«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.
Hughes, de formación no periodística, es economista y funcionario de carrera. Se incorporó a la profesión en La Gaceta y luego, durante una década, en el diario ABC donde ejerció de columnista y cronista deportivo y parlamentario y donde también llevó el blog 'Columnas sin fuste'. En 2022 publicó 'Dicho esto' (Ed. Monóculo), una compilación de sus columnas.

Mi marido me viola

20 de octubre de 2024

(Contiene spoilers de Querer y Bajo terapia)

Disculpe el lector lo que el título pueda tener de resonancia de aquel «Mi marido me pega, me pega pucho» de Martes y Trece porque no pretende el chiste sino, en la más estricta literalidad, referir una actualidad de la llamada ficción española.

Movistar ha estrenado una serie muy celebrada, Querer, de la que solo hemos podido ver el primer episodio. Una mujer madura, con dos hijos ya adultos, decide denunciar a su marido por violación. No sabemos mucho más. No hemos visto la agresión y todos parecen sorprendidos porque nunca se quejó. Tras una larga vida conyugal ella decide dar el paso para asombro de todos. Cuenta, por supuesto, con el diligente apoyo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Hay algo que se nos irá revelando en la serie, seguro, un secreto ominoso o una costumbre brutal en lo que, desde fuera, parece un matrimonio burgués de Bilbao. Solo se apuntan algunas cosas. La cámara y la narración están del lado de ella, la aguardan mientras fuma, y él, aunque apenas aparece y cuenta con el amor de sus hijos, no puede evitar deslizar algún rasgo: al llegar a casa, por ejemplo, le pide a ella que le haga un filete. Es amable, pero no hace ademán de colaborar, como si hablara con el servicio. Es un hombre de aspecto y maneras tradicionales.

A la vez, Netflix emite la película española Bajo terapia, que se mantiene varias semanas entre lo más visto de la plataforma. Si Querer apunta desde el principio a una historia judicial de densidad narrativa, Bajo terapia evoluciona como una comedia: tres matrimonios coinciden en una sesión grupal preparada por la terapeuta que comparten y durante horas hablarán de sus relaciones, de comunicación, de fidelidad, de sexo… hasta que, muy al final, en giro sorprendente, todo se revelará una farsa; solo una pareja es real, las otras son policías escenificando un teatro con el objetivo de que la mujer (Malena Alterio) se atreva a denunciar y a confesar que su marido la viola, la lleva violando años. La policía nacional la salva. Son actores-psicólogos-agentes del orden que arrancan su confesión con sutileza, y detienen al hombre como a un yihadista en una cuidadosa operación antiterrorista.

Película y serie se emiten a la vez y no solo suponen una coincidencia, sino una especie de vuelta de tuerca conjunta en el sostenido debate del feminismo ministerial.

La violación cambia. Vamos penetrando en la complejidad. Ya no estamos en fiestas ni en el reservado de una discoteca. No hay parte de lesiones, ni traumas, ni evidencias físicas. Solo una larga vida de abusos oculta bajo la normalidad del matrimonio. Con ello cambia el espesor del yo sí te creo. Ya no se trata de creer a una chica frente a una «manada» en un entorno dudoso y propicio. Hemos de creer lo que parece increíble: que papá viola a mamá, que el vecino, que lleva veinte años de marido verosímil, viola a la esposa y madre de sus hijos.

¿Tú te negabas?

-No, pero él sabía que no me gustaba

No hay un no y el llamado consentimiento adyacente en este caso no es un beso, un coqueteo o una invitación a subir a casa, sino décadas de normal matrimonio.

Cambia, en definitiva, el tipo de violador. Ya no es la cuadrilla machista y joven, el futbolista endiosado, o el jefe machista y abusivo… Ahora es, bajo la máscara de lo correcto, el hombre normal, padre y esposo, el pater familias.

En Querer y en Bajo terapia, los hombres culpables (no ha habido contradicción, no hay duda posible) tienen algo en común. Uno parece de nivel cultural más alto, pero son los dos convencionales, un poco chapados a la antigua, hombres de los que podríamos decir que no han sufrido el proceso de reeducación. Hombres no deconstruidos, no modernizados. Podría ser que solo obedecieran a la violencia interna del macho, pero tiene que tratarse de algo más por lo que comparten: la forma de vestir, de respirar, de hablar, de entrar en la cocina, de patrimonializar…

El cine español tiene la divertida virtud de ser contracíclico. Cuando subía el empleo, produjeron Los lunes al sol, y cuando sube la violencia sexual de origen importado, es el esposo clásico español el que recibe la atención de sus portentosos guionistas.

Cualquiera puede ser un violador. Lejos los tiempos en que el violador era un pirado que navaja en mano buscaba a las mujeres solas en los descampados o en los callejones. Tampoco ya puede sospecharse de las discotecas, de la noche y sus criaturas. Lo que pone bajo su mirada el Observatorio de la Ficción Española es el matrimonio y su aburrida alcoba. No el estallido de violencia, sino la larga habitud del misionero.

La violación ahora está agazapada en esa institución, como si la mujer estuviera bajo un burka, un matrimonio-burka que permitiera al hombre español hacer a su antojo moruno; como si a la luz de un escáner, el Patriarcado asomara cual alien o criatura oscura habitando los pilares de la sociedad. Hormigón de siglos, por supuesto, necesitado de reforma y saneamiento.

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