puede haber quedado obsoleto y la salud pública podría hacer mucho más. ¿Qué tal si en la próxima negociación se incluye una partida para dar a cada vasco, con cargo al presupuesto y con el debido traspaso competencial, un masajito escrotal muy delicado y estimulante?