«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.
Escritora y artista hispano-francesa. Nacida en La Habana, Cuba, 1959. Caballero de las Artes y Letras en Francia, Medalla Vérmeil de la Ciudad de París. Fundadora de ZoePost.com y de Fundación Libertad de Prensa. Fundadora y Voz Delegada del MRLM. Ha recibido numerosos reconocimientos literarios y por su defensa de los Derechos Humanos.

Misa

12 de mayo de 2025

He estado prendida de la primera misa de León XIV como una lapa, es que no podía zafarme: una belleza, un regreso —no sé si temporalmente— a lo que de verdad debiera importar en Occidente. Los valores cristianos, la exactitud católica…

Una misa de una gran belleza, y es que, como saben, no hay ceremonia más hermosa que la liturgia católica; lo comentaba una amiga, y lleva más razón que una santa, nunca mejor dicho.

Todo lo demás muy por debajo, muy de andar en chancletas y baticae’casa, y si no me creen, vuelvan a ver uno de esas bestialidades que llaman Congreso o no sé qué del PSOE. Al final todos con el puño en alto, entonando el himno más criminal del mundo, y el más cansino, sin desdorar el Imagine de John Lehnon y la gritona aplastada de culo que lo acompañaba, que ya con eso sí es que me bajo y me borro como Mafalda.

La obra de Dios se consagra cada día en la misa. La misa es la perfección espiritual, la armonía, el alma en un paño, la paz vibrante en el símbolo del Señor.

Leí por ahí a alguien que contradijo las palabras del nuevo Papa en su primera intervención vaticana, señaló que no, que de ninguna manera, que «el amor de Dios no es incondicional, como ha dicho Prevost», y argumentaba que no lo era porque Dios sólo amaba a sus seguidores.

Yo, con perdón, eh, es que cuando oigo la palabra “seguidores” enseguida empiezo a mirar al cielo, no sólo por Dios, sino también por el meteorito, rezando para que acabe de caer de una buena vez; o en su ausencia, me pongo a situar en Google Maps el barranco más cercano, para lanzarme de cabeza, o un arbusto, para ahí mismo agacharme a echar el mojón.

La ignorancia es impía y falta de respeto, cuando es escrita, o sea, cuando se lee, además araña la córnea. Como dicen los cubanos: «Parte el alma, hiere el sentimiento, y desfigura el rostro».

Pero volvamos a lo importante: la misa de León XIV me ha dado mucha fuerza, toda la que necesitaba después de observar recomiéndome los hígados que mientras que en el Vaticano el Cónclave elegía Papa, el presidentico Macron recibía en el Palacio del Elysée a uno de los asesinos terroristas más infames del planeta. Le estrechó la mano todavía pigmentada en sangre con ardor, y lo toqueteaba por todas partes como le encanta hacer; todo muy bolerístico, casi se lanzan a bailar un danzón en un solo ladrillo.

Cuánto asco, al salir la parejita del momento de allí, el «pueblo parisino», que de pueblo y de parisino no tenían absolutamente nada, o sea, ese mazacote colocado ahí para hacer bulto, aplaudió hasta partirse los dedos a este rebanapescuezos que además fue uno de los jefes de los que acabaron con tantas vidas en el Bataclán.

Semejante acto de cobardía frente a un tipejo de tal calaña no es de ahora. Igual hizo el mundo entero con el bolaechurre de Fidel Castro, y el pesteagrajo del Che Guevara, el argentino que mayor cantidad de cubanos asesinó del tiro en la nuca, se partieron las manos aplaudiéndolos, los pulmones venerándolos a gritos… También, no es menos cierto, que los primeros que lo aplaudieron hasta caerse con la lengua afuera fueron los cubanos, ah, y los norteamericanos no se quedaron rezagados, como no podía ser de otra manera; ellos los pusieron ahí. ¡Ay, si yo pudiera viajar en la máquina del tiempo hacia ese 10 de diciembre de 1898, para impedir el Tratado de París!

Sí, yo necesitaba con urgencia esa misa, anhelaba esas sotanas blancas, esas casullas cardenalicias, esos capelos altísimos, esas maneras delicadas, benevolentes, el latín, los cantos litúrgicos… Necesitaba todas esas obras de arte en las paredes, en el techo, esos santos pintados magistralmente, todo el dorado, el nacarado, el azul celestial, el rojo aterciopelado, el verde pompeyano… Necesitaba de la misa para despojarme y renacer limpia. Cuánta suciedad en la sociedad. Ruego a Dios para que León XIV no nos defraude.

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