«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
La Gaceta de la Iberosfera
Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Marqueses y perroflautas

7 de abril de 2016

Aunque nos esforzamos denodadamente en que no se note, los españoles de izquierdas y de derechas tenemos muchísimo en común. Quizá sin saberlo, interactuamos unos con otros todos los días. Somos vecinos, compañeros de trabajo, amigos y familiares. Nos cruzamos, tomamos café, hacemos negocios, ligamos entre nosotros, nos contamos chistes, nos mezclamos. Pero, sin duda, lo que más tenemos en común son, lamentablemente, una generosa lista de grandes problemas: la desaparición de las clases medias, el paro, la precariedad laboral, la corrupción sistémica, la incertidumbre frente al futuro, la amenaza yihadista, la deriva independentista catalana, las averías en el sistema institucional y territorial, el vaciamiento de la soberanía nacional frente a Bruselas y los mercados, el explosivo panorama geopolítico internacional, y un largo etcétera.

En este delicadísimo y decisivo momento histórico, la lección inequívoca que dieron las urnas el 20D es que ninguna de las dos españas es mayoritaria. Ni el bloque de derechas ni el de izquierdas tienen los números suficientes para formar un Gobierno mínimamente estable, y mucho menos para acometer las urgentes y profundas reformas que necesita el país. Los españoles llevamos meses escuchando apelaciones, por parte de políticos y creadores de opinión, al espíritu de 1978, y ha arraigado la idea de que estamos ante una segunda Transición. Quizá por eso, las encuestas siguen presagiando resultados muy similares a los de los últimos comicios en caso de repetición electoral.  El mandato de las urnas es que nuestros líderes se arremanguen, se sienten a hablar y lleguen a acuerdos de amplio espectro. Porque es precisamente la imposibilidad de formar un Gobierno de derechas o de izquierdas lo que nos da una oportunidad histórica para construir grandes consensos y regenerar entre todos el país, justo en el momento en que más lo necesitamos.

¿Imposible? Probablemente, a no ser que haya una gran catástrofe, una emergencia nacional acuciante o una repetición contumaz de los resultados electorales del 20D en ulteriores comicios, tres posibilidades no tan remotas. ¿Necesario? No, imprescindible. ¿Habría que ceder mucho? Sí, muchísimo, pero todos los bandos a la vez. Exactamente igual que en la Transición.

Hay que notar que, aunque nos esforcemos en resaltar nuestras diferencias, la mayoría de los españoles, de derechas y de izquierdas, estamos de acuerdo en que las políticas económicas que nos impone Bruselas asfixian nuestra economía, en que queremos que Cataluña se quede en España, en que algo hay que hacer con el desaguisado territorial que sufrimos, en que es urgente una regeneración moral de la clase política para acabar con la corrupción y los privilegios, en que la amenaza yihadista va muy en serio y, en definitiva, en que queremos un país próspero y pacífico en el que cada cual pueda opinar lo que quiera. No es poca cosa.

Y no, las personas que no piensan como nosotros no son pérfidos villanos que ríen a carcajadas desde sus cuevas ante cada aumento del paro, cada recorte de los servicios públicos, cada desahucio o cada vídeo amenazante de los encapuchados. No, nuestros ‘enemigos’ políticos son Luis el de la panadería, la prima Irene, Paco el del quinto, Lucía de contabilidad, Sebas el del cole o incluso mamá.

Los votantes del PP deben entender que los ‘perroflautas’ que votan a Podemos son tan españoles y tan respetables como ellos, y que es probable que entre ellos haya alguno de sus propios sobrinos o hijos. Por su parte, los simpatizantes de Podemos tienen que ser capaces de aceptar que los ‘marqueses’ del PP tienen todo el derecho a existir y a influir en el proceso casi constituyente que necesita el país. Solo así, poniendo cara al adversario y reconociendo su respetabilidad, daremos esquinazo a la tradición frentista que tantas veces ha destrozado nuestro país y podremos legar a nuestros hijos una España en vez de dos.

¿Es demasiado soñar? Quizás, pero también lo era en 1974.

.
Fondo newsletter